domingo, 22 de enero de 2012

El Preclásico cultural del Centro de México


Preclásico Temprano

El Temprano (2.500-1.250 a. C.), uno de los tres grandes periodos en los que quedan divididos el Preclásico o Formativo cultural del Centro de México, lo hace de la misma manera que en el resto de Mesoamérica. Se caracteriza por las aldeas agrícolas, la actividad en que se basaban plenamente sus economías, y se definen como unas sociedades igualitarias, en las que no existió alteración en número de habitantes en comparación a la etapa previa de sedentarismo preagrícola. Los conocimientos arqueológicos que se tienen de ese periodo de tiempo en la región nos revelan la preferencia por las riberas fluviales y lacustres y el somonte, como lugares donde fijar los asentamientos. Son los casos de Chalcatzingo, en el Valle de Morelos, y Loma de Terremote, El Arbolillo, Tlatilco y Tlapacoya; también hay que tener en cuenta algunas excepciones como Coapexco, en la Cuenca.

Referente a la cerámica de la zona, por los estudios de Richard McNeish sabemos que los primeros datos proceden del Valle de Tehuacán, en Puebla, con fecha aproximada hacia el 2.300 a. C. Nada que ver de esta alfarería con la que se produciría un milenio más tarde. Una cerámica con superficies ásperas en contraste con la belleza de las que se elaborarían en Tlatilco y Tlapacoya. Estas primeras piezas alfareras de la región, de Fase Purrón, nos dejan una información basada en sus características, los más que posibles contactos culturales con San José Mogote y Chupícuaro en la Cuenca de México, encontrados en la similitud de su decoración de rojo sobre fondo bayo.

Preclásico Medio

El periodo Preclásico Medio comienza con unos cambios importantes que se dieron en la región. Los más importantes son el aumento de población y el desarrollo de técnicas de agricultura que permitieron una intensificación en la producción, adaptándose así a las exigencias poblacionales de esta etapa. El Medio (1.250-600 a. C.) se caracteriza por el surgimiento de los centros ceremoniales.

A pesar de esa intensificación de la agricultura, todo parece indicar que seguían dependiendo del agua de lluvia para regar las cosechas. No obstante, sí se llevaron a cabo importantes adelantos técnicos referentes a esta cuestión o necesidad. Las estimaciones se argumentan en los hallazgos arqueológicos, tanto en las zonas secas de la Cuenca de México como en los valles de Puebla y Morelos, son vestigios de sistemas de terrazas y canalización; así como indicios de los que fueron chinampas en las zonas pantanosas de los lagos.

Las pequeñas aldeas agrícolas constituidas prácticamente por un mismo patrón, dieron paso a una nueva realidad política. Surgieron los centros ceremoniales y en torno a ellos se fueron agrupando numerosas aldeas satélites. Las complejas estructuras políticas y administrativas se conformaron de tal manera que se fueron integrando en un sistema de intercambio a nivel mesoamericano. Algunos de estos sitios destacados en la Cuenca son Tlapacoya, en la ribera lacustre, Tlatilco, en el somonte, y Coapexco, en las estribaciones del Iztaccíhuatl; también destaca por su fuerte influencia olmeca Chalcatzingo, en el valle de Amatzinac, Morelos.

Con los centros ceremoniales nació un nuevo grupo social que, en contra de los patrones establecidos, no se dedicaban a la producción de alimentos. Esta nueva élite social emergente comenzó a destacar en una sociedad más desigual, desigualdad en el prestigio, en bienes y, en definitiva, en poder. Aquel nuevo grupo de prestigio marcaba un orden social diferente, unas nuevas sociedades estratificadas que los situaban en la cima del privilegio. Un estatus evidenciado en los restos arqueológicos de cerámicas con representaciones de individuos ricamente ataviados y en tumbas pertenecientes a esa época, no sólo de adultos, así mismo de niños, en las que se muestran el privilegiado linaje.

La influencia del arte olmeca se deja ver en esos objetos representativos de la nueva élite, es el estilo que aparece generalizado en toda Mesoamérica en dicha época cultural. Los grupos de poder se apoderaron de la organización de producción especializada y del intercambio con otras regiones mesoamericanas, así como de la redistribución de los productos que llegaban procedentes de otros territorios. Los lazos comerciales más importantes durante este periodo se dieron con San Lorenzo, en el área del Golfo de México, con el Valle de Oaxaca y con los pueblos de Chiapas.

En cuanto a la cerámica producida en el Preclásico Medio del Centro de México destacan las figurillas. Estas representaciones muestran, además de las concepciones religiosas, figuras femeninas de caderas anchas que se relacionan con la fertilidad de la tierra; así como individuos de dos caras o cabezas, jugadores de pelota y contorsionistas. Otras expresiones artísticas-culturales revelan la riqueza mitológica de los mesoamericanos del Centro de México en el Preclásico Medio, personajes humanos o divinidades, animales fantásticos, felinos rampantes y motivos fitomorfos de calabazas y bromelias que están relacionados con la agricultura y el culto a la tierra y a la lluvia. Estas representaciones de estilo olmeca aparecen esculpidas en bajorrelieves en las peñas de un cerro, en el impresionante conjunto de Chalcatzingo.

Preclásico Tardío

La transformación de algunos centros regionales en capitales protourbanas, que además de acaparar todo el poder se convirtieron en núcleos de concentración poblacional, es lo que caracteriza al periodo Tardío del Preclásico o Formativo del Centro de México (600 a. C.-150 d. C.). La desaparición de la influencia olmeca marca el inicio de este periodo cultural en el área. También para este tiempo algunos centros desarrollaron la construcción de plataformas-santuarios, plazas, calles, juegos de pelota y sistemas de drenaje.

Uno de los ejemplos más representativos de estos centros es el de Cuicuilco, situado en los márgenes del Lago Xochimilco, cuya fuerza económica y política le permitió levantar un impresionante complejo de edificios públicos en torno a un templo con basamento en forma de cono truncado. Para hacernos una idea de la importancia de Cuicuilco hacia el año 300 a. C., solamente tenemos que dejarnos llevar por las cifras de Sander, quien estima que de los 80.000 habitantes que la Cuenca de México concentraba en dicha fecha, 10.000 ocupaban Cuicuilco. Algunos siglos más tarde llegó a contar con el doble de población cuando en la Cuenca rondaban los 140.000 habitantes. Para ese tiempo Teotihuacan ya alcanzaba los 40.000.

Teotihuacan se convirtió en el centro más poderoso de la Cuenca, según algunos estudiosos gracias a la captación de la población de Cuicuilco, la que se cree que desapareció antes de que el volcán Xitle erupcionara. Entre los años 100 a. C. y 150 d. C. se calculan que habitaban alrededor de 90.000 personas, el 75% de los habitantes de la Cuenca. Tal concentración humana permitió que en Teotihuacan se levantaran las pirámides del Sol y de la Luna y el surgimiento de la monumental ciudad, que extendió sus influencias más allá de los límites de la región, convirtiéndose en la ciudad más poblada y mejor planificada de Mesoamérica.


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