domingo, 7 de septiembre de 2008

El hallazgo de Qumran



Corría el año 68 d. de C. cuando la décima legión romana, la encargada de reducir a los rebeldes judíos, ocupó el monasterio de Khirbet Qumran, al que ya había descrito el erudito romano Plinio (24-69 d. de C.) como sede de una importante colonia de esenios, una secta judía a la que así mismo se llamaban Nueva Alianza.
Los religiosos tuvieron que abandonar el lugar pero no sin antes esconder su biblioteca escrita en hebreo, griego y arameo, en las cuevas más cercanas al monasterio.
En total son 900 rollos de pergaminos los que se han recuperado, compuestos entre 12.000 y 15.000 fragmentos de muy diversos tamaños de los que, algunos de ellos y hasta la fecha, han sido imposibles de leer por el ojo humano.

Entre las ruinas salieron a la luz detalles que han desvelado misterios de esta secta, de su manera de vivir, sus costumbres y ritos religiosos, que nos llevan a suponer que los esenios son los orígenes mismos del cristianismo. Los arqueólogos han descubierto lo que fue una gran sala de reuniones con cientos de fuentes de arcilla y cuencos, almacenes para las provisiones, un taller de alfarería y un molino de trigo. No se encontraron viviendas, pues parece ser que estos monjes vivían en cuevas, cabañas o celdas, al igual que los antiguos hebreos y practicaban la humildad según las prescripciones de su secta. Sólo se reunían para rezar, comer o llevar a cabo sus actos religiosos en el monasterio. Sus tumbas son una muestra de esa humildad en la que vivían, por su gran sencillez, sin inscripciones, ofrendas, ni adornos.

Todo esto regresó a la actualidad cuando en el verano de 1947 un beduino buscaba una cabra que se le había perdido, en wadi Qumran, en el desierto de Judea. Por casualidad descubrió una cueva y arrojó a su interior una piedra, tratando de que saliera el animal en caso de que estuviera en el interior. No encontró respuesta alguna del rumiante pero en su lugar escuchó un sonido a vasija de barro que se rompía por la pedrada.
Preso de la curiosidad decidió entrar en ella y su sorpresa fue hallar lo inesperado, varias vasijas de arcillas que contenían rollos de cuero cubiertos de signos escritos por todas partes y que al parecer habían sido cuidadosamente guardados mucho tiempo atrás.
El beduino, como cabía de esperar, no sospechó, ni remotamente consciente, de lo que había descubierto, del valor de aquellos rollos de cuero que olían a moho y que hoy son uno de los tesoros arqueológicos de Israel. Decidió venderlos pero se encontró que nadie quería comprarlos, que nadie les daba valor, ni mucho menos del que con el tiempo se descubrió que tenían. Pero fue el metropolitano sirio del monasterio de San Marcos de Jerusalén el que finalmente se decidió y aceptó comprar los cuatro rollos mejor conservados. Era como si el espíritu de los esenios se negara a descubrir sus secretos mejor guardados, como si no quisieran que se descodificaran ni leyesen sus contenidos, porque la guerra egipcio-israelita de 1947-1949 truncó esa posibilidad he hizo que los rollos de nuevo cayeran en el olvido.

Sin embargo sucedió otro hallazgo que reactivó el antiguo descubrimiento, unos beduinos encontraron en otra cueva cercana más rollos, situada en las costas del Mar Muerto. Se trataba de seis nuevos rollos que contenían dos vasijas de arcilla de las mismas características de las anteriores. En esta ocasión fueron adquiridos por un arqueólogo que tenía conocimiento de los cuatro rollos del primer descubrimiento, pero surgió otro inconveniente o contratiempo para su estudio, la línea de demarcación había dejado al monasterio de San Marcos al otro lado de la ciudad, en la parte árabe, y eso suponía que no podía acceder a ellos.
Parece que se tomó al pie de la letra el refrán que dice: "el que la sigue la consigue", porque en enero de 1948 consiguió su propósito y de su estudio sacó a relucir que en uno de los manuscritos se reconocía el libro del profeta Isaías, del antiguo testamento. Otro de los manuscritos lo descifró como el Manual de la vida espiritual, de una secta judía.

Ni que decir tiene que el hallazgo se convirtió en un acontecimiento de primer orden y que no había acabado aún la guerra cuando los sabios de todo el mundo ya se habían puesto de acuerdo en que el descubrimiento de los rollos del Mar Muerto habían sido el más importante descubrimiento de manuscritos de la Edad moderna.

Los primeros pergaminos descifrados fueron una colección de los Himnos de Gracias, procedentes de los esenios, de la secta Nueva Alianza; un trabajo con el titulo de Guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas; y partes del libro de Isaías.
De repente las investigaciones de la cueva tomaron tanta importancia que hasta la ONU intervino para volverla a encontrar, pero cuando se dio de nuevo con ella, a 12 kilómetros al sur de Jericó y a 2 kilómetros de distancia del Mar Muerto, los beduinos la habían desvalijado y no se encontró nada, estaba vacía. Solamente encontraron los restos de 56 tinajas que indicaban que antiguamente la cueva pudo llegar a albergar una biblioteca de entre 200 a 250 rollos. Posteriormente y entre el transcurso de las investigaciones se descubrieron otras diez cuevas, todas ellas en las cercanías del monasterio de Qumran.

Fueron pobres los resultados obtenidos sobre las investigaciones que se llevaron a cabo en estas diez cuevas. En cambio, en la segunda se descubrieron tres rollos de cuero, en muy mal estado, corroídos y de unos 30 centímetros de anchura. Pero se consiguió descifrar el contenido de un pergamino después de grandes esfuerzos. Contiene una paráfrasis sobre los primeros diecisiete capítulos del Génesis. En uno de ellos, curiosamente, se describen sugestivamente los encantos de Sara por los ascéticos esenios, la primera y hermosa esposa de Abrahan, que aunque con 80 años todavía fue cortejada por Abimelech.

En la cuarta cueva que, a diferencia de las otras, fue construida en la antigüedad artificialmente se encontraron los mejores hallazgos, a excepción del libro de Ester fueron los textos de todos los libros del antiguo testamento los que se descubrieron. Se encontraron fragmentos de un total de 232 obras diferentes, entre ellos de los profetas y otros manuscritos pertenecientes al ya citado Manual de la vida espiritual y del Documento de Damasco.

La investigación continua y las últimas noticias, en el País, nos dicen que los rollos del Mar Muerto entran en la era digital, que rayos infrarrojos permitirán leer en la red los manuscritos con nuevos matices y que dentro de dos años los tendremos a nuestra disposición en Internet, seamos o no investigadores.
Me pregunto si los esenios tendrían conciencia, o conocimiento, de que llegarían los manuscritos a nuestros días, para sacarnos de muchas dudas con su contenido, y por ese motivo los guardaron tan celosamente.



http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/

1 comentario:

  1. Antonio, interesantísimo documento sobre los esenios que por supuesto desconocía. Estoy aprendiendo con tus escritos, y tengo que decirte que soy un enamorado de tu ciudad, siempre candidata para vivir cuando dejemos Madrid, que esperemos sea pronto. Un abrazo..

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