lunes, 30 de julio de 2012

Cultura mexica ( VI )



Expansión territorial

 Si hubiese que definir de alguna manera a los mexicas esta sería la de un pueblo guerrero y con ello todo lo que el término conlleva o requiere. La violencia es así también un condimento esencial de la definición, que los mexicas no dudaron en utilizar como parte de su belicismo en las conquistas. Una característica que llevaron más allá del propio enfrentamiento en el campo de batalla y que pasó a formar parte de su sociedad, de su idiosincrasia, que los dibuja en su perfil como una de las culturas más violentas de Mesoamérica. Característica por otra parte compartida con las tribus bárbaras del norte.

 No habían pasado más de 20 años desde que llegaron al Valle de México cuando comenzaron la meteórica expansión territorial más rápida conocida en la historia de la Mesoamérica precolombina. No cabe duda que los ingredientes fueron los adecuados, los propios de un pueblo guerrero, los necesarios para la consecución del éxito imperialista. Su organización militar, el valor de sus soldados en las batallas y la habilidad de sus gobernantes fueron los componentes básicos para sus triunfos.

La historia de los mexicas tiene marcados en su cronología decisiones importantísimas que influyeron en el devenir de los  acontecimientos futuros, entre los que destaca la derrota de Azcapotzalco, resultado de una decisión de valor, de un pueblo guerrero como tal. Lejos de amedrentarse y someterse a Maxtla, señor de los tepanecas, cuando éste asesinó a su gobernante Chimalpopoca, reaccionaron de la manera más digna e inesperada para sus enemigos y dieron la vuelta a la situación. Sin embargo, no se dejaron llevar por el orgullo irresponsable de enfrentarse a los tepanecas guiados solo por la ira, lo hicieron pero inteligentemente. Las experiencias anteriores que habían tenido en los enfrentamientos con Azcapotzalco en los últimos 50 años, en los que siempre salieron derrotados, les aconsejaban no tropezar en la misma piedra y se apoyaron en la Triple Alianza, lo que les sirvió para salir victoriosos por primera y definitiva vez.

Basta con imaginar la fama que se iban ganando los mexicas, en conquistas tan sonada como aquella, en la que derrotaron al señorío más poderoso en el valle, como para entender que a muchos de los altépetl no les interesaban medirse militarmente al grupo dominante de la región. Esto propició que muchos de los señoríos, divididos entre sí, accedieran pacíficamente al sometimiento de los mexicas, a sus ansias expansionistas, y aceptaran pagar tributo como vasallos antes de enfrentarse a los riesgos terribles de la guerra. Esto sucedió entre la mayoría de los señoríos circundantes de México-Tenochtitlan, aceptaron pagar tributos a cambio de conservar la administración a cargo de la nobleza local que rendiría cuentas ante los gobernantes de la capital.

Evidentemente, el acceso a muchos productos que la población mexica demandaba, especialmente entre la nobleza, era uno de los motivos principales por lo que comenzó la expansión por el control del territorio. Esa perspectiva situaba al comercio en un lugar privilegiado en la carrera expansionista. Por ello no todo quedó bajo control de las administraciones locales sometidas, sino que escogieron determinados puntos estratégicos ventajosamente situados, en los que establecieron fortalezas y guarniciones para vigilar a los territorios dominados y la seguridad de las rutas comerciales. Algunos de estos lugares fueron Zozolan en frontera con los mixtecas, Xoconochco con los totonacas y Oztoman en los límites de los purépechas. Tres de los territorios que nunca pudieron controlar.


No podemos ignorar a los comerciantes y relegarlos solo a su condición profesional. Los pochteca, al margen de lo pura mente comercial, eran la avanzadilla de la posterior conquista, ejercían de servicio de espías para el Imperio. Analizaban al enemigo en su territorio, en sus ciudades, y traspasaban los informes a los militares para tiempo después llegar los ejércitos y consumar la invasión. Rara vez dejaban la conquista sin terminar del todo, por mucha resistencia que encontrasen, aún así siempre quedaba la vía diplomática, la de anexar el territorio por medio de matrimonios acordados, aunque no era la solución más corriente.

La expansión y los tributos pagados por los altépetl hizo de la capital de los mexicas la más populosa, rica e importante del territorio mesoamericano y hacia ella llegaban productos de todos los lugares del Imperio: amaranto, chía, mantas, telas, copal, liquidámbar, sal, trajes militares y una lista interminable de productos, e incluso soldados, hombres enviados por los territorios conquistados para servir al Imperio en la guerra.






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