domingo, 27 de noviembre de 2011

Cultura maya ( XI )


Escritura

El ocaso del periodo Clásico también significó para los mayas la decadencia generalizada de su cultura. El siglo X de nuestra era marcó una etapa decadente en la que el esplendor de siglos anteriores fue decayendo, sus señas culturales de identidad se fueron apagando hasta desaparecer en muchos aspectos, se dejaron de construir edificios públicos, el levantamiento de estelas, altares y otros monumentos, y por supuesto también este revés o retroceso cultural lo sufrió la escritura, hasta el punto de que cuatro siglos más tarde, para cuando los españoles arribaron a tierras americanas ya apenas se tenía conocimiento del sistema de escritural de los mayas. El cronista español Diego de Landa así lo expone en su obra Relación de las cosas de Yucatán, donde señala que para entonces solamente algunos individuos de la élite la sabían leer y escribir y por eso eran más connotados. Uno de ellos, Gaspar Antonio de Chi, fue quien ayudó al religioso a crear un alfabeto.

La escritura maya se desarrolló y utilizó durante todo el periodo Clásico, la etapa de mayor esplendor en esta cultura mesoamericana, y aparece principalmente en dinteles, altares y estelas, acompañando a los acontecimientos reales que sucedieron como los ascensos y muerte de gobernantes, sus hazañas militares, o señalando algún acontecimiento astronómico de importancia.

Para Diego de Landa, el apoyo de Gaspar Antonio Chi supuso una ayuda de incalculable valor, ante la dificultad del español de comprender otra forma que no fuese la fonética del alfabeto. En la escritura maya no funciona de la misma manera que en el castellano, donde las consonantes tienen nombres sílabos.

La escritura maya también es conocida como jeroglífica, por el leve parecido con la escritura del antiguo Egipto, pero si acaso el maya fuese comparable con algún otro sistema este sería el chino, por su estructura pictográfica, donde los ideogramas pueden anidarse para formar conceptos más complejos, a la vez que funcionar sólo como representaciones fonéticas. El sistema de escritura maya no es alfabética como creía Diego de Landa, ni silábica como el castellano, sino logoideográfica. Una combinación de símbolos fonéticos e ideogramas.

No se puede culpar a los conquistadores españoles de la desaparición que supuso el conocimiento de la escritura del pueblo maya pues, como ya apunto anteriormente, hacía siglos que había entrado en una fase de desaparición definitiva. Sin embargo, sí se puede censurar la actitud que tomaron los misioneros españoles respecto a este tema, que por su afán de imponer sus costumbres y religiosidad entre los indígenas ordenaron la quema de todos los libros mayas poco tiempo después de la conquista. Sin lugar a duda fue un duro golpe contra la herencia cultural que los antepasados mayas dejaron. De todas maneras, las inscripciones de símbolos escriturales en piedra aún sobreviven, en parte gracias a que la mayor parte de las ciudades mayas habían sido abandonadas siglos antes de que llegaran los conquistadores españoles.

Diferente sucede con el Posclásico, del que existen una considerable cantidad de textos, la mayoría escritos con caracteres latinos después de la conquista. En esta nueva etapa los mayas aprendieron y comenzaron a registrar su historia con el nuevo alfabeto, unas veces en lenguas mayenses y otras en castellano. Al menos no se perdió en su totalidad la historia de este pueblo, ya recogieron parte de la literatura oral de sus antepasados.

El estudio de la escritura maya marca dos versiones diferentes. Por un lado están los epigrafistas, abanderados por Costantin Rafines, que fue el primero en descifrar los glifos numerales en 1.832. Más tarde, en 1.952, fue el ruso Yuri Knórozov quien realizó un estudio descifrando la lengua maya. La otra corriente la representa el Doctor Ramón Arzápalo Marín, filólogo y mayista. El trabajo de los epigrafistas han permitido que se puedan leer las estelas y otros documentos, su desciframiento ha significado un largo y laborioso proceso. A finales del siglo XIX y principios del XX se dio un importante paso adelante en descifrar algunas partes, en su mayoría relacionadas con números, el calendario y astronomía, sin embargo, fue entre las décadas de 1.960 y 1.970 cuando se aceleraron los conocimientos, permitiendo que en la actualidad la mayoría de los textos pueden ser leídos en su idioma original.

Literatura y códices

Entre los manuscritos mayas que se conocen en la actualidad están los conocidos como Chilam Balam, de Maní, de Tizimín, de Chumayel, y otros. Aproximadamente son una veintena de manuscritos los que se conocen, con el nombre del lugar donde se encontraron. Estos textos indígenas son nativos transcritos al español después de la conquista, se basan en la tradición oral y recogen una realidad que abarca desde principio del Posclásico. Son de carácter mítico-épico y suponen una gran fuente de información para entender mejor la organización sociopolítica, la ideología y la historia de los grupos mayas prehispánicos.

El Chilam Balam, el Popol Vuh y los Anales de los Cakchiqueles son tres libros que fueron escritos en maya yucateco, quiché y cakchiquel respectivamente, pero utilizando el alfabeto latino. El Chilam Balam es el nombre de varios libros que relatan la historia de la civilización maya, escritos por autores anónimos entre los siglos XVII y XVIII, en la Península de Yucatán. Cada uno de estos libros recibe el nombre del poblado que lo escribió, por lo que existen el Chilam Balam de varias localidades. Entre los más importantes están: Maní, Tizimín, Chumayel, Kaua, Ixil, Tusik, Tekax, Nah (Teabo), Yaxkukul y el Códice Pérez. En el caso de este último cabe señalar que se trata de una recopilación fragmentaria de varios de los libros chilambalames.

