lunes, 16 de mayo de 2011

Subáreas culturales mesoamericanas: Costa del Golfo


La subárea llamada Costa del Golfo era conocida en tiempos prehispánicos como un lugar único, paradisiaco, por su abundancia y fertilidad. Los primeros escritos en los que se recogen las bondades y diversidad de este territorio datan del siglo XVI, de manos de los frailes que por entonces la nombraban como Tlalocan, que significa "Tierra de riqueza y paraíso terrenal". También, y al margen de esta definición, era conocido el sitio por "El Principio del Origen de la Vida", esto se debía a la generosidad de la naturaleza con esta subárea, a la que dotó de ríos, lagunas, manglares, zona semiárida en el centro del estado de Veracruz, volcán en el macizo montañoso de los Tuxtlas y hermosos paisajes con la Sierra Madre Oriental como protagonista de fondo.

La Costa del Golfo no se limita solamente a la zona costera como su propio nombre indica, sino que se extiende a territorio de interior, además del estado de Veracruz, incluye parte del sur de Tamaulipas y del norte de Tabasco, y porciones de San Luis Potosí, Hidalgo, Querétaro y Puebla.

A lo largo de la historia de Mesoamérica y en todas sus épocas, esta subárea siempre fue centro de irradiaciones culturales, que a pesar de hablar diferentes lenguas compartían muchos rasgos culturalmente y tuvieron el mismo desarrollo social político y religioso. De todas ellas y quizás las tres más importantes, fueron la huaxteca, la totonaca y la olmeca, esta última considerada la madre de todas las culturas mesoamericanas. No obstante, habría que destacar la pluralidad étnica del territorio, ateniéndonos a la variedad ligüística que existía en la región cuando llegaron los españoles. Geográficamente, la Costa del Golfo se constituyó en una zona imprescindible para el intercambio de productos y el transito de personas. Un cruce de caminos que significó un terreno abonado para diversas influencias culturales, en el que el comercio jugó su papel relevante. Algunos de estos productos tuvieron una importancia a destacar, como el cacao y el algodón, tanto fue así que fueron utilizados como moneda.

Cuando nos referimos a estos grupos culturales tendríamos que pensar que, posiblemente, cuando los cronistas de la conquista los nombraban se referían más a sus territorios que a los grupos humanos en sí. La prueba está en los llamados olmecas xicalancas de Cacaxtla que nombraban los cronistas del siglo XVI, centro de México, en el Epiclásico, que nada tienen que ver con los olmecas del periodo Preclásico o Formativo.

Como ya apunté anteriormente en otros apartados, en lo referente a Mesoamérica son pocos los datos históricos que se tienen más allá de la llegada de los españoles, por distintas razones, porque no se ha conseguido descifrar en su totalidad otros idiomas diferentes al estilo del latín, como es el lenguaje de símbolos, y porque la arqueología no ha revelado aún toda la información que oculta, aún así, es ésta la fuente más fiable y en la que los investigadores se apoyan.

Referente a tiempos precerámicos, en Veracruz sólo se tienen datos provenientes de dos sitios arqueológicos. Uno de ellos es Santa Lucía, que se encuentra en la cuenca baja del río Tecolutla. De este lugar se han obtenido los datos más antiguos, en el llamado complejo Conchita, con fecha del 5.600 a. C. También en la fase Palo Hueco se ha conseguido información que va desde el 4.000 al 2.400 a. C. Las muestras arqueológicas de Santa Lucía consisten en lascas de obsidiana burdamente talladas, punzones, raederas y piedras rotas por el fuego. Estos hallazgos nos dicen que pertenecían a grupos seminómadas que seguramente vivirían de los productos de los ríos, los esteros y el mar, de pequeñas piezas de caza y de la recolección de frutos silvestres de temporada y raíces.

El otro sitio arqueológico es el conocido como Rancho Nuevo. Sin embargo, este lugar sigue sin excavar, por lo que la información recogida proviene de los utensilios encontrados en la superficie. Aún así, las investigaciones dieron con el hallazgo de un ajuar de artefactos similares a los encontrados en Santa Lucía, hachas de mano, raspadores, morteros, cuchillos, vasijas de piedra, buriles, puntas de proyectil de obsidiana, todas trabajadas por percusión y retoque, además de piedras rotas por el fuego. Todas estas piezas u objetos son semejantes o otros hallados en el Valle de Tehuacán, datados entre el 4.000 y 2.000 a. C. Al igual que los restos encontrados en Santa Lucía, los de Rancho Nuevo pertenecen a grupos seminómadas que vivían de la recolección, de la caza y de la pesca.

Así mismo, el sitio de Santa Lucía también representa a la Costa del Golfo en el periodo cultural del Formativo o Preclásico Temprano, en el que se encuentra la evidencia más antigua en la cuenca baja del Tecolutla. Este periodo cultural se caracteriza por el surgimiento de aldeas, por los asentamientos permanentes que dan paso al sedentarismo, por la aparición de la cerámica y el aumento del bagaje cultural.
















(Fuente informativa: Los Pueblos Mesoamericanos, Rosa Mayra Ávila Aldapa)

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