sábado, 14 de abril de 2012

Ciudades herederas de Teotihuacan (Cacaxtla)


Cacaxtla

Cacaxtla tuvo en el Epiclásico su etapa más prospera, desde el año 600 al 900, en la que dominó enclavada en el valle poblano-tlaxcalteca, sobre un macizo de sierra delimitada por los ríos Zahuapan y Atoyac. Un lugar fértil que encontró en el agua a su mejor aliado para la agricultura intensiva, que propiciaba el desbordamiento del río Atoyac. La laguna del Rosario que proporcionaba peces, así como la densa zona de bosques regada por manantiales aportaba todo lo necesario para que en el sitio se dieran los primeros asentamientos allá por el año 300 d. C.

Cacaxtla proviene de la palabra náhuatl cacaxtli o cacaxtle, que se refiere a los canastos de viaje que usaban los mercaderes para transportar sus mercancías. Su significado es "lugar de los cacaxtli" o "el lugar del morral del mercader", ubicada en una privilegiada situación geográfica, a escasa distancia de la población de San Miguel del Milagro, en el estado mexicano de Tlaxcala.

A partir de la caída de la cercana ciudad de Cholula, en la que muy probablemente los cacaxtlecas debieron de participar en el año 600 aproximadamente, la ciudad acaparó todo el poder de esa parte del valle de Puebla-Tlaxcala hasta el 900, año en el que comenzó a decaer hasta el 1000, en el que fue abandonada.

A mitad de ese periodo de hegemonía absoluta en la región, alrededor del año 800, cuando las ciudades mayas del Clásico asumían el poder y Teotihuacan empezó a apagarse, en el Centro de México algunos centros desarrollaron culturas de carácter regional influenciados por otras culturas procedentes de otras áreas mesoamericanas. Algunos investigadores aseguran que hasta Cacaxtla llegaron gentes de filiación olmeca-xicalanca u olmecas tardíos, pertenecientes a una comunidad de mercaderes y guerreros que procedían de la Costa del Golfo.

Se cree que Cacaxtla fue la capital del pueblo olmeca-xicalanca, a los que no se deben de confundir con la cultura arqueológica olmeca. Para los arqueólogos, cabe la posibilidad de que los primeros pobladores de Cacaxtla fueran descendientes de los olmecas o de los mayas, que llegarían desde la Costa del Golfo y de la Península de Yucatán respectivamente alrededor del año 400. El término olmeca-xicalanca se le atribuye al historiador talxcalteca Diego Muñoz Camargo, quien lo empleó por primera vez para referirse a este pueblo a finales del siglo XVI, cuando describió a Cacaxtla como principal asentamiento de los olmecas-xicalancas.

El apogeo de Cacaxtla no hizo que los habitantes se concentraran en la ciudad sino todo lo contrario, se dio una dispersión de tipo rural que se repartió en 200 poblados aproximadamente. A causa de esto, las suposiciones que se tienen son las de la existencia de varios gobernantes con derechos muy similares, lo que propiciaría una polarización de poder cuyo resultado sería la proliferación de conflictos internos, provocado por un incipiente militarismo. Esta es la respuesta que los arqueólogos encuentran a la presencia de fortificaciones, lo que deja intuir la preeminencia que adquiriría la figura del guerrero, institucionalizándola socialmente. Estas estimaciones son las que reflejan las pinturas murales de la ciudad arqueológica, las que también dejan entrever que la guerra tenía como máxima finalidad la de obtener el mayor número de prisioneros a sacrificar, una característica análoga a lo que sucedió durante la última fase de la civilización maya.

La arquitectura de Cacaxtla es la de una ciudad palaciega fortificada de forma rectangular, con alrededor de 1700 m. de largo por 800 m. de ancho. Compuesta de amplias y altas plataformas con escalones que se encargan de nivelar el terreno, entre las que se construyeron profundos fosos con la intención de defenderse del enemigo y edificios sobre las terrazas. El edificio principal, el Gran Basamento, es una estructura piramidal con cinco pilares centrales, en cuyo interior se encuentran otras construcciones anteriores como el Patio Hundido, el Montículo Y, el edificio C, las Conejeras y el edificio B. Las construcciones de esta ciudad estaban decoradas con bajorrelieves en barro y comparten una característica compuesta de un pórtico al frente y un pequeño recinto en la parte posterior.

De todas las expresiones artísticas encontradas en la cultura de este pueblo cabe destacar sus pinturas murales. La importancia de este arte pictórico está, además de en su calidad, en la gran cantidad, entre 750 y 850, con técnicas combinadas entre la maya y la teotihuacana, las del fresco con pigmentos de colores como el rojo, azul, amarillo, blanco y negro. Sus temas representados son bélicos, con guerreros a tamaño natural que van suntuosamente vestidos, tanto vencedores como vencidos, y escenas de carácter mitológico (hombre-pájaro y hombre-jaguar). También destacan símbolos de una escritura en glifos, aún por descifrar, que presenta similitudes con los de Teotihuacan , los zapotecas y los mixtecas de Oaxaca.

Sobre los autores de estos magníficos murales no hay nada claro, con distintas teorías, entre las que destacan que pudieran haber sido de origen maya, artistas independientes contratados por los gobernantes del sitio, o tal vez fueron los mismos olmeca-xicalancas, cuyas tradiciones estaban inmersas entre las mayas y las del altiplano. Lo cierto e importante de todo esto es el interesantísimo bagaje cultural que nos dejaron, envuelto en un aura intercultural que nos habla de una realidad poblacional compuesta de diversas etnias.


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