lunes, 14 de noviembre de 2011

Cultura maya ( VII )


El arte de los mayas está considerado como sublime, por encima de todas las expresiones artísticas de otros pueblos mesoamericanos. Su excelente manufactura se haya en cada uno de los formatos que utilizaron para desarrollar su arte, especialmente el correspondiente al Clásico, entre los años 200 y 900 de nuestra era. De entre los tallados y relieves en estuco destacan los de Palenque y el estatuario de Copán; las estelas más grandes y de mayor calidad las encontramos en Quiriguá, y de San Bartolo (Petén) y Bonampak los murales más antiguos. La mayor parte de expresiones artísticas que la arqueología ha recuperado son piezas de alfarería funeraria y cerámica de uso cotidiano y ritual. Sin embargo, el arte y la cultura maya se produjo y se interpretó de muchas y diferentes maneras o formatos, con una notabilísima calidad en todos sus campos desarrollados: arquitectura, arte con plumas, cerámica, escultura, literatura, música, pintura, matemáticas, astronomía o teatro, entre otras.

Todas las expresiones artísticas mayas tienen su distintivo de estilo propio, aunque esto no quiere decir que estuvieron faltos o exentos de influencias externas. En sus épocas más tempranas fueron los olmecas los que marcaron esa influencia en el desarrollo de su estilo; durante el Clásico fue la teotihuacana la que se hizo notar en algunas ciudades importantes como Kaminaljuyú y Tikal; para el Posclásico fue la tolteca, la que dejó su impronta en algunas ciudades del norte, especialmente en Chichén Itzá.

Arquitectura


En la arquitectura de los mayas encontramos que cada región desarrolló unas características propias, con diversas singularidades en cada región del área, sin embargo, existen unas pautas determinadas que son compartidas por todos los estilos particulares. Lo que comenzaron como centros del poder religioso, comercial y político o burocrático, acabaron por convertirse en fabulosas ciudades. El Mirador es la más representativa de las ciudades mayas pertenecientes al Formativo, en el Clásico destaca Tikal y para el Posclásico quedaron Chichén Itzá y Uxmal.

Las características arquitectónicas propias de cada región del Área Maya las encontramos tanto en su diseño, materiales empleados o procesos de construcción que se llevaron a cabo. Sus diseños parecen un tanto descuidados en toda la geografía de Yucatán y Guatemala, como si de una manera naturalista se fuesen adaptando al terreno en el que se alzaban sus ciudades, una característica compartida con el resto de Mesoamérica. Mientras que por el norte de la Península de Yucatán las ciudades se expandían sobre las planicies de piedra calcárea otras elevaban sus torres y templos a grandes alturas sobre las colinas del río Usamacinta, siempre y en ambos casos conservando el orden obligado en su creación o desarrollo.

No todas las ciudades mayas contaban con monumentales pirámides que permitieran el contacto con los dioses del inframundo y supramundo, las cuevas, ya fueran naturales o artificiales, eran un elemento básico para el contacto con sus dioses. Un ejemplo de ello es la ciudad de Cancuén, que aunque tiene el Palacio más grande no cuenta con pirámide, pero sí está rodeada de montañas donde las cuevas naturales son frecuentes. Así mismo, la disponibilidad de recursos naturales, como los cenotes, y algunos puntos determinados en la observación astronómica eran condiciones fundamentales a la hora de decidir el sitio donde se creaban los centros ceremoniales. Su desarrollo comenzaba con la creación de grandes plataformas, las bases de los principales edificios gubernamentales y religiosos (templos piramidales, palacios, acrópolis reales y canchas para el desarrollo del juego de pelota), que iban creando a su vez enormes plazas. El Mirador y Tikal fueron más grandes que las ciudades del centro de México o el valle de Oaxaca.

La importancia de la construcción hacía de ella que fuese más o menos privada o pública, dependiendo del nivel sagrado o gubernamental del edificio, que iban ganando privacidad a medida que se alejaban del centro de rituales. También la nobleza iba menguando según se alejaban sus construcciones del centro religioso, estructuras más pequeñas y santuarios individuales. En el extrarradio se situaban las viviendas más humildes de las capas más bajas de la sociedad. Al contrario que otras grandes ciudades mesoamericanas como Teotihuacan, rigurosamente construida sobre dos ejes perpendiculares, las grandes ciudades mayas crecían adaptándose al terreno, aunque sin perder la orientación de acuerdo a la interpretación que los mayas tenían de las órbitas de las estrellas.

Sorprende conocer cuando se observan las grandes edificaciones que la materia principal para su construcción era la fuerza humana, que no usaban herramientas de metal y otros elementos tan básicos y fundamentales para hoy como la polea e incluso la rueda. Entre los materiales empleados predomina la piedra caliza, salvo en lugares como Comalcalco que no cuenta con canteras de piedra en el entorno y en su lugar emplearon ladrillos de barro cocido. Todo indica que era tomada de canteras locales y que se trabajaba recién extraída, aprovechando su humedad natural que la hacía relativamente blanda, para lo que se utilizaban herramientas también de piedra. La piedra se utilizaba de distintas maneras, además de su forma estructural, para la unión de los bloques y acabados de repello se formaba una mezcla de piedra caliza aplastada, quemada y batida, que ofrecía unas propiedades muy parecidas al cemento. Sin embargo, la cada vez más depurada técnica en la extracción de las piedras hizo que los bloques fueran encajando mejor entre sí, lo que provocó que el uso de la mezcla fuese quedando reducida al empleo en techos de columnas y vigas. En cuanto a las casas más comunes, aunque también se utilizaba la piedra en ocasiones, por lo general los materiales utilizados eran en su mayoría perecederos, madera, caña, adobe y paja.


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