miércoles, 29 de abril de 2009
Tecun Uman y el lienzo de Quauhquechollan
sábado, 25 de abril de 2009
Protesta, llanto, dolor, ira y ternura
Poco tiempo más tarde afloró en mí la pasión por el arte pictórico, por la pintura artística, que me llevó a vivir de esta ocupación durante algunos años de mi vida, y aquel curioso parecido hizo que me interesara por la obra de su autor, el ecuatoriano Oswaldo Guayasamin. Al principio me costaba recordar su nombre, no así su pintura, porque si algo tiene de especial, que son muchos puntos, es que no recuerda a ningún artista; los cuadros de Guayasamin se distinguen por todo, por sus motivos o temática, composiciones, expresiones, trazos, colores... ni siquiera plagiándolo un buen imitador nos confundiríamos, al menos los que valoramos su legado artístico, es imposible captar todo lo que derrocha en sentimiento cualquiera de los miles de cuadros que pintó. La obra de este genio de la pintura, uno de los grandes con mayúscula y no solo de la América latina si no de la historia del arte contemporáneo en todo el mundo, no necesita de firma, no es necesario acercarse para comprobar su rubrica plasmada entre sus trazos sueltos y rotundos, impactantes y viscerales, pero a la vez dinámicos y armoniosos, expresivos, no esconden su sencillez, quizás porque es la necesaria fusión con el mensaje que emerge de sus telas, lo más profundo del sentimiento humano, de su raza, el dolor, el llanto, la ira y la ternura de los indígenas americanos.
La providencia, la diosa fortuna, ha tenido en gracia concederme la oportunidad de situarme en varias ocasiones ante algunas obras del genial ecuatoriano y los sentimientos que han provocado en mí nunca han sido indiferentes, algunas de sus obras me han atrapado de tal manera que he sentido la necesidad de abrazar el lienzo, con toda el alma, con toda la ternura; no obstante no llegué a perder la cabeza y no me dejé llevar por lo que el corazón me reclamaba. Pero la sensibilidad de sus figuras se transforma en una campanilla que despiertan los sentidos, para hacernos más humanos, para sacar lo que dejamos aparcado en un rincón del corazón y que solo a veces afloramos para identificarnos con los mejores sentimientos. Los cuadros de Guayasamin nos recuerda el dolor de un pueblo, de un continente, que pocas veces sonríe, que llora, grita, con la voz y con las manos, que representan un extenso y expresivo catalogo de los sentimientos del ser humano. Sus cuadros no son un mero objeto decorativo para las paredes de familias bien, sus pinturas no relajan las conciencias, al contrario, o nos hacen sentirnos culpables o comprometidos con su causa, la de la liberación de los pueblos indígenas, la de su dignidad y la de los mejores y más puros argumentos de la humanidad, el amor, la ternura.
Mi primer encuentro con su obra fue en mi ciudad, en Córdoba, y lo más curioso fue que no se trataba de algunos cuadros sueltos entre una exposición mixta con otros artistas, no. La exposición tuvo lugar en la Sala Museística de Cajasur y la componían cerca de una centena, impresionante, no me reprimí y fueron varias veces las que repetí mi visita a tal acontecimiento único. Tanto contenido puede revertirse en un riesgo y volverse cansado, provocando que muchas obras pasen desapercibidas y otras confundidas, pero no, ni me confundí ni me aburrí. La segunda ocasión en poder admirar varios cuadros más de Oswaldo Guayasamin fue también en mi ciudad, en la sala de exposiciones de La Casa Carbonell (Vincorsa), esta vez sus trabajos se acompañaban de otros, entre los que figuraban picassos, dalis y otros de reconocimiento mundial.
