martes, 15 de noviembre de 2011

Cultura maya ( VIII )


Dentro de la arquitectura maya casi siempre encontraremos varias características que son generalizadas entre los diferentes estilos regionales. Una de ellas son las plataformas pétreas que configuraban la base de casi todos los edificios, que dependiendo de su importancia variaban en altura. Desde un metro en las terrazas o estructuras menores hasta 45 cuando se trataba de grandes construcciones como templos y pirámides. Otra distinción son las rampas escalonadas al menos por un lado, construidas de un corte y un exterior de estuco relleno de gravilla bien compacta. También el arco era un especto que se repetía con frecuencia, aunque no se puede decir que fuese una herramienta efectiva para incrementar el espacio interior, más bien se podría decir que a menudo se utilizaba para imitar la apariencia de la cabaña simple maya. Sin embargo, en sitios como el Templo de la Cruz, en Palenque, los arcos o las bóvedas arqueadas sí tienen una funcionalidad práctica en la construcción de la sauna o pinbal.

Pirámides, templos, palacios, torres y observatorios, canchas de juego de pelota, arcos de triunfo, baños de vapor, avenidas, murallas, acueductos, puentes, chultunes y depósitos eran las construcciones más importantes de los mayas, y por encima de todas ellas destacaba la pirámide y el templo. Hasta no hace demasiado tiempo, al igual que en otras regiones mesoamericanas, se creía que la importancia de la base piramidal recaía en ser el soporte del templo, que para los mayas era la representación simbólica del cosmos. Sin embargo, ese pensamiento respecto a las plataformas piramidales ha cambiado. En la actualidad se cree que tienen una relación muy directa con los antepasados, tanto es así que algunos arqueólogos consideran que algunas pirámides mayas son auténticas necrópolis, por el descubrimiento de su uso extensivo como tumbas.

Los templos ocupaban el lugar más destacado, el más alto de todos los edificios, supuestamente por estar más cerca del cielo. Por lo general no contaban con más de tres cuartos pequeños donde se practicaban algunos rituales, una cresta en el techo y un gran muro superficial que probablemente sirvieron de propaganda. Al ser las estructuras más altas, que en ocasiones excedían la altura de la selva, las crestas eran decoradas con la imagen del gobernante para que se vieran desde lejos. Como ocurre en El Mirador, a más de 60 metros de altura y con ricos decorados.

Las plataformas ceremoniales son base de piedra caliza de no más de cuatro metros de altura, construidas en forma de plataforma de cimientos que en ocasiones se realzaban con figuras talladas, donde se realizaban ritos religiosos y ceremonias públicas. Es muy probable que también se colocara sobre la paltaforma, el tzompantli, una estaca de madera donde se clavaban las cabezas de las víctimas sacrificadas.

En los palacios se hospedaba la élite de la sociedad. Estos edificios se ubicaban en el centro de las ciudades, eran grandes y estaban ricamente decorados. A esas conclusiones llegan los estudios realizados sobre ellos, que cuentan con varias estancias y por lo general un patio interior, con una altura propia de una residencia y decorados a la altura de sus habitantes. También se generaliza entre los arqueólogos que los palacios son hogar de varias tumbas. Sus estimaciones se basan en algunos ejemplos como Copán, donde se ha descubierto la tumba de uno de sus gobernantes, y en Tikal, donde la acrópolis norte parece haber sido el sitio de numerosos entierros a finales del Preclásico y principio del Clásico.

A los observatorios mayas también se les conoce como grupos E, debido al primero en descubrirse, en la ciudad de Uaxactún. No es casual que en la parte occidental de la plaza se sitúe siempre una pirámide templo con una estela, que encara a otros tres templos más pequeños en el lado opuesto. La precisa posición del sol por entre los templos más pequeños durante los solsticios y equinoccios, usando a la estela como referencia, los convierte en observatorios.

