lunes, 19 de septiembre de 2011

Cultura zapoteca ( IV )


Arte

El arte zapoteca, al igual que en la mayoría de las culturas antiguas, es el medio por el que los investigadores revelan algunos de sus aspectos culturales, sus tradiciones, costumbres y forma de vida, que quedaron reflejados en sus construcciones, pinturas y glifos plasmados en los monumentos. Aunque Monte Albán es la "joya de la corona" o su expresión más preciada para los zapotecos, no fue éste el primer centro que fundaron, el honor le correspondió a Teotitlán del Valle. A lo largo de su desarrollo cultural, sus expresiones artísticas tuvieron diversas etapas de influencia clara de otras culturas de otras subáreas mesoamericanas, primero fueron los olmecas y más tarde los teotihuacanos y mayas, un aporte enriquecedor sin duda que dio como resultado una personalidad y características propias.

La piedra fue principalmente el soporte para el desarrollo de sus expresiones artísticas. En ella dejaron sus trabajos realizados en bajorrelieves y pinturas murales, hermosos diseños decorativos que abundan en su arquitectura y que constituyen algunos de los fragmentos más apreciados y preciosos del arte prehispánico en Mesoamérica. Pero, de todos ellos, los logros culturales más importantes de los zapotecos es la creación de su calendario y la escritura.

Escritura y calendario

En la escritura que desarrollaron los zapotecos se utilizaba un carácter individual para representar cada sílaba o palabra del lenguaje. Los estudios que en su día llevó a cabo Alfonso Caso han permitido identificar más de cien glifos. Una escritura ideográfica y parcialmente fonética que perduró más de un milenio en el territorio mesoamericano pero que, como en otras culturas, sólo estaba al alcance de unos pocos. Con la llegada de la colonización continuaron escribiendo subrepticiamente acerca de sus tradiciones y su lengua pero usando la escritura alfabética europea. Los soportes en los que se desarrollaban eran diversos, los materiales, además de la piedra, eran la concha, el hueso y la cerámica. También se cree que se usaron otros materiales perecederos para desarrollar la escritura, como madera, tejidos de algodón, papel o pieles. Los glifos narraban una memoria de guerras o los sucesos históricos y las fechas en las que ocurrieron, no obstante, también se le dio un uso particular por las clases dominantes, que la utilizaban para llevar un registro vigente de sus hechos y el control de sus bienes. Las inscripciones siempre aparecen acompañadas de imágenes de hombres y mujeres particularizados por glifos onomásticos. En cuanto a la numeración, vigesimal, no hubo diferencia con las demás culturas mesoamericanas.

Eran dos los calendarios por los que se regían; el denominado Pije, mágico ritual, tenía una duración de 260 días; el Yza era de carácter agrícola, contaba de 365 días y se basaba en el ciclo solar. Entre los glifos existen algunos que son calendáricos, que determinan fechas e indican los nombres de personas con el día en que nacieron.

Escultura

Los escultores zapotecos alcanzaron un notable valor artístico en la realización de sus piezas en bajorrelieve. El bulto redondo lo desarrollaron especialmente en cerámica. La dedicación plena a su oficio los convertía en profesionales de esta actividad, que tiene su máxima expresión en los Danzantes. En estas lozas de la primera etapa de Monte Albán se nota la clara influencia olmeca, en sus incisiones en piedra de un relieve muy bajo, en las que sus figuras representadas son individuos con deformidades en el cuerpo, figuras en actitud dinámica. De esta primera fase también tienen su relevancia el grupo que constituyen los jugadores de pelota de Dainzú, y al igual que en los Danzantes, sus movimientos parecen propios de la actividad del juego, aparecen brincando, hincados o volteándose, entre otros movimientos violentos, casi imposibles.

La fase II ofrece una continuación y un cambio, una evolución. De esta etapa son los diversos relieves relacionados con los Danzantes que aparecen en el Montículo J, así como otros que constituyen una serie de jeroglíficos superpuestos que muestran una conquista; las figuras altas indican el lugar y las bajas con la cabeza invertida señalan a un conquistado o muerto. La escultura cerámica tiene entre sus representaciones más destacadas a Cocijo, el dios del agua, representado en los braceros cilíndricos con la cara del dios del fuego al frente. También aparecen en este segundo periodo de Monte Albán grandes figuras como el enorme jaguar que se muestra sentado sobre sus patas traseras, con una tela colgada del ancho collar que porta.

El máximo esplendor logrado en la escultura zapoteca llegó en la fase III. Las urnas de barro pintadas de distintos colores, amarillo, azul, blanco, rojo o negro, representando a diosas y dioses con sus acompañantes son de las piezas más representativas de este periodo, especialmente prolífico en el arte funerario zapoteco.

Cerámica

Las ollas, cajetes o sahumerios están entre las formas principales que los ceramistas de Monte Albán creaban, en un barro color gris con una muy pulida terminación. También en este campo artístico el segundo periodo significó innovación, que poco a poco fue perdiendo la influencia olmeca. La fabricación de sus vasijas toma otro sentido comercial, dejaron de ser utensilios prácticos para ir creándolos de tamaño más grande destinados al uso ceremonial. Con las formas y el tamaño la innovación trae consigo un barro de otro color, naranja, así como sus dibujos o decoraciones, cuyos motivos son grecas o líneas curvas paralelas o figuras geométricas.

En la fase tercera se distingue la influencia del Altiplano. En sus formas, con ollas de doble asa vertedera, y en sus decoraciones en la pared exterior de las piezas. Sus motivos representados también cambian, como son los casos en los que el dios Cocijo de los zapotecos es sustituido en ocasiones por Tláloc, deidad teotihuacana. Las figuras de este periodo representan rostros de hombres o animales con complicados tocados, con las piernas cruzadas y se sitúan sobre pedestales.

Pintura

El apartado pictórico tuvo un uso prácticamente ceremonial, aunque también fue utilizado en la decoración de vasijas. La técnica que usaban era al fresco y no en grandes tamaños. Sus murales, generalmente realizados en el interior de las tumbas, no se hacían a grandes escalas. Este arte tuvo entre los zapotecos un gran simbolismo religioso, se utilizaba para cubrir las paredes de las tumbas y se representaban figuras de dioses o escenas relacionadas con la vida de los personajes difuntos que las ocupaban. Sus dibujos eran figuras planas, en dos dimensiones, sin perspectiva ni volumen o rotundidad que dieran la sensación de movimiento.

Los primeros dibujos datan de entre los años 200 y 400 d. C. y son símbolos utilizados para decorar las tumbas. Como en otros campos de la cultura zapoteca, también en este arte es clara la influencia teotihuacana. Algunas muestras lo dan por hecho, como en el caso de la Tumba 112 en la que el diseño central quedó enmarcado con bandas horizontales decoradas con ganchos verdes sobre un fondo rojo. De la misma manera, la cultura maya dejó su influencia en la Tumba 115. En ella están representadas, entre dos franjas, siete parejas acompañadas de jeroglíficos e insignias relacionadas con sus nombres y rangos. La franja superior es de color celeste, ocupada por las fauces del cielo y adornada con ojos estelares; la franja inferior representa la banda terrestre.





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