Después significó una agradable sorpresa cuando en octubre del 2007 visitaba el mercado de artesanía de la ciudad de Masaya, en Nicaragua; pretendía comprar algunos regalos y otros caprichos para mi, guayaberas, cerámicas... y en una sala, por entre patios ajardinados y pequeñas tiendas agrupadas en pasillos, se exponían pinturas, fotografías de otros tiempos, varias esculturas de pequeño formato y un Guayasamin, allí estaba, como tratando de pasar desapercibido entre tanta artesanía, pero el arte sobresale siempre por encima de mediocridades con buenas intenciones. Mi amigo Silvio me acompañaba aquel día y tengo que reconocer que en cuestiones pictórico-artísticas no está muy puesto que digamos, pero aseguraría que desde aquel encuentro no se le pasará por alto ninguna obra del pintor de las manos protesta. La última fue el año pasado, también en octubre, al regreso de mi viaje por Centroamérica, conocía la existencia de un mural en el Aeropuerto de Barajas, realizado con acrílicos y polvo de mármol, en 1982, pero nunca antes tuve la oportunidad de poder admirarlo, ya se sabe como son los aeropuertos, hasta que ese día, sin pretenderlo, se presentó ante mí al bajarme del tren cercanía que va de una a otra terminal; el tiempo apremiaba y no me permitió admirarlo como me hubiera gustado, pero siempre me quedará otra oportunidad.
jueves, 23 de abril de 2009
De Ofelia, Ibn Hazm y El Collar de la Paloma
Hay preguntas casi inevitables para un periodista que entrevista a cualquier personaje, muy trilladas, de acuerdo, pero que exponen y descubren con su respuesta cual es el carácter o la personalidad del entrevistado, siempre que éste sea sincero y no trate de dar una imagen de si mismo distorsionada de la realidad. ¿Que libro nos recomendaría? ¿Cual es su libro preferido? O ¿Que libro se llevaría a una isla desierta? Al fin y al cabo las tres preguntas tienen el mismo sentido y las tres servirían para hacernos la idea de como es el personaje que responde. Por supuesto que un libro no puede reunir todos los componentes que necesitaríamos para cubrir cada uno de los momentos de nuestra vida en una isla desierta, cada libro tiene su propio momento y a cada instante nos apetece leer un libro de distinto contenido, pero si hay que elegir uno sólo, entonces, se nos reducen las posibilidades y la elección saca a la luz nuestro yo más profundo.
Quería hacer un regalo y pensé en un libro, ya se sabe, cuando no encuentras que regalar un libro es lo más adecuado, a sabiendas de que lo más probable es que el obsequiado jamás muestre el mínimo interés por su contenido. Le pedí consejo a Esperanza y me recomendó dos títulos, El Jardinero, de Rabindranath Tagore y El Collar de la Paloma, de Ibn Hazm; me incliné por este último por formar parte de la cultura arábigo-andaluza. Fue un acierto, sin saberlo me decidí por el libro que llevaría conmigo a una isla desierta, solo la primera ojeada ya me atrajo lo suficiente como para decidir que lo regalaría después de leerlo; pero aquella era mi intención, otra cosa fue lo que hice, quedarme con el libro ante la imposibilidad de desprenderme de él, me había conquistado. Desde entonces siempre lo he tenido muy cerca y puedo decir que es el ejemplar que más veces ha estado junto a mi mientras dormía. Siempre regresa a la actualidad después de un tiempo apoyado sobre otros en la estantería.
