sábado, 4 de septiembre de 2010

La inestabilidad al acecho


Cuando uno echa la mirada hacia atrás parece que no queda otro remedio más que aceptar aquella manida frase que dice que "nunca tiempo pasado fue mejor". Probablemente así sea, aunque si desglosamos los pormenores de cada tiempo, entonces, comienzan a surgir las discrepancias, el desacuerdo se adueña del tema y uno comienza a divagar, titubear, a dudar si realmente la susodicha frasecita tiene consigo todas las de acertar. Es ahí, cuando nos damos cuenta que los tiempos van y vienen, se olvidan y regresan con sus distintos maquillajes, pero con idéntico propósito, en lo bueno y en lo contradictorio.

La historia reciente de América Latina sabe mucho de convulsiones, de inestabilidad y de conflictos armados que parecían nunca acabar, pero, por suerte, aquellas pesadillas con sonido a botas militares de fondo y huidas en la noche con la sombra de los escuadrones de la muerte pisándoles los talones, pasaron a mejor tiempo, el que sin duda ahora vivimos. Sin embargo, no se puede dar ese tiempo por pasado, el tiempo nunca se aleja para siempre, se bambolea al son caprichoso de lo que acontece y los gobernantes provocan, para traernos de nuevo como un boomerang toda la energía que en otro momento ejercimos.

Parece imposible que, aquellos tiempos difíciles velados en blanco y negro, que se tornaron rancios con el pasar de los años, puedan volver a resurgir para mostrarnos toda su crudeza, a diferencia que en esta ocasión sería coloreada pero con calcada puesta en escena. Nos parece imposible que las condiciones que permitieron el auge de dictaduras militares puedan volver a rugir, a darse, de entre el olvido y el desconocimiento para los más jóvenes. Aún así, no se puede descartar esta hipótesis... Sí, ya sé que pensarán que soy pájaro de mal agüero, pero si analizan la situación actual sobre el tema que me trae a estas líneas, entonces, comprobarán que mis temores no son infundados. Que la sospecha de que la inestabilidad en Latinoamérica acecha detrás de cualquier esquina es cierta.

Hace algunos meses, el IISS (Instituto Internacional de Estudios Estratégicos), vinculado a los gobiernos de EEUU y Reino Unido, publicaba un informe en el que alertaba de la inestabilidad que se fraguaba en el continente latinoamericano. Ustedes me dirán que aquí hay gato encerrado, que huele a informe interesado por parte del imperio del norte y de sus socios europeos, pudiera ser así, aunque, si nos olvidamos de lo que pudieran dar a entender y analizamos los movimientos y cifras sobre armamentos, descubriríamos que la situación pudiera estar al borde del precipicio bélico en cualquier frontera y con consecuencias inimaginables para sus habitantes. Según el informe, las amenazas que enfrenta la región son la degradación de la democracia, el crimen organizado transnacional, el terrorismo, la insurgencia y el tráfico de armas y drogas.

Por otro lado, si comenzamos a analizar algunos de estos factores mencionados, la mirada hacia los culpables siempre se dirige en la misma dirección. Uno de los argumentos más repetidos del presidente mexicano, Felipe Calderón, cuando intenta explicar que la responsabilidad de la creciente actividad del crimen organizado en México no tiene un origen único, son las 20.000 armas ilegales que pasan cada año desde EEUU por las frontera mexicana, procedentes de las aproximadamente 6.700 tiendas que existen en el lado estadounidense. Una cantidad que supone un valor calculado en más de 20 millones de dólares. La gran competencia que existe en EEUU, hace que los precios de las pistolas o ametralladores sean muy bajos, a diferencia de México, donde la ley permite poseer un arma siempre que se registre en el Ministerio de Defensa y sólo para uso deportivo o defensa doméstica. En total, según opina la ONU, en México existen unos 10 millones de armas de fuego no registradas, suficientes como para proveer a uno de cada tres hombres adultos.

Así que, con estas cifras sobre la mesa, ¿qué podríamos pensar con respecto a los países cercanos y vecinos con México, donde los controles son menos intensivos, debido a la precariedad en la lucha contra el crimen organizado? El resultado es evidente, el llamado triangulo de la violencia por la ONU, Guatemala, El Salvador y Honduras, donde las cifras de asesinatos y acciones violentas superan cualquier comparación.

Luego, si nos adentramos en la realidad de los países andinos, ahí nos encontramos con la inestabilidad crónica, expresada en la guerra de Colombia, con sus distintas combinaciones entre guerrillas, paramilitares y narcotráfico, que evidencian la incapacidad del Estado para controlar la situación. También en este caso nos encontramos con que el vecino rico del norte es el mayor proveedor del ejército colombiano. Pero no crean que toda la pólvora llega por el mismo cauce, si desviamos la mirada al lado opuesto descubriremos que existe otro protagonista importante en este significativo mercado con resultado de violencia y muerte. El auge ruso en territorio latinoamericano se debe a la dejadez de los gobiernos Bush con el suministro armamentístico impuesto a varios países como Venezuela, al considerar que no colaboraban lo suficiente en la lucha contra el terrorismo, todo lo contrario ocurrido con México y Colombia, con quienes el gobierno de Washington reforzó su relación militar.

Y, aunque Rusia es el único país del mundo que ha disminuido su gasto militar, ha firmado acuerdos con Venezuela, Perú, Brasil, México y Colombia, al tiempo que negocia otros convenios con Bolivia, Uruguay y Ecuador, convirtiendo a Latinoamérica entre los dos suministradores en un polvorín. En total, el gasto militar de América Latina y Caribe aumentó en 2008 hasta superar los 58.000 millones de dólares, lo que equivale al 1,35% del PIB, cuando dos años antes, en 2006, apenas superaba los 39.000 millones de dólares. Así que con estos mimbres ya me dirán ustedes que canasta podemos esperar.



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