sábado, 9 de agosto de 2008

El Mirlo Negro que vino de Bagdad



Esta mañana, segundo sábado de agosto, salí a dar un paseo con Lana, después de desayunar, mirar el correo electrónico y los diarios más importantes del mundo en español.

Lana es una perrita podenco, aunque no de raza pura, color canela y manchas blancas en el pecho y las patas, tamaño mediano, pelo duro, el hocico color rosado y los ojos claros. Es muy juguetona, cariñosa y agradecida.

Hace dos años, al regreso del trabajo, me encontré con una amiga que colabora con una asociación para la defensa de los animales, la llevaba entre sus brazos y se dirigía a casa de otro amigo para buscarle un hogar donde la acogieran. No tenía más de dos meses y temblaba de miedo. Queti, como se llama mi amiga, me dijo que la habían maltratado y abandonado, por ese motivo se comportaba en tal estado anímico.

Siempre me han gustado los animales y, anteriormente tuve varios perros amigos de distintas razas, tengo que puntualizar que los prefiero mezclados, no puros, porque suelen ser más inteligentes. Tal vez por ese motivo y por la tristeza que mostraba decidí que yo la adoptaba nada más verla. Se la arrebaté de los brazos a Quetí y desde entonces compartimos la vida juntos.
Mi princesita, como me gusta llamarla, recuperó la alegría en poco tiempo y en estos dos años me ha colmado de satisfacciones, durante todos estos días no ha hecho nada más que demostrarme, con su actitud y cariño, que adoptarla es de lo mejor que me ha podido pasar, tenerla a ella de compañera y amiga.

Tanto mis compañeros de trabajo como amigos y vecinos le tienen muy buena estima y cada vez que se encuentra con alguien conocido va como una bala corriendo, con sus orejas flácidas, caídas, y se tumba a sus pies, haciéndole carantoñas y moviendo el rabo, el que por capricho le amputó su maltratador y antiguo "cuidador", un cazador sin escrúpulos ni sentimientos.

Cada día, cuando abro la puerta, ella vuela escaleras abajo, sin control, buscando la calle, que es lo que más le gusta, aparte de comer otra cosa que no sea su pienso compuesto. Hoy repitió lo mismo de siempre, pero a mitad de camino, en el patio del edificio, se encontró con Isidro, el responsable de mantenimiento, estaba realizando unos trabajos de pintura y tuvo que apartar la brocha para no mancharla, por los saltos y juegos que le dedicaba nada más verlo.

-¡Buenos días, Isidro! -le saludé.

-¡Buenos días, Antonio! -me respondió- ¡Va como loca, qué ganas de salir a la calle lleva!

Le abrí la llave de la cancela del zaguán y de un salto se colocó en la calle, miró a un lado, a otro, y la vi que comenzó a correr en dirección al río. Había visto a Alejandro y no dudó un segundo en salir corriendo a saludarlo, prefiere saludar primero y hacer pis después.
Alejandro es un niño de unos diez años, delgado, pelo negro y tez morena, no tiene hermanos y su mejor amigo es un laúd, el que siempre lleva colgado a sus espaldas metido en su funda negra. Le gusta el Madrid pero preferiría que el Córdoba estuviera en primera división para ganarles siempre que se enfrentaran. Es un virtuoso, ese niño será un gran músico en el futuro, a veces, cuando paso por la calle, a la altura de su ventana, le oigo tocar el instrumento de cuerdas y me deja embelesado, un sonido limpio, dulce, que me transporta a la Córdoba califal, con sus melodías musulmanas y sus prestigiosos músicos.
Los dos jugaban rebosantes de alegría, no sabría decir cuál de los dos más, si Alejandro o Lana.

-¡Buenos días! -me dijo.

-¡Hola Alejandro! -le respondí.

Continué mi camino y mi princesita tras de mí, acompañándome, oliendo a cada paso, todo, lo huele todo. Alguien me dijo en una ocasión que los perros, cuando olfatean por la calle, es como si leyeran el Diario del Barrio, cada olor es una noticia, qué perro cruzó por tal calle, quién marcó aquella esquina, a quién pertenecen estas heces y cuándo las depositó... la alarma cuando un intruso ajeno a la comunidad canina del barrio dejó su señal en la calle...
Lana es educada y siempre deseca en el mismo lugar, hace sus necesidades y a continuación se aparta para que yo las recoja con la bolsa de plástico y la deposite en la papelera más cercana.
El paseo iba dirigido a los sotos del Guadalquivir, en la orilla del río, es la zona verde natural más cercana y lo más parecido a caminar por el campo, por las afueras de la ciudad, aunque se sitúa dentro de ella.

Al tiempo que Lana leía su Diario del Barrio particular, olía todo lo posible, yo pensaba en la música, en concreto en Ziryab, Alejandro hizo que lo recordara y caminando por los mismos lugares que, seguramente, hace un milenio largo, él recorrió en más de una ocasión, no tuve más remedio que imaginármelo basándome en los conocimientos que tengo del "Mirlo Negro", que vino de Bagdad.

