jueves, 15 de enero de 2009

Usufructo heredado

Es una actitud recurrente tan antigua como el propio calendario, la que se apoya en el dicho "año nuevo vida nueva". No se trata de otra cosa sino la de marcarse un punto de salida para poner en orden los desarreglos que sumamos a nuestras propias vidas, las practicas, hábitos adquiridos, a lo largo de nuestra existencia y que creemos perjudiciales, nocivas, para el buen funcionamiento de la convivencia o la aceptación de nosotros mismos. Quizás este desenlace en las decisiones personales vienen acompañados, o provocados, por el exceso en las fiestas que dejamos atrás, fechas simbólicas para el cristianismo y cada vez más para el consumismo desaforado, sin control, donde consumir se convierte en una contagiosa actitud que acarrea desde tristeza o ansiedad hasta angustia, consecuencia de las salvajes campañas publicitarias que, cada año más temprano, despiertan en nuestras vidas para hacernos sentir como un drogadicto, presa del síndrome de abstinencia, y que sin darnos cuenta nos hacen vivir solo para echarnos mano a la cartera y gastar, comprar, como un monótono mecano y sin otro sentido que no sea el de consumir. Esta costumbre occidental, apoyada en la religiosidad del cristianismo, nos lleva cada vez más lejos de su sentido primitivo, el de compartir con los demás, el de los buenos sentimientos por unos días. Se ha transformado en puro egoísmo, en intereses mutuos, yo te regalo tu me correspondes, y donde lo menos importante es sentarse a la mesa en familia, en Nochebuena y Navidad, sino en cubrir esa mesa simbólica de viandas, las más caras, las más lujosas, sin importar si serán de nuestro gusto y cuanto más exóticas tanto mejor.
Este es un ejemplo bien claro de la desviación en la vida del ser humano, de su naturaleza, nadando siempre contra corriente y alejándose del sentido existencial. Mientras en la naturaleza observamos que lo importante es la supervivencia de la especie, en nuestro propio universo prevalece el egoísmo, el interés personal, lo que menos nos interesa es el prójimo y por encima de todo saciar nuestro apetito que es voraz e insaciable, nuestra necesidad no tiene límite y a cada paso que cubrimos más exigente se vuelve. De otra manera sería difícil de entender que en un planeta donde se produce alimento para cubrir cinco veces las necesidades básicas para toda la población dos tercios de ésta pase hambre. El ser humano debe cambiar el tipo de vida si queremos que prevalezca la existencia de nuestra especie, de lo contrario estamos destinados al fracaso, el consumismo provoca que los recursos vayan menguando a pasos agigantados mientras las necesidades básicas de la mayoría de la población continúan sin cubrirse, abriéndose una brecha cada vez más amplia entre una minoría que nada en abundancia y la gran mayoría que muere de hambre y enfermedades antes de llegar a la edad adulta.
Estas fechas, siempre propicias para cambiar de hábitos, nos obligan a poner en orden nuestras vidas, ha reflexionar sobre lo que hacemos bien y mal, lo conveniente o desaconsejable en nuestra actitud diaria, porque como digo, después de un exceso viene la reflexión y nuestra consciencia nos obliga a cambiar las normas, pero nuestra consciencia es vulnerable, débil, que se entrega seducida al egoísmo, al interés personal. Pronto nos olvidamos de nuevo y volvemos a caer en los antiguos desarreglos, inmersos en la cotidianeidad que no cavila, sino que se deja arrastrar por su propia naturaleza, la de irresponsable, la de abusador, la de no administrar bien el usufructo heredado para que nuestro paso efímero por esta nuestra casa, nuestro planeta, sea irrespetuoso con los que vendrán detrás, nuestros hijos, nuestros herederos.
Asignarnos el galardón de seres inteligentes no es más que lo contrario a lo que realmente somos, los verdaderos adjetivos expresan y representan lo opuesto, echamos tierra sobre nuestro tejado constantemente, obviando lo evidente, sin respeto a la propia vida, a las propias normas de subsistencia. Quizás, como el ejemplo de las navidades, después vendrá la reflexión, y propiciará un tiempo de mesura, pero solo hasta sentir que el lobo se aleja y que el peligro no es inminente, entonces, solo entonces, regresará la insoportable e irresponsable levedad del ser humano a la naturaleza irrespetar y a abusar de lo prestado.