Cuando escribí mi primera novela me acordé de él y decidí incluir parte de su contenido en un capitulo. De Par en Par, mi primera novela, trata de zapatos usados. En una tienda de segunda mano, de objetos usados, los zapatos tienen su espacio en medio del local, en una bandeja expositor, todos revueltos; ellos tienen su mundo propio y están marcados por los que los usaron en el pasado, los clientes los revuelven buscando un par que les agrade y, entre revolcón y revolcón, los zapatos se cuentan su vida, la de quienes los usaron. Son pequeñas historias, problemas sociales de hoy vistos desde nuestros pies. La historia en la que incluí una breve referencia del Collar de la Paloma y de su autor está dedicada a una barrendera que nunca se casó, aunque sí tuvo un amor, su único gran amor, pero hubo un condicionante que supuso una muralla infranqueable para realizar su deseo. Ofelia vivía con su anciana madre y al morir ésta entra en depresión, sus sobrinos le regalan un reproductor de CD para que le amenice sus horas de trabajo mientras barre y el encuentro con un disco compacto que halla en una papelera le lleva a descubrir una historia que cuenta un libro narrado y que está relacionada con el condicionante que truncó su casamiento. El corte que viene a continuación es una copia, un fragmento de mi primera novela que está inspirado en El Collar de la Paloma, de Ibn Hazm de Córdoba, y dice así:
La grabación no tenía la calidad de estudio, más bien se diría que se grabó artesanalmente, con sus ruidos de fondo sus sirenas de ambulancia y sus campanadas, que afinando a finando nos llevarían a las de la catedral.
El prologo de D. José Ortega y Gasset le fue metiendo en sintonía, dudó, hubo un momento que vaciló en continuar con el CD hallado, pero no tuvo alternativa y sucumbió ante las palabras del entusiasmado prologuista de la obra e insigne caballero.
El Collar de la Paloma es la mejor obra de Ibn Hazm y de toda la literatura arábigo-andaluza. No se saben muy bien cuales son los orígenes de su familia, pudieran ser de un vulgar linaje Muladí, indígena español recién convertido al Islam, procedían de la provincia de Huelva, del cortijo o poblado Mont Lisam, hoy llamado Montijar. Su abuelo se trasladó a Córdoba cuando ya era la capital del califato de occidente, las noticias que de aquí le llegaban y el ansia por mejorar su fortuna fueron razones suficientes para convencerles a cambiar de aires.
El padre de Ibn Hazm, Ahmad fue un hombre de letras, prudente, recto y hábil, que llamó la atención de Almanzor y éste lo aupó, haciéndolo su visir y confiándole su sello en la ausencia. El autor del Collar de la Paloma nació en la madrugada del miércoles treinta de ramadán del año trescientos ochenta y cuatro, correspondiente al siete de noviembre del novecientos noventa y cuatro de nuestra era. Su infancia fue la del hijo de un ministro que creció entre las celosías del harén espiando a las mujeres, las que le enseñaron el Corán, los primeros versos y también las que le revelaron pronto los misterios sexuales. Fue un niño enfermizo, nervioso e inteligente, a los ocho años y con suma precocidad se asomó al mundo de los primeros amoríos con las esclavas de su familia. Contando aproximadamente veintiocho años escribió El Collar de La Paloma, fechado en Játiva entre los años cuatrocientos doce y cuatrocientos trece, la obra de Ibn Hazm fue olvidada por judíos, cristianos, traductores medievales y han tenido que pasar muchos años para que se reconozcan sus valores, de la importancia de sus paisanos Averroes y Maimónides.
¡Ofelia no se lo podía creer! Ella, que no había cogido un libro desde que lo llevaba en su primera comunión, estaba enganchadísima en el contenido de éste, con el análisis y la fortuna de El Collar de la Paloma. La obra se repartía en treinta capítulos interesantísimos que la barrendera escuchaba con atención, imaginando los lugares de los que hablaba y que hoy son tan diferentes, de las costumbres de antaño y de lo vivido por los hombres y mujeres del califato. Uno a uno los fue disfrutando y prometiéndose que cuando acabara éste empezaría otro nuevo libro narrado, los episodios se sucedían sobre las señales del amor, sobre quien se enamora en sueños, sobre las señas echas con los ojos, la sumisión, la contradicción, ruptura, lealtad, traición, separación…. sobre la enfermedad. Al llegar a este capitulo y escuchar la historia que en él se resumía, se identificó con ella, comprobando que hay problemas que no cambian con el tiempo, no igual, pero casi lo mismo le ocurrió con su primer y único amor, el eterno asunto y tan de moda pregunta. ¿El tamaño importa? ¡Por supuesto! Y tanto que importa, porque su vida podría haber sido muy diferente compartiéndola con el hombre que amaba, todo fue cuestión de centímetros y aunque lo quería, tenía claro que sexualmente sería complicada la relación.
