sábado, 4 de febrero de 2012

El Clásico cultural del Centro de México (Teotihuacan II)


Cronología e historia

Como se a de suponer, no siempre el sitio de Teotihuacan fue monumental, antes de que se iniciara la construcción de lo que más tarde sería la futura gran ciudad, en el Valle de Teotihuacan existió una fase premonumental, un periodo prehistórico de 400 años aproximadamente (600 a 200 a. C.) en el que llegaron a vivir alrededor de 6000 aldeanos diseminados en pequeños grupos de agricultores que labraban la tierra, pescaban, cazaban y recolectaban frutos en los alrededores del lago Tetzcoco. La que llegaría a convertirse en la ciudad más grande de toda la América precolombina comenzó a construirse allá por el 150 d C., y hasta su declive, en el 750 d. C., pasó por un desarrollo que se divide en cuatro fases diferentes, que se denominan de la siguiente manera:

Teotihuacan I o fase Miccaotli 150 - 200 d. C.
Teotihuacan II o fase Tlimamilolpa 200 - 400 d. C.
Teotihuacan III o fase Xolalpan 400 - 650 d. C.
Teotihuacan IV o fase Metepec 650 - 750 d. C.

La historia de Teotihuacan siempre va marcada por el enigma y, como ya expuse anteriormente, siempre que nos situamos en sus orígenes aparecen las interrogaciones por todas partes. Sólo las suposiciones nos hacen creer que aquellos poco más de 5000 habitantes, que vivían en las dos aldeas sobre las que comenzó a construirse "la ciudad de los dioses" o "lugar de endiosamiento", tal y como se traduce el significado náhuatl de Teotihuacan, procedieran de dos diferentes áreas mesoamericanas, los nahuas originarios de Occidente y los totonacas de la Costa del Golfo.

Estas estimaciones de procedencia se sitúan en las claras influencias que aparecen en la primera fase, en la cerámica y las figurillas. En estas expresiones se recogen las similitudes con las de las culturas de Chupícuaro (Bajío) y Remojadas (Veracruz), la primera atribuida a los nahuas y la segunda a los totonacas. A estas dos influencias de inicio se suma una tercera en pleno auge, que coincide con el declive de Cuicuilco.

La fase Miccaotli marca los principios de una gran urbe. En este periodo cultural teotihuacano se construyeron las pirámides de la Luna, excepto el último nivel que se construiría en la segunda fase, y la del Sol, revestidas de estuco y orientadas hacia los puntos cardinales, en la misma modalidad que establecieron para otras construcciones, talud y tablero, templos como el de Quetzalcóatl o el de la Agricultura o los edificios denominados subterráneos.

En la fase de Teotihuacan I se construyeron 23 complejos de templos, entre ellos los más llamativos, como las pirámides llamadas por los mexicas del Sol y la Luna, aunque se cree que éstas no estuvieran en sus inicios dedicadas al culto del sol y la luna. Cuando los mexicas llegaron a Teotihuacan, los que denominaron a las pirámides con los nombres que se les conocen hoy, fue siglos después de que los teotihuacanos abandonaran la ciudad, desconocían a qué origen étnico pertenecían sus constructores y pobladores y a qué divinidad estaban dedicados sus templos. Fue la propia creencia legendaria y religiosa mexica la que les hizo creer que en aquel sitio se había realizado la creación del Quinto Sol. Al finalizar esta primera fase se calculan que habitaban la ciudad entre 40.000 y 50.000 personas, la mayoría en la parte noroeste de su perímetro final, donde existía un poblado de unos tres kilómetros cuadrados de extensión.

En Teotihuacan II o fase Tlamimilolca, el desarrollo de la ciudad-estado la transformó en una metrópolis con ramificaciones más amplias, se inició la gran expansión y quedó marcada por su sorprendente urbanismo con un eje principal, La Calzada de los Muertos. Hacia ella llegaron grupos de personas de otras regiones atraídas por la influencia que ejercía en todo el México antiguo. La actividad constructora se concentró más allá de la Pirámide del Sol, en la parte meridional de la ciudad, y los límites metropolitanos cubrían un área máxima de 20 kilómetros cuadrados. En este tiempo se construyeron edificios como el Templo de Quetzalcóatl, el mercado principal y el último nivel de la Pirámide de la Luna.

En esta segunda fase, además de ser importante arquitectónica y monumentalmente, también surgieron otras corrientes culturales, como en el caso de la cerámica, en la que se popularizó un tipo de cerámica conocida como anaranjado delgada, llamada de esta manera por el color del fino barro con el que se elaboraba y por su grosor, a veces tan delgada como un cascarón de huevo.

Teotihuacan III fue el periodo de tiempo de mayor esplendor de la gran ciudad. Llegó a tener una población de 200.000 habitantes y florecieron en ella todas las artes, así como la artesanía y el comercio. Se continuó la construcción de grandes edificios de la clase dirigente en La Calzada de los Muertos y se reconstruyeron o cubrieron otros con nuevas estructuras añadidas, como en el caso del Templo de Quetzalcóatl o la Pirámide de la Luna. Aparecieron los nuevos barrios residenciales entorno al centro ceremonial y en la periferia proliferaron las chozas de las clases más bajas. En la fase Xolalpan Teotihuacan se convirtió en el centro cultural de mayor relevancia en el Altiplano Central e influyó en las restantes culturas de la superárea cultural mesoamericana.

En Teotihuacan IV o fase Metepec la protagonista es la decadencia. En este último siglo de la historia teotihuacana el declive se fue consumando y se dejaron de construir nuevos edificios, así como las artes quedaron estancadas en un proceso decadente, un retroceso que acabó coincidiendo con la destrucción del centro ceremonial por parte de las tribus chichimecas, los grupos bárbaros del norte de bajo nivel cultural que irrumpieron en Teotihuacan destruyendo y quemando la ciudad. Al igual que en sus orígenes, también en su decadencia el enigma está presente, el misterio que rodea al motivo que causó el deterioro paulatino de la gran ciudad del Altiplano Central.

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