"Se acabó la diversión, llegó el comandante y mandó a parar". Esta frase, que cantaba Carlos Puebla, bien podría identificar en cierto modo a lo que en parte provocó la revolución cubana. Una revolución utopía, marcada en el deseo por la justicia y que representó a todos los pueblos oprimidos, ejemplo que sirvió como camino para otros países, hartos de que los imperialismos del norte mangonearan en las naciones libres, por ejemplo Nicaragua. Pero, como digo, estas revoluciones quedaron en un mero intento por recuperar la dignidad de los pobres, los oprimidos y las libertades, estas últimas tan nutritivas como el mejor de los alimentos. Y si otro Carlos, Gardel, cantaba que "veinte años no son nada", cincuenta ya es bastante, suficiente como para entender que hay buenos intentos que desembocan en fracasos, que no necesitan muchas palabras y que solo con ojear el resultado se evidencia que "fue bonito mientras duró aquel sueño", el de una Cuba libre.
Para que no se me confunda alegaré en mi defensa mi pensamiento progresista, mis simpatías a Cuba, a su revolución, y al esfuerzo de los cubanos que, a favor o en contra del comandante Fidel, han mantenido erguido su orgullo ante todos los vendavales imperialistas norteamericanos, que no han sido pocos a lo largo de las cinco décadas en las que Castro dirigió el timón de la isla caribeña. Pero todo tiene un limite, y, en este caso, cuando se trata de las necesidades básicas de una nación, empecinarse en una utopía no tiene sentido, no es ceder, no es perder, es aceptar el advenir de los tiempos y adaptarse a ellos, todo lo demás es contradictorio, porque cuando se pierde el sentido de la lucha termina derivando en una contradicción que nada a contra corriente. Los tiempos cambian, las circunstancias con ellos, y, cuando se generan otras expectativas de cambio, posibilidades de mejorar, se tienen que aprovechar las oportunidades que se brindan para el progreso del pueblo, si no es así, éste, el sufrido omnipotente, deja de creer en sus gobernantes y en la utopía que predican, para acabar revelándose contra el dragón, el que en otro tiempo fue libertador y que con los años acabó convirtiéndose en monstruo opresor.
No es la primera ocasión en la que escribo sobre este tema, de Cuba y su revolución, un tema siempre apasionante pero peligroso, uno acaba por repetir la idea concebida en cada escrito para terminar en una repetición tras otra con algunas frases añadidas para la ocasión. Sin embargo, el futuro que se avecina promete cambios, sin duda bruscos, para muchos cubanos serán traumáticos y para otros significará encontrar la libertad, pero para todos se abrirá un futuro esperanzador donde las oportunidades se mostraran al alcance de la mano. Los gobiernos, los dirigentes, no tienen que decidir por sus ciudadanos, son estos los que tienen que elegir sus destinos personales. La obligación de los gobernantes no es otra que la de sentar las bases para que la convivencia se desarrolle en armonía con el progreso del país, con justicia y equidad en derechos, la libertad del individuo no se puede mangonear como si de un borrego se tratara, sin cencerro pero trasquilado cuando al dirigente de turno se le ocurra.
Todo parece indicar que con la muerte del líder, revolucionario, comandante, dictador, Fidel Castro, la dictadura que protagonizó pasará a mejor vida. Y de nuevo tomo como ejemplo al franquismo, la población ha vivido más de cincuenta años bajo su mandato, son conscientes que su hermano Raúl no significa ningún peligro para el cambio de régimen, lo más conveniente es la espera, los definitivos acontecimientos que cerrarán una página de la historia de Cuba. De otra manera no se entiende, ni por mil años que viviera, y se reencarnara en su hermano, sería inútil, una ardua tarea la de luchar contra la realidad, los enemigos dejarán de existir y ya no se podrá culpar a los gringos de todos los males, ya no se podrá gritar como los pastores ante el peligro, "que viene el lobo", estos ya no mostrarán sus colmillos ni atacarán al menor despiste del pastor, la nueva camada evolucionó y se tornó más tolerante, compresiva e inteligente, han comprobado que el dialogo puede ser un arma más poderosa que todas las demás.
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