viernes, 8 de octubre de 2010

La patria aviesa


Anteponer los intereses de uno por delante de los de la patria es un hecho reprochable por todos los ciudadanos de adentro de nuestras fronteras, e incluso, dependiendo de cómo sea el atrevimiento alcanza una difusión e importancia que supera a otros comportamientos humanos de índole más vergonzosa aún que el de la traición. La patria es la madre, el mayor de los orgullos de cualquier ciudadano, al menos así se supone y, por encima de casi todo, exige respeto de solemnidad. Pero... ¿Qué ocurre cuando quien lleva a cabo la traición es la patria contra sus ciudadanos, la madre contra sus hijos?

La patria es la casa que nos acoge a todos, el techo que preservamos y defendemos ante cualquier contrariedad. Sin embargo, quienes dirigen o gobiernan el buen funcionamiento de la patria son ciudadanos tan vulnerables y humanos que, como cualquier otro, andan siempre al filo de la legalidad y la honradez, al borde del precipicio que deja ante sus pies a la honorabilidad. Es ahí, al traspasar las fronteras éticas, incluso excusándose en el interés general de los ciudadanos, cuando la traición se consume y la madre se transforma en madrastra, incluso al anteponer o sacrificar a uno de sus hijos por salvaguardar a otros. Esta actitud bien podría entenderse, he incluso aceptarse por el bien de los demás hermanos que acoge el techo patriótico. No así, cuesta aceptar cuando esta traición se lleva a cabo sin obtener a cambio un fruto general y necesario, de lo que todos sus hijos se beneficien, si no que los beneficiarios son privados o particulares y, en todo caso, aunque sea a beneficio general, tiene que apoyarse en una causa suficientemente importante como para sacrificar a los hijos hasta con la propia muerte.

A toro pasado y hace unos días, nos enteramos en todo el mundo de la traición que sufrieron algunos patriotas estadounidenses por parte de sus gobernantes en la década de los 40. Después de 64 años, la investigadora de la Universidad de Weliesley, Susan Reverby, nos reveló con sus trabajos a muchos ignorantes de estos casos, que el Servicio de Salud Pública norteamericano utilizó a sus conciudadanos como cobayas. El caso "Tuskegee", para serles sincero, no me resultó extraño. No es nueva esta actitud miserable, comparable a la que llevaron los nazis contra todos los que no fuesen de la raza aria, negros, gitanos, judíos, polacos, comunistas... Si el doctor Mengele ("el ángel de la muerte") nos provoca sentimientos de rabia e impotencia con sus experimentos criminales, no menos es lo que surge cuando uno lee estos abusos contra los colectivos más vulnerables, como lo eran los negros de aquella época en el "país de las libertades", y más aún si éstos eran pobres o pertenecientes a colectivos como los enfermos mentales, presidiarios o prostitutas.

Los experimentos se llevaron a cabo en el estado de Alabama a lo largo de los años 40, observando el progreso de la sífilis y la gonorrea en las personas que fueron utilizadas como conejillos de indias, inyectándole la enfermedad venérea directamente. En las últimas décadas el gobierno de los Estados Unidos ha estado ensayando más de 40 estudios en el terreno nacional, siempre de forma ilegal y oculta a las víctimas que fueron utilizadas.

Como digo anteriormente, esta noticia no me sorprende en demasía, si hacemos caso de las leyendas que circulan públicamente sobre otras enfermedades que se crearon o propagaron con intereses siempre deleznables, como el SIDA, que según estiman algunos especialistas se fue contagiando por vía intravenosa en las cárceles de los Estados Unidos; o más recientemente la gripe A (H1N1), de la que los laboratorios farmacéuticos hicieron negocios multimillonarios creando una alarma social a nivel mundial, que hizo invertir a los gobiernos de todo el mundo en vacunas que no sirvieron para nada, con el hambre que se podría haber quitado del planeta con ese costo.

Pero si esta actitud de la patria estadounidense con sus hijos nos resulta bochornosa, más perversa y desvergonzada me parece que no se quedaran dentro de sus fronteras patrias, si no que, como es costumbre en ellos, con su prepotencia paternalista y complejo de superioridad, se atrevieron a cruzar sus fronteras para continuar con sus ensayos en otro país de los injustamente llamados del tercer mundo. Guatemala se convirtió en el laboratorio a coste cero de la prepotencia norteamericana por aquellos tiempos en los que llevaron "al infierno" a los negros de Alabama. La buena labor de investigación de la doctora Reverby dio sin proponérselo, mientras investigaba el caso Tuskegee, con los informes de los ensayos llevados con el mismo fin en Guatemala. Si en Alabama fueron alrededor de 400 las personas utilizadas en los experimentos, en el país centroamericano casi se doblaron en número, llegando a los 696 casos. Estas son las cifras que estima el gobierno norteamericano, por parte guatemalteca se dice que los damnificados fueron 1500 personas. También aquí los elegidos fueron del mismo tipo social o colectivos marginados, pobres, enfermos, presidiarios y prostitutas. La administración Obama no ha tenido más remedio que salir a la palestra y pedir disculpas por las atrocidades cometidas contra los ciudadanos guatemaltecos. Hillary Clinton telefoneó al presidente Álvaro Colom para disculparse por el cruel estudio llevado a cabo con ciudadanos guatemaltecos por la Organización Panamericana de la Salud, además de los institutos nacionales de la salud estadounidenses y la Casa Blanca.

La reacción pública del gobierno guatemalteco ha sido como debería de esperarse, calificando de espeluznantes los experimentos llevados a cabo con sífilis y gonorrea sin el consentimiento de los contagiados, aseverando que fue una fuerte violación de los derechos humanos y que su país se reserva el derecho de la denuncia ante las instancias internacionales correspondientes para exigir una indemnización por los daños causados. Estas son las lógicas reacciones gubernamentales, pero mucho me temo que, aunque Guatemala reciba una contraprestación o indemnización acordada con el gobierno estadounidense, nunca será lo justo, entre otras razones porque nunca el coste será suficiente como para que en el futuro continúen utilizando a los ciudadanos como cobayas, o traicionando a los hijos de la nación como madrastra cruel.

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