Ibn hazm dejó escrito que uno de sus maestros se enamoró y se casó con una hija de la encargada de una alhóndiga de Bagdad, después de quedarse solos se desnudó para una necesidad, la muchacha que era virgen lo miró y se asustó del tamaño de su miembro. Corrió a casa de su madre negándose a continuar con el marido, la familia le insistió obstinadamente pero la mujer se cerró en banda y de ahí no había quien la sacara, el maestro se divorció de ella y al tiempo se arrepintió, pero ya no le fue posible atraerla, al hombre se le fue la cabeza y estuvo tratándose en un manicomio hasta que se curó".
lunes, 20 de abril de 2009
Los "nobles" de Boriquén
viernes, 17 de abril de 2009
Garachico, puerto rico
Después de seis años viviendo en Tenerife, una de las siete islas del archipiélago, las circunstancias de la vida me obligaron a volver a Córdoba, y aunque nunca más regresé, espero hacerlo pronto, siempre llevé en mi corazón a aquella tierra y sus gentes por lo mucho que me brindaron y enseñaron. He tratado en más de una ocasión escribir en el blog algún tema relacionado con Canarias, ya no como deuda sino más bien como un deseo siempre presente, y hoy he pensado que ya va siendo hora, que siempre tratando de buscar los temas más interesantes acabo por decidirme por otros, pero Canarias siempre es interesante, en todos los conceptos. Así que no existe tema mejor que todo lo que concierne a Garachico, sin embargo no haré nada nuevo, copiaré literalmente un fragmento de mi segunda novela,"La Reina del Puerto", la que ambiento y se desarrolla en Tenerife, especialmente en Garachico. En esta novela, que dediqué a mi amigo Paco Baute, el protagonista y escritor Román Ferreira se decide a pasar unas vacaciones en Garachico y, lo que en un principio se suponía aprovechar y documentarse para escribir la biografía de una antigua estrella de la farándula, que se suicidó en los años 80, se convierte en una historia de intriga, misterio y asesinatos. Uno de los personajes de esta novela es Carmelo, emigrante en Venezuela en otro tiempo y conserje de "Caracas", una pequeña pensión donde se hospeda Román; este se convierte en el mejor cronista de su pueblo, poniéndole en conocimiento de lo que fue el esplendor de Garachico en la historia. Parte del dialogo entre Carmelo y Román, que más parece un monologo del primero, dice así:
-Entonces, ¿no sabe que Garachico fue la capital de la isla y su puerto el más importante, hasta que el volcán de Trebejo, o de La Montaña Negra, lo destruyó y sepultó bajo la lava?
-¡No! No lo sabía.
-¡Pues, si hoy le ha impresionado parte de lo poco que quedó, imaginase lo que llegó a ser este pueblo en su día, antes de aquel fatídico cinco de Mayo de mil setecientos seis, en que todo se destruyó! Un brazo de lava cubrió el puerto, retiró el mar y dejó solamente un incomodo caletón. El otro brazo, arrasó toda la calle de arriba, donde estaban los edificios más suntuosos, iglesias, conventos, monasterios, palacios… y desapareció todo, comercio, animales, viñedos… la gente huía como pudo, a pie, a caballo, a la rastra… con las alhajas y con lo poco de valor que les dio tiempo a coger… ¡Discúlpeme Román! Seguramente tendrá ganas de descansar y yo le estoy entreteniendo con la historia de mi pueblo- dijo Carmelo.
-¡No! No se preocupe Carmelo, continué, es muy interesante lo que me está contando- dijo Román.
