domingo, 23 de enero de 2011

El enemigo climático de los mayas

"El clima poco benigno ayudó a modelar la civilización". Esta es una afirmación del antropólogo británico Brian Fagan, autor de El largo verano. En esta obra suya abundan los ejemplos de cómo los cambios abruptos estimularon la adaptación humana, especialmente en estos últimos 15.000 años de tiempo cálido. Esta capacidad nuestra para trastocar el medio ambiente no debe hacernos olvidar que, en ocasiones, la presión del entorno funcionó como acicate.

Es tanta la importancia que tiene el medio ambiente en el desarrollo de las culturas que, en muchas ocasiones, ha sido o se convirtió en el enemigo natural decisivo en la decadencia que sufrieron algunos de los imperios a lo largo de la historia de la humanidad. En este sentido, Jared Diamond, autor de Armas, gérmenes y acero, argumenta cómo las condiciones geográficas y ambientales determinaron o propiciaron el dominio de Occidente. Ante la interrogación que muchas veces nos hemos planteado respecto a por qué otras culturas no fueron las dominantes, como las africanas, australianas o americanas, y sí la occidental implantó su dominio de manera más amplia. La respuesta de Diamond se basa en que una serie de factores fueron los que generaron ese caudal que desembocó en la racionalidad filosófica y en el desarrollo de las culturas dominantes.

En este orden cronológico, la agricultura ocupa el primer lugar. Su desarrollo se dio por primera vez en la fértil Mesopotamia, hace unos diez mil años aproximadamente, y aunque también surgió en otros lugares como en Mesoamérica, fue en Oriente Medio donde se desarrolló más intensamente. La geografía y el hecho de que en esta zona del planeta existieran más especies vegetales propicias a su domesticación y cultivo fue ese factor determinante para su desarrollo que, gracias a la gran masa de tierra ininterrumpida por barreras geográficas existente en este continente, propició su expansión a lo largo de Eurasia. Su posición geográfica está expuesta en un eje este-oeste y les sitúa en la misma latitud, lo que permite cultivar las mismas especies en puntos tan distantes como China y España.

Por contra, Jared Diamond también opina que quizás a la especie humana le hubiera ido mejor de no haber desarrollado la agricultura, que exige más esfuerzo que la caza y la recolección. Sin embargo, de no haber sido de esta manera, difícilmente las culturas se hubiesen desarrollado de la forma que lo hicieron y que son la base de nuestra actual realidad. Los pueblos prosperaron a la par que la agricultura se fue expandiendo, porque hasta entonces se dedicaba casi todo el tiempo a buscar la alimentación, a la recolección, a la caza y a la pesca. El inicio de la agricultura dio paso a la domesticación de los animales, que mientras en Eurasia fue más fácil por el tipo de animales que la poblaban, caballo, vaca, oveja, perro, etc., en África y América no lo fue tanto, lo que también influyó en el arado y en el transporte, incrementó la producción agrícola y mejoró las técnicas militares.

Estos avances propiciaron el aumento de la población, se generó más ocio y permitieron la especialización en otras actividades humanas, como el desarrollo filosófico e intelectual. Los agricultores se dedicaron a proporcionar el alimento básico y parte de la población empeñó su tiempo al estudio y al desarrollo de otras artes. Por último, el factor determinante del dominio de Occidente sobre otras sociedades recae en la organización social y en la difusión de los avances tecnológicos. Sin embargo, el aumento de la población también provocó a su vez un desarrollo insostenible del medio ambiente. Las sociedades europeas fueron las únicas de Eurasia que consiguieron dominar otros territorios, no así Oriente Medio y China, que buena parte de sus territorios fueron deforestados y desertizados, situación que no se produjo en los bosques europeos, más resistentes a la deforestación y a la erosión generada por los humanos.

Entre los ejemplos que Brian Fagan nos recuerda, en cuanto a los cambios abruptos de la climatología, está el de la última glaciación, que provocó el descenso del nivel del mar y creó un puente natural en el estrecho de Bering, por el que los asiáticos colonizaron el continente americano. De igual modo, así como el cambio climático dio origen a las culturas americanas, también intervino en uno de los mayores enigmas arqueológicos que se nos presentan en la actualidad: la desaparición o decadencia de los mayas.

Quizás no sea correcto del todo el término desaparición, en realidad los mayas no desaparecieron y en la actualidad podemos encontrar a sus descendientes en la misma región centroamericana en la que se desarrolló su esplendorosa cultura. Por mucho tiempo se tuvo como un misterio el declive de los principales centros urbanos mayas, pero la intensa investigación que se ha llevado a cabo en la región ha puesto de manifiesto algunas de las razones por las que los mayas se vieron precisados a abandonar las ciudades de la selva.

La situación de guerra permanente de unos con otros en la que se encontraban los pequeños estados fue una de estas causas. Las estelas de Toniná cuentan cómo la élite gobernante de esa ciudad emprendió una agresiva campaña militar que dio como resultado la ocupación de sitios tan importantes como Palenque, Piedras Negras y Bonampak. También se sospecha que otros estados pudieran haber llevado a cabo similares campañas militares que arruinaran varias ciudades. A este contexto tan violento y convulso se sumó un desajuste climático que causó el fenómeno de El Niño, que debió tener grandes consecuencias para la agricultura en el Área Maya, lo que encendió la llama de las protestas contra la clase sacerdotal, a los que culparon como responsables de la falta de alimentos.

De nada sirvieron los sacrificios y las plegarias a los dioses de los sacerdotes mayas, las grandes urbes y los centros ceremoniales fueron abandonados por la falta de alimentos. Los sedimentos de los lagos del Yucatán conservan la memoria de una sucesión de sequías a partir del siglo IX, una de las cuales duró 150 años. Los investigadores de la Universidad de Florida (EE UU) responsabilizan en parte, del declive o decadencia del Imperio Maya, al sol, a un ciclo de 208 años de mayor actividad solar que se desarrolló por entonces. Unos descubrimientos que ponen de relieve la importancia que Jared Diamond da a la agricultura y a la geografía, en su teoría de por qué fue la cultura occidental la que expandió su dominio sobre otros territorios, en este caso sobre los mayas, en decadencia cuando los conquistadores españoles llegaron al continente americano.

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