miércoles, 25 de julio de 2012

Cultura mexica ( IV )



Sociedad

Cuenta la tradición que, tras la muerte del caudillo Tenoch, los mexicas decidieron imitar la organización política y social de los pueblos vecinos con linaje tolteca. Para ello se dirigieron al señor de Culhuacán y le pidieron que les diera un huey tlatoani, un rey que los relacionara directamente con los toltecas. De esta manera Acamapichtli, que quiere decir "el que empuña la caña", fue nombrado primer rey de México - Tenochtitlan.

El tlatoani era el que atesoraba el máximo poder entre la sociedad azteca, dividida en veinte clanes que recibían el nombre de calpullis. Cada clan se constituía por un grupo de personas vinculadas por parentesco (artesanos, agricultores, servidores públicos) que constaban con tierras propias, un templo y un jefe (calpullec). Las clases sociales se dividían en tres grupos: nobles (pipiltin), los plebeyos (macehualtin) y los esclavos (tlatlacohtin). El grupo de la nobleza estaba compuesto por descendientes directos de las familias nobles, sacerdotes y los guerreros que por propio derecho se habían ganado entrar entre los privilegiados por sus gestas heróicas. Los plebeyos recibían una herencia directa por haber nacido entre ese grupo intermedio, se les otorgaba un terreno vitalicio donde levantaban su casa.

Así mismo, entre el grupo de la gente común existía una clase más baja (tlalmaitl) a los que no se les permitía tener propiedades y las tierras que labraban eran arrendadas. Los de la clase más baja, los esclavos, recibían un trato similar al de un criado contratado. Algunos mantenían el estado de esclavitud por un tiempo definido, hasta que pagaran sus deudas o condena, realizaban trabajos de agricultores, transportistas, en el comercio o el servicio público. También los hijos de los más pobres podían ser vendidos como esclavos por un periodo que solía estar de acorde con el precio. Los esclavos podían recuperar su libertad definitivamente si escapaban y llegaban al palacio real antes de que sus amos los atraparan. Los esclavos prisioneros de guerra podían ser sacrificados a Huitzlopochtli.

Costumbres cotidianas

 La religión azteca no escapaba a ninguna de las costumbres cotidianas de la sociedad y por supuesto también estaba vinculada con la educación que recibían los menores, que además de la asignatura religiosa aprendían escritura, lectura, historia y música. La formación educativa era obligatoria, un detalle muy importante que apaga un poco el fuego de la guerra y la violencia que etiqueta, quizás injustamente, a todo lo relacionado con el Imperio Azteca. Sin embargo, lo que por un lado favorece en cuanto a sensibilidad con la educación, por otro lado le resta simpatías cuando comprobamos que, como propio reflejo de las injusticias sociales entre los diferentes grupos o castas, la educación estaba marcada por los mismos patrones de privilegio, era de diferente calidad dependiendo de quienes la recibían.

Del mismo modo que en la mayoría de las culturas la mujer quedaba relegada a un segundo plano en la sociedad, siempre detrás del hombre, y como es fácil de entender a edades más tempranas las diferencias debían de ser las mismas. En la sociedad azteca las niñas tenían su sitio en el hogar, aprendían las labores domésticas de sus madres preparándose para en el futuro servir a sus maridos, en matrimonios polígamos, aunque también es verdad que la monogamia prevalecía por encima de la modalidad anterior. Sin embargo, tener la suerte de haber nacido en el seno de una familia noble la situación era diferente para la niña, que podía aprender en una especie de monasterio hasta el momento del matrimonio. Los chicos recibían más privilegios que las chicas, pero también entre ellos existían diferencias educativas. Mientras que los plebeyos acudían al tipo de escuela telpochcalli e iban a dormir a casa, los hijos de la nobleza recibían educación en el calmecac, un internado reservado solo para los de su clase donde se quedaban a dormir.

En cuanto a la sexualidad, únicamente eran dos las formas permitidas. Una de ellas era la que tenía lugar dentro del matrimonio, la otra era la de los solteros que iban a la guerra, a los que se les permitía el acto sexual con unas sacerdotisas dedicadas a la prostitución. Aquellas mujeres se presentaban maquilladas, adornadas y perfumadas ante el hombre de turno, a los que les proporcionaban alucinógenos y afrodisíacos que estimulaban el apetito sexual.

Sistema judicial, tribunales y leyes

Tenochtitlan y Tetzcoco fueron las sedes que acogieron los principales tribunales judiciales del imperio, eran allí donde se dirimían los pleitos territoriales o criminales que no tenían solución en los tribunales locales. Cada uno de los altépetl o señoríos bajo dominio azteca tenían su propio tribunal judicial menor. El sistema que impartía justicia entre los aztecas estaba bien jerarquizado y entre sus tribunales los había: desde los jueces que eran elegidos para un lapso de un año y cuya competencia se limitaba a los casos menores, hasta los compuestos por tres jueces con cargos vitalicios y que se encargaban de los de mayor envergadura. Sin olvidarnos de los tribunales de comercio encargados de los litigios surgidos en los tianguis o mercados. Las resoluciones dictadas por estos tribunales siempre podían ser reclamados ante el tribunal del rey. La justicia que se administraba en Tetzcoco siempre se hacía en el palacio real, con tres salas dedicadas a tales funciones y con un total de doce jueces por designación del monarca. El procedimiento era oral y en ocasiones se documentaba mediante jeroglíficos.

Ni que decir tiene que, como se intuye, las leyes eran muy severas y también en ellas, a la hora de administrarlas, las castas o grupos sociales influían. Cada delito requería un castigo que dependiendo si era plebeyo o noble la resolución judicial cambiaba. El castigo era mayor en caso de tratarse de gente importante. Por su puesto que la pena de muerte existía y como se a de suponer estaba entre los castigos, que normalmente correspondían con los delitos de: asesinato, traición, aborto, incesto, violación, robo con fractura y adulterio. En este último caso se procedía a la lapidación, aunque la mujer era estrangulada previamente. La embriaguez también estaba recogida en el código penal, solo se les permitía y dependiendo las circunstancias a ancianos y guerreros profesionales, el castigo para tal infracción variaba desde el rapado de la cabeza, si era la primera vez que se cometía la falta, o la muerte si era reincidente. Los guerreros podían conmutar la pena de muerte con un destierro permanente en zona fronteriza.

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