Aquí estaba el comercio del norte y de América, fue una época tan productiva que nunca más se volverá ha conocer otra igual. Desde que el adelantado Fernández de Lugo le cedió amplias zonas de terreno en mil cuatrocientos noventa y seis al banquero genovés Cristóbal de Ponte y fundó la villa, ésta había sufrido muchas inclemencias naturales y una larga lista de desgracias.
El puerto, la principal razón de su crecimiento y esplendor, quedó reducido a una pequeña rada en contraste con lo que fue, una amplia ensenada natural. El trece de junio, a los cuarenta días del inicio, se dio por extinguida la erupción, los vecinos rehicieron sus casas y las comunidades religiosas reedificaron sus conventos, pero ya nunca volvió a ser igual. Los esfuerzos de los vecinos resultaron vanos en el intento de que Garachico recuperara su auge comercial y los puertos de La Orotava y Santa Cruz tomaron el protagonismo y la relevancia que hasta entonces había tenido la villa y puerto.
-¿Al castillo de San Miguel, no le ocurrió nada?-preguntó Román, interrumpiendo el monologo de Carmelo.
-¡Nada! Ahí lo tiene en pie, desde que el veinticinco de julio de mil quinientos setenta y cinco, cuando el alcalde Fabián Viña Negrón, que a la postre fue regidor de Tenerife, comenzó a llevar a cabo las obras de construcción autorizado por la Real Cédula de Felipe II. El convento y la iglesia de San Francisco fue otro de los pocos edificios y monumentos que se salvaron de la lava, y la antigua Puerta de Tierra, que aún hoy conserva la estructura pétrea, y que tenía como fin controlar a los pasajeros y mercancías que entraban y salían por el puerto, también la ermita de San Sebastián escapó de la furia del volcán…
-¿Y el nombre de la villa, Garachico, sabe usted porqué se le llama así?- preguntó Román lleno de curiosidad.
-En el idioma de los guanches, ¡y esto si que es otro mundo! Isla significa “Igara” y parece ser que partiendo de esa raíz y unido a chico, nos da el nombre actual. El roque siempre tuvo mucha presencia e influencia religiosa en la vida de los garachiquenses, solo tiene que mirarlo y lo verá coronado con la gran cruz clavada en su cima, el patrono es San Roque y a él se encomendaron cuando la peste se hizo dueña y señora del municipio, es el nombre más utilizado por los nativos y a él se le dedica la romería, una de las celebraciones más festivas de nuestro hermoso pueblo”.
miércoles, 15 de abril de 2009
El Dios malvado que llegó del mar
Las miradas que nos dirigimos de un lado a otro del Atlántico siempre estuvieron cargadas de distintos sentimientos, nunca indiferentes, es normal que desde la parte americana algunas miradas vengan cargadas de recelo, de desconfianza y si me apuran hasta de odio, por lo que la historia y sus actores nos dejaron y que hasta el final de la existencia humana siempre quedará en el recuerdo de los tiempos, como un resquicio de inaceptable, de inolvidable. En cambio, desde esta orilla, siempre se miró de manera entrañable, quizás por que no fuimos las víctimas del encuentro de estos dos mundos en otro tiempo. Sin embargo, hay que reconocer que, aunque generalizada la buena aceptación, siempre los hay indecentes, impresentables e irrepresentables, no obstante esta realidad no es un mal propio de ningún pueblo o cultura, es parte de la condición humana y siempre existen quienes afloran irrespetuosidad al diferente sin el mínimo rubor.
No sé cuantas veces habré escrito esta reflexión, con esta mismas palabras o con otras, pero la experiencia y el derecho que me da ser nativo de uno de los pueblos más invadidos de la historia, me permite opinar de esta manera, pocos pueblos en la historia de la humanidad han sufrido tantas invasiones como el andaluz, romanos, musulmanes, franceses... entre los más cercanos, todos con la criticada intención de desvalijar lo poco de valor que encontraran. Todos contribuyeron a nuestra identidad, a crear nuestra manera de ser, a fraguar la cultura que nos hace sentirnos orgullosos.