Su verdadero nombre era Abu I-Hasan Ali ibn Nafi´ y se le conocía por Ziryab (mirlo) por su hermosa voz, que recordaba a este pájaro, y su tez oscura.
Nació en Mesopotamia, Iraq, en el 789 y murió en Córdoba en el 857.
No está claro su origen, pues mientras que unos aportan la posibilidad de que fuera Kurdo otros defienden que era de ascendencia negra, un liberto, esclavo que quedó libre por cualquier motivo sin determinar.

Cierto día, durante su infancia en Bagdad, el califa Harun al-Rashid le pidió al gran músico Ishaq al-Mawsili que le llevara a su mejor discípulo y el califa quedó maravillado ante la voz de aquel joven.
Sin embargo, no todo fue positivo porque su mentor, envuelto en un ataque de celos y temiendo que anulara su prestigio, le obligó a abandonar el califato, ofreciéndole dinero y aconsejándole que se exiliase a Occidente, para evitar que le pudiera pasar algo malo.

El joven Ziryab no lo dudó e hizo caso al maestro, conociéndolo a él y a su poder decidió marcharse. Más adelante, y cuando el califa preguntó al maestro por el joven, Ishaq al-Mawsili le dijo que era un muchacho loco y trastornado, que se había marchado de Bagdad, por lo que pronto fue olvidado.
Cuando salió de Iraq llevaba consigo más de mil poemas en diferentes modos, vagó por Siria, por Sham, y por Ifriquiya, en Túnez, donde vivió un tiempo en la corte aglabí de Kairuán, donde no perdió el tiempo y entró en contacto con la música popular tunecina.

Fue en la antigua capital de este reino del norte de África, donde se decidió a escribirle al monarca español al -Hákam I, del cual recibió respuesta positiva rápidamente y aceptando sus servicios.
Fue en Algeciras donde desembarcó con su familia y, al llegar, se encontró con la terrible noticia del fallecimiento del califa, este motivo le hizo pensar en volverse a Túnez, pero Mansur, el cantor judío enviado por el monarca recién fallecido para recibirle, le aconsejó que no lo hiciera y continuara con la decisión de llegar a Córdoba.

Esto hizo que desistiera y esperó a conocer la respuesta de la carta que le escribió al nuevo califa, el hijo de al-Hákam I, Abd ar-Rahmán II, el Victorioso. La noticia llegó poco tiempo después, renovando la invitación de su padre.

Cuando llegó a Córdoba le esperaba un enviado de la corte, por el que fue recibido y llevado a una de las mejores casas de la ciudad y pasados tres días, descansando de las fatigas del viaje, fue recibido por el nuevo califa que le ofrece unas condiciones extraordinarias, un palacio, una renta mensual de doscientos dinares y otras prebendas, también le otorga el honor de ser comensal suyo y jefe de los cantores de palacio, todo esto sin oírle cantar nunca.
La tremenda alegría por la sorpresa en el ofrecimiento le hace olvidar todo lo anteriormente padecido y enfrentarse al futuro de su profesión con gran ilusión.

En Córdoba creó el primer conservatorio musical en el mundo islámico y aportó nuevas técnicas y numerosas modificaciones en la música. Inventó los Nuvas, cantos árabes, y le agregó una quinta cuerda a las cuatro que tenía el laúd e inventó el plectro de garro de águila, que aún persiste en la actualidad, en lugar del acostumbrado de madera.

Igualmente fue Ziryab quien introdujo en la península Ibérica las melodías orientales de origen grecopersa, que serían la base de una parte importante de las músicas tradicionales posteriores.
Hasta hay quien defiende que el flamenco es parte de esas influencias aportadas por Ziryab.
Pero el "Mirlo Negro", de delicados modales, fluidez de palabra y dulce carácter, no solo trajo a la corte andaluza renovados aires para la música, su aportación en otros campos sociales fue importantísima y fue famoso por las refinadas costumbres que aportó de oriente y que introdujo en la corte cordobesa.

Considerado el árbitro de la elegancia de los dominadores árabes, influyó en el vestido, en el mobiliario. En el peinado puso de moda peinarse con flequillo, una exquisita novedad oriental, y en la cocina introdujo recetas bagdadís, los espárragos, el uso de las copas de cristal que hasta entonces eran de oro y plata, manteles de cuero fino, cuberterías, nuevos modos de comportamiento.

Además de músico, peluquero, poeta y culinario tenía una excelente instrucción en otros campos, la Astronomía, Geografía, Física, Política. Con un trato delicado y gran ingenio, lo que cautivó a la nobleza cordobesa y se convirtió en el hombre más admirado e imitado.

Un personaje único e irrepetible en la historia universal, que le dio esplendor al califato y del que personalmente siempre estuve prendado, desde el conocimiento de su existencia.




Texto perteneciente a "Miradas Impacientes I", publicado por Ediciones Alféizar:
https://www.edicionesalfeizar.es/producto/miradas-impacientes-i/

2 comentarios:

  1. Hola, llego a tu blog a través de un comentario tuyo en Diario Córdoba donde has dejado la dirección.
    Me gustan los temas que tratas y como los abordas.
    Por cierto, la recreación virtual de la Córdoba califal es fantástica,¿quién la ha hecho?
    Un saludo

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  2. Hola, me parec un blog interesante de título interesante, me gusto mucho la entrada.

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