domingo, 10 de junio de 2012

Cultura tolteca ( VI )



 Relaciones entre Tollan-Xicocotitlan y Chichén Itzá

No cabe duda que la mítica Chichén Itzá debería de estar encuadrada en la cultura maya, a la que pertenece, quizá la más poderosa y extensa de todas las ciudades mayenses, así como la más cosmopolita. Disfrutó de un protagonismo sin rival entre el 900 y el 1150 d.C. y fue abandonada alrededor del 1250. Su núcleo urbano tiene 5 kilómetros cuadrados y el radio de su entorno se desconoce. Sin embargo, mi atrevimiento en situarla, en parte, entre la cultura tolteca se debe a la fuerte relación cultural, económica, social y política militar que tuvieron las dos ciudades Tula y Chichén Itzá. Tanto es así que nada de lo que rodea a esta relación está clara, todo son dudas, conjeturas, teorías que lo mismo sitúan a la capital mayense como una colonia tolteca que le otorgan el honor de ser el origen de esta cultura nahua del Centro de México, en detrimento de Tula, como propuso George Kubler.

A los putunes, también llamados itzáes, pueblo originario de la zona costera de Tabasco, México, se les considera u otorga el protagonismo de los trascendentales cambios del Posclásico mesoamericano. Aunque la historia de Chichén Itzá comienza a contar desde finales del Clásico fue en el periodo siguiente cuando más auge tuvo, precisamente cuando los putunes invadieron Yucatán en el siglo X, cuando la cultura maya clásica se derrumbó, y establecieron su capital en Chichén Itzá. La realeza hereditaria se cambió por un expeditivo régimen conjunto y el poder sacerdotal reemplazado por castas guerreras y mercantiles. Así mismo, la cultura fue sustituida por otra identidad, la de los itzáes, un grupo de navegantes oriundos del Golfo de México en alto grado mexicanizados.

La ubicación estratégica de Chichén se convirtió en la razón principal por la que los itzáes se arriesgaron en la empresa hasta conseguir el poder. Su localización geográfica, en el centro de la llanura norteña a medio camino entre Cobá, al este, y Uxmal, al oeste, dos hegemonías por aquellos tiempos, fueron motivos suficientes como para aventurarse hasta hacerse con el poder, que no solo les llevaría a controlar la península de Yucatán entera sino que además influirían en toda Mesoamérica durante siglos.

La irrupción de los itzáes en los destinos de la ciudad dieron a ésta el aire de un estado puramente conquistador con grandes intereses comerciales, lo que hizo de su cultura una más cosmopolita, con expresiones políticas y artísticas tanto mayas como del centro de México. La élite reinante, compuesta por un comité de gente de cada casta,  incorporó a sus rituales y símbolos elementos mexicano-toltecas, que no les resultaban extraños a los mayas por la relación comercial mantenida con los itzáes durante siglos. Implantaron el culto a Quetzalcóatl (Serpiente Emplumada), también llamado Kukulkán por los mayas, y llenaron la ciudad con su iconografía.

Esta fusión cultural acaecida en Chichén Itzá dio como fruto una similitud con Tula, provocando una controversia que envuelve a ambas ciudades y en la que se han llegado a plantear diversas hipótesis acerca de los vínculos existentes, todo desde que por primera vez Désiré de Charnay advirtiera que la disposición de las plazas de Tula y Chichén eran muy parecidas. A estas similitudes o coincidencias se debe la teoría de que la ciudad maya fuese fundada por los toltecas, actualmente desechada. Una propuesta muy creíble con el mito de la expulsión de Quetzalcóatl de la ciudad de Tollan, motivo por el que se le identificaba con Tollan-Xicocotitlan.

Pero como el desconocimiento siempre siembra más de una duda, también surgieron otras hipótesis de ida y vuelta, hoy igualmente desechadas, como la que sostenía que sucedió al contrario, que fueron los mayas los que penetraron en el Altiplano Central antes del apogeo de Tula. Lo que proponen Linda Manzanilla y Leonardo López en su Atlas es que los nonoalcas, grupo fundador de la capital tolteca, tenían su origen en la Costa del Golfo, en Tabasco, región que fue ocupada anteriormente por grupos mayenses. Una teoría que parece sostenerse por pilares más creíbles, aunque no esté completamente respaldada por los especialistas, se basa en la documentada presencia de grupos mayas durante el Epiclásico en sitios como Xochicalco en el Valle de Morelos o Cacaxtla en el Valle de Puebla-Tlaxcala.

 Ni siquiera los estudios sobre la mitología de los toltecas y su legendario Quezatcóatl ayudan en este tema de fusión cultural, por que si Wigberto Moreno y Nigel Davies aseguran que la Tollan de las fuentes históricas indígenas, de las que se rescató la leyenda de Quetzalcóatl, es la misma ciudad de Tollan-Xicocotitlan, por otro lado López Austin y López Luján y Florescano defienden que no existen datos suficientes para confirmar que la huida de Quetzalcóatl sucediera en la capital de los toltecas. De la misma manera que tampoco se puede sostener que fuera el exiliado, Kukulkán para los mayas, el que fundara Chichén Itzá junto a sus seguidores desterrados.

Lo obvio es que realmente existieron relaciones entre los toltecas y los mayas de Chichén Itzá, claras muestras de su complejidad que provocaron fuertes transformaciones culturales entre ambos grupos. Las semejanzas existentes entre ambas ciudades resultan más ser el fruto de la fusión cultural y de un fenómeno político, social y cultural que se conoce por zuyuanidad, el mismo que habría servido a las dos ciudades como discurso que legitimase el poder político de las élites locales en escenarios metropolitanos donde convivían diversos grupos étnicos. Un fenómeno extendido que ofrece muestras en otras regiones y gobernantes, como es el ejemplo de Ocho Venado en la Mixteca, donde apela a su clara relación con la Serpiente Emplumada como hijo del sacerdote de su templo en Tilantongo. Desde esta perspectiva de la zuyuanidad es más fácil entender las similitudes arquitectónicas entre Tula y Chichén Itzá, que podría dejar la controversia de su relación en una intencionalidad más bien geopolítica.




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