Mi limitado conocimiento de la historia prehispánica, que no es nulo, entre varias razones por mi atracción hacia los pueblos latinoamericanos y sus culturas, y por el hecho de poder comprobar su realidad en varias visitas al continente americano, me ha enseñado que como en todos los continentes y siglos, los pueblos indígenas también fueron invadidos por otros que a su vez también huían de invasores, como es el caso de los Nicoyas o Nicaraos, tribus Chorotegas, que vivieron durante algunos siglos en el desierto de Xoconochco (Soconusco), hasta que los Olmecas, de los que eran enemigos desde hacía tiempo, aparecieron repentinamente desde México y los subyugaron. Incapaces de soportar a la esclavitud que los sometían decidieron emigrar y huir en masa hacia el sur, a Centroamérica, un siglo antes de que los españoles llegaran al continente. Pero anteriormente existieron dos grandes oleadas de migración desde el Anahuac, la gran meseta de México, dos dispersiones étnicas y culturales. La primera en el siglo XII y después de la ruina de los Toltecas; la segunda fue causada por el predominio Azteca, bajo sus poderosos caudillos las expediciones guerreras y comerciales llegaron hasta Panamá.
De igual manera otras tribus o etnias llegaron a Centroamérica huyendo del sur, de otros invasores, lo que demuestra que en la América prehispánica también se escribían convulsas las páginas de la historia. Precisamente de esta parte del continente, de Suramérica, quería recordar unos episodios que sucedieron en la invasión o conquista, del único imperio que existió anterior a la colonización, o al menos que se conozca, el imperio Inca. Para los más cercanos quizás no les diga nada nuevo, pero para los de este lado del océano, que tanto desconocemos, y no solo de esa época, será un descubrimiento conocer cómo se llevó acabo el secuestro del inca Atahualpa, el último gran emperador que dio fin a la dinastía del Dios rey Sol. La historia de Atahualpa está escrita junto a la de Francisco Pizarro, van unidas de la mano, los dos son protagonistas y representantes de dos mundos encontrados, para muchos un ejemplo claro de cómo transcurrió la invasión y dependiendo de quién lo cuente, el extremeño, será un malvado tirano o una víctima de la realidad que le tocó vivir. Una realidad cruda, en una época en la que la miseria cercaba la Península Ibérica, fruto de las guerras contra los musulmanes y donde pocas alternativas se ofrecían que no fuesen las de la guerra, no solo en la España que se constituía como nación, de igual modo en otras regiones de Europa.
Es necesario exponer que Pizarro, quien había nacido en Trujillo, Cáceres, el 16 de marzo de 1476, tuvo una infancia pobre y difícil criando cerdos, hasta que con 17 años abandonó su ciudad natal y se dirigió a Sevilla justo por el tiempo en que Colón arribaba con sus barcos en las nuevas tierras. Su inexperiencia y desconocimiento en otros oficios, junto a su analfabetismo que nunca superó, le obligaron a alistarse en los tercios españoles, donde luchó a las ordenes del Gran Capitán, Gonzalo Fernández de Córdoba, siempre como soldado, en las campañas de Nápoles y frente a los franceses. Regresó a Sevilla, de lo que se conoce poco relativo a la estancia en la capital andaluza, y después embarcó hacia América, en 1502.
Poco se sabe de los primeros años en América pero tampoco es mi intención en esta ocasión la de construir una biografía más o menos creíble y cierta, lo que me trae al gran conquistador es el encuentro que el destino tenía amañado de antemano con Atahualpa, quien acababa de terminar y ganar una guerra civil contra su hermano y enemigo Huáscar. Pizarro tomó rumbo al Perú atraído por las riquezas que allí podían encontrar, con un pequeño ejército de 180 hombres y 37 caballos. Desde un tiempo atrás los mensajeros del inca fueron observando todos los movimientos de los españoles y Atahualpa, influido por sus consejeros más cercanos, llegó a creer que se trataba de enviados de Wiracocha, al que las predicciones lo hacían con barbas y montando sobre un animal, que vendrían del mar.