No se nos debe de olvidar que este nuestro entorno no nos pertenece, que nuestro habitad es un regalo pasajero y que al igual que los que nos precedieron, tenemos la obligación de preservar las condiciones para los que vendrán. No es difícil, la cuestión se basa en el respeto, en la herencia que queremos para nuestros hijos, al tiempo que deberíamos de esforzarnos en poner orden en nuestro desarreglo existencial. Pensar que por más consumir viviremos más y mejor es de poco inteligente, la necesidad para cubrir nuestros propósitos es la que nosotros estipulemos y, como en el ejemplo de la Navidad, no demos pie a la reflexión evitando los excesos. El derroche irresponsable de los recursos no es del otro, nosotros y cada uno formamos parte de ese otro y entre todos estamos transformando un vergel en un terreno baldío, donde las consecuencias se suman a diario sin que la amenaza represente un peligroso escenario que por momentos va perdiendo componentes hasta el punto de que, muy pronto, representar el sentido de la vida será tarea casi imposible.

Por suerte, y espero que por mucho tiempo, aún quedan lugares donde la naturaleza palpita virgen, no exenta de amenazas pero sí en toda su plenitud. Nicaragua es un autentico regalo para el mundo, en su diversidad, por lo que la caprichosa naturaleza quiso plasmar en este rinconcito del planeta, como si pareciera haberse concedido un caprichito y unir en un estrecho espacio de terreno todo lo que a ella representa. Bosawás es como volver a entonces, a cuando el ser humano no era reconocido aún como peligro numero uno para la vida en el planeta. Lugares como éste, gracias a falto de recursos atractivos para los usurpadores de usufructos heredados, conservan toda su diversidad y han pasado a significar uno de los más hermosos e importantes tesoros que la humanidad posee. Bosawás fue declarada en 1997, por la UNESCO, Reserva de la Biosfera, nombre que deriva de tres elementos importantes que la componen, el "Río BOcay", "Cerro SAslaya", y "Río WASpuk". Son 5.000.000 de Ha lo que componen esta reserva forestal que se divide entre los dos países limítrofes, 3.000.000 de Ha la Reserva de Río Plátano, perteneciente a Honduras, y 2.000.000 de Ha Nicaragua, lo que la convierte en la segunda mayor selva de todo el continente americano y la tercera en todo el mundo. El núcleo de la reserva está ubicada en los territorios del Río Coco, en la parte sur del curso medio, un área de 7.441 kilómetros cuadrados dentro de la región que comprenden el río Bocay, cerro Saslaya y río Waspuk. La zona de amortiguamiento, de más de 12.000 kilómetros cuadrados, está delimitada por seis municipios adyacentes que comparten fronteras comunes con la zona núcleo de la reserva, Bonanza, Siuna, Waspam, Waslala, Wiwilí y Cua-Bocay.

Esta gran masa forestal extremadamente rica en animales y plantas se desarrolla en un clima propicio, selvas umbrófilas de montaña y selvas tropicales de tierras bajas. En ella convergen la fauna del Norte y de Sudamérica, y se estima que el 13% de las especies conocidas viven en Bosawás, la selva tropical es el bioma más rico del planeta y posee una enorme riqueza en organismos vertebrados e invertebrados, colonias de quetzales, el águila harpía, una de las águilas más grandes del mundo, guacamayas escarlata, pumas, jaguares, el tapir o danto, la existencia de entre 100.000 o 200.000 especies de insectos, entre otros, son los tesoros que esconde esta reserva que no está exenta de peligros, no solo los naturales, como el huracán Félix que destruyó 350.000 Ha de selva y bosque de pinos, también la mano del hombre amenaza a está reserva. La población indígena está compuesta por los rama, mayangnas y miskitos, los dos últimos han conservado su propia lengua y se han organizado en seis territorios, pero no es esta población la que significa ese peligro sino los mestizos, unas 200.000 personas que se asientan en los municipios que rodean a la reserva y que la pobreza y el hambre les ha empujado a una actividad agrícola y ganadera, creando un impacto en el ecosistema con la tala de arboles, para convertir el suelo forestal del pulmón de Centroamérica en agrícola.










http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/

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