sábado, 4 de agosto de 2012

Cultura mexica ( VII )



Religión

Las creencias religiosas de los aztecas son la síntesis de otras creencias de diferentes culturas mesoamericanas. Sus elementos son la herencia común con otros pueblos del México antiguo, cuyo origen está en la religiosidad de otras culturas anteriores, de los olmecas, los mayas, y en las de pueblos que florecieron en la Costa del Golfo, Oaxaca y otras regiones mesoamericanas. Una religiosidad compleja que veneraba a gran variedad de dioses. La religión azteca implicaba la existencia misma, la creación del universo y la situación del ser humano respecto a lo divino, ligada estrechamente a la agricultura y la lluvia.

Alfredo López Austin nos describía la concepción mesoamericana como una fuerza que se componía de dos partes, una visible y otra integrada de dos fuerzas a la vez. De las dos fuerzas que integraban una parte, una era luminosa, caliente y seca, y la otra oscura, húmeda y fría. Esta creencia sintetizaba un escenario cosmogónico, en el que la parte luminosa simbolizaba la bóveda celeste y la parte oscura representaba al inframundo. En la primera habitaba el sol y de ella provenía la lluvia, lo que se entendía como la parte masculina, paterna y fecunda. Por el contrario, la segunda se relacionaba con la parte femenina, materna y receptora de la lluvia fecundadora, el sitio natural de la concepción humana.

Las dos materias eran las encargadas de integrar a los dioses de formas variadas, incluso de alojarlos dentro de los humanos de forma intensa, con los que mantenían una comunicación constante. Es así como un cuerpo mundano podía convertirse en el dios mismo al ser habitado. La sólida élite sacerdotal era la encargada de mantener la comunicación constante entre los humanos y los dioses, las fuerzas que lo impregnaban todo  lo habitado en la tierra y creadoras de equilibrio en el orden micro y macrocósmico. Sus celebraciones religiosas tenían como fin garantizar la continuidad de los ciclos y equilibrar la voluntad creadora. Apoyadas en la creencia de que las fuerzas del bien estaban en una constante y eterna batalla contra el mal, lo que les iba agotando hasta necesitar revitalizarse. En un principio las ofrendas se componían de flores y frutos, acorde con la propia naturaleza, pero a partir del Posclásico fueron reemplazadas por sacrificios humanos. Una tradición heredada de los toltecas que les condujo a pensar que los dioses se alimentaban de corazones y sangre humana, y que de esta manera darían continuidad a la permanencia de la vida humana, animal y vegetal sobre la tierra.

La creencia para los mexicas de que la sangre humana era el alimento de Tonatiuh (Dios Sol) fue a partir de la reforma de Tlacaélel ("el que anima el espíritu"), personaje de importante relevancia en la cultura mexica, guerrero, pensador, economista, estadista y reformador religioso. Arraigó tanto la creencia de que la sangre y el corazón humano eran el alimento necesario para la renovación y reciclaje de las fuerzas vitales que, además de la ofrenda a los dioses, la élite política, religiosa y militar practicaban la antropofagia ritual con las victimas de los sacrificios.

Unas víctimas que por lo general eran esclavos y prisioneros de guerra, aunque también podían ser nobles, como los que eran sacrificados en las fiestas bajo la creencia de que estaba habitado por Xipe Tótec. Tanto la muerte por sacrifico como en la batalla estaba considerada un honor, al igual que las mujeres cuando morían durante el parto. Se entiende que el número de sacrificios aumentaban a la par que los desastres ocurrían, se trataba de contentar a los dioses. Por tal motivo surgieron las guerras floridas, con la única intención de tomar la mayor cantidad de prisioneros posibles para el sacrificio. Como tal honor cualquier excusa era buena para contentar a los dioses y hasta en el juego de pelota, también heredado de los mayas, pero que los mexicas lo impregnaron de una característica propia, sacrificaban al capitán del equipo perdedor por propio deseo de las deidades.

Algunos de sus dioses eran:
- Huitzilopochtli, el dios de la guerra y el más importante para los Aztecas
- Coyolxahuqui, era la diosa de la luna y la que, según la mitología azteca, fue asesinada por su hermano el dios del sol.
- Tláloc, el dios de la lluvia.
- Huehueteoti o dios viejo, dios de fuego.
- Tlazolteotl o devoradora de inmundicias, la diosa que encendía el amor lujurioso.
- Xipe Tótec, era el dios fecundador, al que llamaban “Nuestro Señor desollado”.
- Chalchiuhtlicue, también llamada “la de fadellin de jade”.
- Xochipilli o príncipe de las flores.
- Tezcatlipoca o espejo que ahuma.
- Quetzalcóatl o serpiente emplumada, dios inventor de la escritura y el calendario, asociado con el planeta Venus y la resurrección.


Quetzalcóatl era un dios antiguo, adoptado por los mexicas. Mientras que para algunos era el creador del hombre para otros representaba al dios civilizador identificado con Prometeo en la mitología griega. Quetzalcóatl o La Serpiente Emplumada también se representaba con otras formas, como el dios del viento Ehécatl, o como dios del agua y dios de la fertilidad. A él se le atribuyen la introducción de la cultura, la agricultura, el calendario; es considerado el patrón de los oficios y de las artes. Quetzalcóatl es un dios pacífico y civilizador que estaba en contra de los sacrificios, contra lo que se opuso y por lo que le costaría emigrar hacia el este, no sin antes prometer que algún día regresaría. Un dato importantísimo para entender y comprender cómo y porqué la conquista española se dio de tal manera. La historia mitológica de Quetzalcóatl, hijo de la diosa virgen Coatlicue y hermano gemelo del dios Xólotl, cuenta que se dejó seducir por Tezcatlipoca y que arrepentido se tiró a sí mismo a una pira funeraria. Tras su muerte se convirtió en Venus, el lucero de la mañana, vinculado desde entonces con la divinidad Tlahuizcalpantecuhtli.


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