La creencia de que el grupo de extranjeros no suponía ningún peligro hizo que se confiaran y los guerreros acudieron sin armamento al encuentro, solo 200 de ellos lo hicieron con porras y sogas, decididos a acabar con los insolentes barbudos que se atrevieron a hacerse pasar por enviados del Dios Wiracocha. Ante el inca se acercó el sacerdote español Vicente Valverde, con un crucifijo en una mano y la Biblia en otra, exigiéndole al inca convertirse a la religión católica, mostrándole el libro sagrado y asegurándole que toda la verdad divina estaba entre sus páginas. Atahualpa tomó el libro y tras examinarlo y no ver en él nada especial lo arrojó al suelo.
En aquel preciso momento Pizarro dio orden de disparar y la recepción se convirtió en una carnicería, atacando por sorpresa y sin dar posibilidad alguna a contrarrestar el ataque por parte de los soldados incas. El enfrentamiento dejó alrededor de 4.000 muertos, entre ellos los más importantes consejeros y ministros, y a Atahualpa lo secuestraron y llevaron a Amaruhuasi, su cárcel durante 8 meses. En ese tiempo cuentan los historiadores que surgió una buena relación de amistad entre Pizarro y Atahualpa, compartiendo juegos de mesa e incluso permitió que le enseñaran el castellano, cosa que Pizarro nunca consiguió. Pero aunque para algunos el extremeño mostrara un carácter humano y comprensivo hacia su prisionero, su interés estaba puesto en el oro que suponía en enormes cantidades. Atahualpa le ofreció a Pizarro a cambio de su libertad un cuarto, como en el que él estaba recluido, lleno de oro y dos de plata. La orden del inca hizo que de todas las ciudades del imperio se trajera el oro que guardaban, de templos y palacios. Pero cuando el inca cumplió con el trato, las presiones de los españoles no permitieron que Pizarro cumpliera con el suyo, las instigaciones de Diego de Almagro, el indio Felipillo y el cura Vicente Valverde consiguieron la sentencia de muerte para el inca, con unos pretextos relacionados con la muerte de su hermano Huáscar y sin considerar los usos y costumbres andinos.
El 26 de julio de 1533, en la plaza de Cajamarca, Atahualpa, aceptó convertirse al catolicismo y bautizarse, ante el ofrecimiento de que si no lo hacía moriría en la hoguera, y de esta manera no podría convertirse en mallqui, lo que significaba morir definitivamente. Acabada la ceremonia del bautismo Atahualpa fue estrangulado y según cuentan los cronistas sus últimas palabras fueron dirigidas a su amigo Pizarro, pidiéndole que cuidara de sus esposas e hijos, a lo que el extremeño, con lágrimas en los ojos, le aseguró que así haría. Pasados algunos años Pizarro también murió asesinado por varias puñaladas en el cuello a traición, por un grupo de españoles sublevados.
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/
domingo, 12 de abril de 2009
Reina de los ilegítimos (3ª parte)
Los logros sociales conseguidos por esta mujer única fueron de suma importancia, además de luchar por los derechos de las mujeres, de los obreros, se le atribuye la ley de la igualdad jurídica de los cónyuges y la patria potestad compartida, ley que anuló el golpe de estado de 1955 cuando derogó la constitución, la creación del Partido Peronista Femenino y la Fundación Eva Perón, entre otras conquistas. La buena relación con los trabajadores y el movimiento sindical impulsó su candidatura a la vicepresidencia, pero quizás ya era demasiado tarde, por ese tiempo ya estaba gravemente enferma del cáncer de pulmón que acabó con su vida un año después, el 26 de julio de 1952, en aquellas últimas elecciones pudo ejercer su derecho al voto, donde fueron 109 las mujeres electas, 23 diputadas nacionales, 6 senadoras nacionales y 80 legisladoras provinciales.