El Popol Vuh es conocido también por el sobrenombre de Libro Sagrado o La Biblia de los mayas Kichés. Traducido al quiché significa "Libro del Consejo" o "Libro de la Comunidad". El Popol Vuh es una recopilación de varias leyendas de los quichés, el pueblo de la cultura maya de mayor alcance demográfico en Guatemala, y tiene un gran valor histórico y espiritual. No se conoce el autor de este libro, escrito en lengua quiché con el alfabeto latino a mediados del siglo XVI, permaneció oculto hasta 1.701, año en el que los maya quiché de la comunidad de Santo Tomás Chuwila se lo mostraron a Fray Francisco Ximénez y éste lo tradujo al idioma español.

A los Anales de los Cakchiqueles también se le conoce por otros nombres, como Anales de los Xahil, Memorial de Tecpán-Atitlán o Memorial de Sololá. Sus autores fueron miembros del linaje Xahil, entre ellos Francisco Hernández Arana Xajilá (de 1.560 hasta 1.583) y su nieto, Francisco Rojas (de 1.583 hasta 1.604). Desde su creación permaneció guardado junto al lago de Atitlán, en la ciudad de Sololá, hasta que en 1.884 se encontró en los archivos del convento de San Francisco de Guatemala y traducido posteriormente por el abad Charles Étienne Brasseur de Bourbourg en 1.855. Los Anales de los Cakchikeles cuentan la historia y la mitología de este pueblo mayense.

Los códices son uno de los cimientos importantes, junto a la arqueología y las estelas, para el conocimiento de la cultura maya. Las estelas son los documentos escritos más antiguos que se tienen de los mayas prehispánicos, en los que aparecen grabados jeroglíficos y signos de calendario. En cuanto a los códices, solamente son cuatro los que se salvaron de la destrucción que llevaron a cabo los misioneros religiosos de la Conquista y que han llegado hasta nuestros días. El Códice Dresden, el Códice Madrid, el Códice París y el Códice de Grolier.

• Códice Dresden: Es el considerado más importante y el más elaborado de los cuatro existentes. Es un calendario que muestra a los dioses que influyen en cada día, detalles del calendario y el sistema numérico maya. Algunos historiadores opinan que probablemente fue escrito por escribas poco tiempo antes de que llegaran los conquistadores españoles a tierras americanas, entre los años 1.200 y 1.500, y cuya procedencia sitúan en Chichén Itzá. Este manuscrito está elaborado en papel de amate, en una tira que mide 3,54 m., que se dobla en forma de biombo y crea 39 hojas escritas en ambos lados. Se desconoce cómo llegó a Europa, fue vendido en 1.739 a la librería real de la corte de Sajonia en Dresden. Se conserva en dicha ciudad alemana en la Sächsische Landesbiblithek.

• Códice Madrid (Tro-Cortesiano): Este códice se conserva en la capital española, en el Museo de América. Sus autores son ocho escribas mayas diferentes y su contenido es principalmente adivinatorio, habla sobre horóscopos y tablas astrológicas. Los expertos opinan que se confeccionó en el siglo XV, probablemente en las tierras bajas del sureste mexicano y Guatemala. El papel amate es el utilizado para su elaboración, en una tira de 6,82 m. y doblada en forma de biombo que forman 56 hojas pintadas por ambos lados. Sus 112 páginas se separan en dos secciones, conocidas como el Códice Troano y el Códice Cortesano. Los historiadores opinan que fue enviado al rey de España, Carlos I, por Hernán Cortés junto al Quinto Real. El conquistador extremeño describe en su primera carta de relación: "más dos libros de los que acá tienen los indios".

• Códice París (Peresiano): Este códice se encuentra actualmente en el Fonds Mexicain de la Biblioteca Nacional de Francia, antiguamente Biblioteca Imperial de París, donde fue descubierto en una esquina polvorienta de su chimenea. Al igual que los otros dos anteriores también está elaborado en una tira de papel de amate, de una longitud que ronda los 145 cm. De la misma manera que el Dresden y el Madrid, el códice de París se dobla en forma de biombo, que compone 12 hojas, en donde dos de las cuales se han perdido completamente todos los detalles. La fecha de creación la sitúan los historiadores entre los siglos XIII y XIV, y lo relacionan con la pintura de Tulum y Mayapán. Bruce Love señala, en "El Códice de París: Manual para un sacerdote Maya", que su contenido se refiere a temática o cuestiones rituales, que corresponden a sus dioses, rituales, ceremonias y profecías. Un calendario de ceremonias y un zodiaco dividido en 364 días.

• Códice de Grolier: Sobre este códice existen muchas discrepancias entre los estudiosos, unos opinan sobre él que se trata de una falsificación y otros en contra lo consideran un cuarto códice maya. Es el único de los cuatro que se conserva en tierras americanas, actualmente se halla en un museo de México. A pesar que la datación por radiocarbono del documento ha calculado que pertenece al siglo XII se duda de su autenticidad, por el simple hecho de estar escrito solo por el anverso de sus páginas. El Códice de Grolier fue encontrado en 1.965 en una cueva de la Sierra de Chiapas. El doctor José Sáenz fue quien se lo mostró al mayista Michel Coe en el Club Grolier de Nueva York, de ahí el nombre por el que se conoce el documento. En realidad se trata de un fragmento de 11 páginas de lo que parece haber sido un libro de 20. Cada página mide 18 cm. de alto por 12,5 de ancho. Una de las voces discordantes sobre su autenticidad es la de la doctora Laura Elena Sotelo, especialista en códices mayas del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, que ha estudiado el documento y sostiene que: "las evidencias apuntan a que está hecho en 1.960, aunque aún existen controversias al respecto".





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