Aunque para los mayas el juego de pelota estaba tan integrado que se entendía como un estilo de vida, lo cierto es que su origen es mucho más antiguo. Este juego ritual se originó hacia el año 2.500 a. C., en la región del Golfo de México. Algunos especialistas afirman que las colosales cabezas olmecas, que portan una especie de casco, pudieran haber sido representaciones de jugadores. El juego de pelota tuvo un papel, además de ritual, político y probablemente económico. Las canchas mayas donde se desarrollaba el juego estaban rodeadas por dos lados con dos grandes rampas escalonadas, tenía forma de I mayúscula y, salvo en las más pequeñas, se les puede encontrar en todas las ciudades mayas. Su simbolismo enfrenta al bien y al mal, a la luz y a la oscuridad, y tiene en la pelota a los astros y a las fuerzas de la creación en pleno movimiento.

Para entender los diferentes estilos arquitectónicos regionales de los mayas lo mejor es remitirnos a las estimaciones de George F. Andrews, que los divide en nueve diferentes.

Sudoriental: La particularidad de este estilo son los muros muy anchos y cuartos estrechos, los falsos arcos escalonados y las fachadas cubiertas con esculturas pétreas y estuco. Sus monumentos destacan por la cantidad y la calidad en el labrado e inscripciones jeroglíficas. Queda representado en Copán (Honduras), Tazumal y San Andrés (El Salvador).
Petén Central: Las características de sus pirámides marcan una inclinación muy pronunciada. Las cresterías de sus templos son huecos y sus cuartos traseros con altas. Los palacios son de dos plantas y sus muros anchos, con cuartos estrechos y falsos arcos bajos. El ejemplo más claro lo encontramos en Tikal (Guatemala).
Usumacinta: La diferencia de este estilo, en contra de lo generalizado, es que sus bases son elevaciones naturales, no existen plataformas piramidales bajo sus templos. Sus muros son anchos y sus cuartos angostos. Los arcos son altos y falsos, sus cresterías de doble muro con nichos. La referencia de este estilo podemos encontrarlo en Yaxchilán (México).
Noroccidental: En sus edificios destaca la elegancia de sus esculturas en estuco y piedra. Son construcciones pequeñas con amplios cuartos y sus arcos altos falsos. Los espacios huecos en los muros son anchos, lo que permite buena ventilación y luminosidad en sus interiores. Dos ejemplos son Palenque y Comalcalco (México).
Río Bec: Destacan las torres paralelas en sus edificios, las esquinas redondeadas y simbólicas escaleras, con una inclinación tan elevada que las hace inútiles. La entrada a sus templos son simples hendiduras y en sus decoraciones hallamos diseños geométricos y máscaras de forma animal. Lo encontramos en Becán, Xpuhil y Chicanná (México).
Chenes: Sus características son compartidas con Río Bec y Puuc. Las fachadas de sus edificios son de tres partes y las máscaras de animales predominan en las puertas. Las estatuas descansan sobre piedras salientes en las molduras, las cresterías de un muro y máscaras de Chaac. El ejemplo lo hallamos en Hochob y El Tabasqueño (México).
Puuc: Los burdos acabados, los estrechos huecos entre muros y las columnas formando múltiples puertas distinguen a este estilo temprano del Formativo. Como es el caso de Kabáh (México). Sin embargo, para el Clásico, se refinan los acabados y se incluyen dibujos geométricos en la parte alta de sus edificios. Así como máscaras de Chacc en esquinas y puertas. Destacan sus edificios alargados, más que altos, y los palacios con abundantes cuartos. Sayil y Uxmal (México) son sus ejemplos más representativos.
Planicies noroccidentales: Aquí encontramos dos estilos arquitectónicos. El Maya Chichén, que comparte semejanzas con el Puuc del Clásico, y el Maya Tolteca. En este último encontramos pirámides-templo, patios con columnas, patios-galerías y plataformas de Venus. En sus diseños decorativos destacan serpientes, águilas, jaguares, Chac Mool y motivos florales. Chichén Itzá (México) es lo más representativo.
Costa oriental: En este estilo se recogen pequeños sitios arqueológicos, nichos y perfiles humanos en las cornisas de las esquinas y figuras del Dios Descendente. Tulum (México) es el ejemplo.


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