En 1947, la situación de la mujer en la política obligaba a Eva a quedarse fuera de la primera línea, esta ubicación a la que le obligaba la ley contra el derecho de la mujer llevó a programar al peronismo una gira internacional, con el fin de ubicarla en primer plano, la intención era la de oficiar a Eva como embajadora de buena voluntad y conocer los sistemas de ayuda social instalados en Europa. Fueron 64 días por España, Italia y el Vaticano, Portugal, Francia, Suiza, Brasil y Uruguay. Como anécdota del viaje me quedaré con la tirantez surgida entre las dos primeras damas, Evita y Carmen Polo, la esposa del dictador. Existen decenas de testimonios sobre el desagrado de Evita por el trato que recibían los trabajadores y personas humildes en España. El desencuentro entre las dos primeras damas fue propiciado por el intento de La primera dama fascista de enseñarle el Madrid histórico de los Austrias y los Borbones, en lugar de los barrios obreros y hospitales públicos. Como muestra queda el comentario que a su regreso a la Argentina hizo Evita: "A la mujer de Franco no le gustaban los obreros, y cada vez que podía los tildaba de "rojos" porque habían participado en la guerra civil. Yo me aguanté un par de veces hasta que ya no pude más, y le dije que su marido no era un gobernante por los votos del pueblo si no por imposición de una victoria. A la gorda no le gustó nada".
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sábado, 11 de abril de 2009
Reina de los ilegítimos (2ª parte)
Cualquiera diría que me fui por "los cerros de Úbeda", expresión andaluza para explicar que me desvié del tema, pero nada más lejos de la realidad, con este razonamiento trato de exponer que la casualidad no existe, que todo está sujeto a nuestras decisiones y éstas a nuestros sueños y deseos que nos empujan a decidir, envalentonándonos en su persecución y sin pensar en el arrepentimiento que provoca la frustración y el fracaso. No sé hasta que punto Eva Duarte podría prevenir o presentir el peligro, aunque me supongo que el riesgo estaba generalizado y presente en cada esquina y a cada paso en la época que le tocó vivir, cuanto más para una mujer luchadora, arriesgada, y con más coraje que temores. Lo cierto e incontestable fue su arrojo por la meta a conseguir y sin importarle la ausencia o no de red, por encima de todo estaban sus creencias y lo demostró con la fe que le puso a cada paso dado.
En 1943 Eva comienza su andadura sindical y se convierte en una de las fundadoras de la Asociación Radial Argentina (ARA), el primer sindicato de los trabajadores de la radio. Por aquel entonces la situación política y social del país estaba cambiando radicalmente, la migración había provocado cambios desconocidos hasta ese momento en Argentina, en ese mismo año la producción industrial superó a la producción agropecuaria por primera vez, los cambios se hacían más notables en las grandes ciudades con un amplio proceso de urbanización, empujado por el desarrollo industrial, a la par que las mujeres ingresaban en el nuevo mercado de trabajo asalariado. En todo este contexto social el país se sumergía en una profunda crisis política, los partidos políticos tradicionales estaban inmersos en un sistema corrupto y fraudulento en el voto y que derivó en un golpe de estado militar, donde el joven teniente coronel Juan D. Perón integraba la tercera fila del nuevo gobierno. El encuentro con Perón surgió en 1944, Eva contaba 24 años de edad y él llevaba viudo desde 1938, en un acto en Luna Park, realizado por la secretaría de trabajo y Previsión, de la que Perón era responsable, para homenajear a las actrices que más fondos habían recaudado para una colecta en ayuda de las víctimas del terremoto de San Juan. Parece que fue todo un flechazo porque al mes siguiente ya vivían juntos en el apartamento de Eva Duarte.
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/
Cultura mexica ( XI )
Cerámica La cerámica es uno de los elementos artísticos mexicas menos estudiados, si lo comparamos con otros como dioses, calendarios o mito...
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