domingo, 17 de agosto de 2008

Cuando rugen las Perseidas

Andábamos por el final de la década de los sesenta, ya han llovido estrellas desde entonces, y recuerdo la noche en que vi llorar a San Lorenzo por primera vez.

Más que pena y acongojo sentí una tremenda curiosidad y sorpresa por lo que los santos podían hacer, aún cuando lloraban.

Llevaba varios días de intriga por saber qué era lo que le hacía "Ruge" a la chica que agarraba en sus brazos y a punto de besar. ¿Que le marabuntaba, que le iba a marabuntar? Una incógnita enorme cada vez que veía en aquel inmenso cartel en la fachada del cine de verano, llamativo por todo, por el tamaño, por el colorido, por la calidad del dibujo... Sinceramente, me tenía embrujado aquel cartel cinematográfico que presentaba como protagonistas a Eleanor Parker y Charlton Heston en "Cuando Ruge la Marabunta".

Mi desconocimiento del significado de muchas palabras, sumado a la contaminación por otros idiomas extranjeros que se escribían y leían de distinta manera, como el inglés, me hacían caer en la confusión y donde escribía ruge yo leía Roger. Ruge era el que la tenía en brazos y lo que haría con ella en la proyección, marabuntarla, era todo un misterio con tintes pecaminosos, cosas de mayores que provocaban sonrojo. Así estuve toda la semana, desde el domingo anterior, a la salida de la película ya colocaban el cartel que anunciaba la del fin de semana siguiente y de esta manera la publicidad nos instaba para la próxima cinta, en una época en la que apenas existían otros medios audiovisuales que no fuera la televisión de algunos privilegiados.

Por fin llegó el día. Mi padre me dejaba a la entrada del cine, como cada domingo, con el tique y con mis amigos, él y los demás padres nos esperaban en el bar de enfrente hasta que salíamos de la proyección. Juntos fuimos a por las sillas, al rincón donde estaban todas amontonadas en un apartado, de anea y algo desaliñadas, y a continuación buscábamos el mejor lugar donde ubicarnos bajo el espacio abierto al firmamento, oliendo a los jazmines que rodeaban el recinto y que combatían a los mosquitos. Seguidamente colocábamos un pañuelo desdoblado sobre el asiento, para que las chinches no nos sembraran de picaduras las nalgas, e impacientes esperábamos el comienzo de la película. La contaminación luminotecnia no existía entonces, es un término que hemos asignado a nuestro derroche de energía en las ciudades, y el cielo se mostraba en toda su crudeza, sembrado de estrellas cuando se apagaron las luces.

Comenzó la proyección y continuaba impaciente por conocer las respuestas a mis preguntas esenciales, ¿qué le haría Ruge para marabuntarla? Mientras tanto, un rumor nació de entre los congregados que parecían mostrarse ajenos a la pantalla, sus miradas se dirigían al cielo y, cuando les copié la dirección, mi mirada se encontró con estrellas fugaces que aparecían y desaparecían en décimas de segundo. Las "lágrimas de San Lorenzo" me distrajeron de la historia que se proyectaba y mis preguntas fueron sustituidas por otras bien distintas: ¿Cómo puede llorar un santo de esa manera tan desconsolada y  espectacular? Por lo que oía a mi alrededor en el cuchicheo de los asistentes al cine.

Miraba a un lado y hacia el otro, pero no las contaba, escuché que no se podían contar, que salían verrugas, una por estrella contada, pero que se podía pedir un deseo sin decir el contenido, para que se cumpliera, cada vez que se veía una de aquellas estrellas fugaces, por lo que me pasé la proyección pidiendo deseos para no perder la oportunidad.

Cuando salí del cine llevaba tantos deseos pedidos que resultaba imposible recordarlos. Lo que sí recuerdo  ahora es cuando mi padre me esperaba a la salida, me cogió de la mano y me preguntó:
-¿Te ha gustado la película? -a lo que respondí afirmativamente con una sonrisa, pensando en todos los deseos que había pedido para él y mis seres queridos, y que él ignoraría hasta cumplirse.

Por supuesto que no conseguí averiguar cómo la marabuntó "Ruge", supuse que sería cuando la besó, después de acabar con aquellas hormigas devoradoras. Fue más tarde, con los años, cuando comprendí que no existía el tal Roger y que el rugido era el de la plaga de hormigas. También me quedé esperando a que se cumplieran mis deseos, fue una pena porque todos contenían buenas intenciones; asimismo, descubrí que San Lorenzo no era el que lloraba tan desconsoladamente, que se trataban de las Perseidas.

Las lluvias de estrellas son pequeñas partículas de polvo cósmico depositadas por algún cometa y que se encuentran con la Tierra en su viaje anual alrededor del Sol. Al entrar en la atmósfera terrestre a gran velocidad se desintegran brillando en la caída.
Estas en concreto son producidas por el cometa "Swift-Tuttle" , descubierto en 1862 y que nos visita cada 120 años. La relación con San Lorenzo no es otra que la coincidencia cada año con el día en que se celebra su festividad, el día 10, y que en la época medieval se las atribuyeron a su llanto cuando lo quemaron en una parrilla.
Y es que cuando sucedían hechos inexplicables, la Iglesia, no esperaban a encontrar una respuesta lógica a las preguntas, que en la mayoría de los casos no les convenían. Como yo cuando desconocía cómo la marabuntaría Ruge, se inventaban las respuestas y se quedaban tan contentos y convencidos...¿O no sería así?

http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/

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