sábado, 21 de agosto de 2010

Cosas de Mohamed (del otro lado de la valla)


Rara es la estación del año en la que España no tiene un desencuentro con Marruecos y casi siempre andan de por medio las ciudades de Ceuta y Melilla, es la piedra de la honda que utiliza el gobierno marroquí para chantajear al gobierno español, sí, chantajear, una expresión clara y sin tapujos que no disimula el significado. Pero no es nada nuevo, es algo a lo que estamos acostumbrados y ya sabemos que sólo se trata de un asunto de intereses provocado por Marruecos para sacar tajada del tema que se traiga en ese momento entre manos, o entre carteras ministeriales. Las ciudades de Ceuta y Melilla son dos territorios pertenecientes a España, son las últimas colonias que aún quedan en suelo africano, en cierto modo parecido a Gibraltar, situado en territorio español pero gobernado y con bandera inglesa. Claro que había que aclarar que la demanda en cuestión de territorios históricos de Marruecos no se limita a estas dos ciudades en la otra orilla del Mediterráneo, si no que se adentra en la Península Ibérica hasta cercano a los pirineos, hasta donde llegó el Imperio Almorávide... Cosas de locos si pensáramos en cuántas fronteras se han creado y desaparecido a lo largo de siglos, durante miles de años.

Pero ésta no es la cuestión, sería entrar en la historia y ese es otro tema más peliagudo. Lo cierto es que, desde que el padre del actual rey de Marruecos, Hassan II, consiguiera apropiarse de los territorios del Sahara Occidental con la Marcha Verde, en el momento en que en España había un vacío de poder transitorio mientras el dictador Franco agonizaba, no ha parado la misma estrategia para sacar provecho mediante el chantaje, utilizando a las dos ciudades norteafricanas como excusa. Sin embargo, estas crisis diplomáticas entre España y Marruecos se saben cómo empiezan pero no cómo terminan, bueno... se puede intuir dependiendo del gobierno que rija en España en el determinado momento.

Digo esto porque al otro lado de la valla, el régimen de Mohamed no cambia, el suyo es dictatorial y no medio democrático como se supone, en cambio a este lado, se cuenta con dos maneras bien distintas de entender las dichosas crisis. El conservador Partido Popular tira siempre por la tremenda, como ya demostró en las dos legislaturas que gobernó, comenzó con el desencuentro y la no renovación del acuerdo pesquero y terminó con el conato bélico del Islote de Perejil, un pequeño islote que no aparece ni en los mapas y que Aznar mandó al ejército por las bravas a desplegar la bandera nacional como un acto de patriotismo que más rayaba lo esperpéntico que la seriedad de un gobierno responsable. Por el otro lado sale a escena el PSOE. A los progresistas le sienta mejor la diplomacia y siempre trataron de solucionar los problemas mediante los acuerdos, por lo que los conservadores continuamente los tacharon de blandos, de ceder a las pretensiones chantajistas de Mohamed. Yo, personalmente, creo más en la palabra que en las bravuconadas prepotentes.

Lo evidente es que el gobierno marroquí ha sabido desde hace años jugar bien sus cartas, en temas como la emigración o el tráfico de hachís. En el otoño del 2002 cientos de emigrantes subsaharianos saltaban las vallas de la frontera que rodean a las ciudades de Ceuta y Melilla, al tiempo que decenas de pateras alcanzaban las costas de Cádiz cada día ante la pasividad y en ocasiones con la complicidad de las autoridades marroquíes, buscando provecho mediante la presión, y consiguieron lo que se proponían. A cambio de ayudas económicas, Marruecos se comprometió a parar el flujo de emigrantes y lo hizo. Con el problema del tráfico de droga pasó tres cuartas de lo mismo, el cultivo de hachís en el país vecino se ha reducido la superficie de 134.000 hectáreas en el 2003 hasta 60.000 en la actualidad.

Sin embargo, existen otros temas en los que el gobierno de Rabat no siente que el gobierno español agradezca sus esfuerzos, como es la cuestión del terrorismo islámico, con el que sí es verdad que Marruecos no especula. Aunque, si hay un tema donde Mohamed ha puesto su interés ese no es otro que el relacionado con el Sahara Occidental. Los territorios ocupados por Marruecos viven desde mediados de los años 70 en una represión constante y haciendo oídos sordos a las exigencias de la ONU para llevar a cabo el referéndum por el que el pueblo saharaui decida su autodeterminación. Pero, otra vez más, Estados Unidos anda tras las bambalinas, en este caso apoyando a Marruecos en su propuesta, la de imponer una autonomía a los territorios ocupados, sin dejar de pertenecer al reino alauita. Mohamed quiere que España avale totalmente su dominio sobre este territorio y el gobierno de Rodríguez Zapatero persiste en mantener una posición neutral en el asunto.

Hace unos días de nuevo estalló otra crisis diplomática de las que ya no nos sorprende. En esta ocasión ha sido promovida por dos actores principales, dos activistas ya conocidos al servicio de los servicios de inteligencia marroquí. El presidente de la Coordinadora de la Sociedad Civil del Norte de Marruecos, Chaouki Monaim, y el presidente de la asociación Gran Rif de Derechos Humanos, Said Chramti. La provocación de los dos activistas consistió en dos fotomontajes de policías de la frontera española entre basura y con las manos manchadas de sangre, colocadas en la franja conocida como tierra de nadie, y ante la pasividad de las autoridades del otro lado. Se anunciaron boicot de mercancías marroquíes a los mercados de Melilla, y algunas otras propuestas de presión. La queja era el trato racista que las mujeres policías españolas daban a los ciudadanos de Marruecos, tachándolas de racistas y algunas lindezas por el estilo. Claro, ante esto, uno se sorprende cuando muchas de esas mujeres policías son musulmanas y la mayor parte de su familia son de Marruecos. El problema radica en que el machismo musulmán no permite que una mujer pueda ordenarle quién cruza o no la frontera. No se trata de racismo por parte de este lado, si no de irrespetuosidad y rechazo a los derechos de la mujer del lado marroquí.

Lo cierto es que todo quedó en aguas de borrajas y tras una llamada de teléfono del monarca español al de Marruecos, se zanjó el asunto y los activistas pasaron a retirar toda su presión de boicot. No sin antes pasearse los dirigentes conservadores clamando a Santiago Matamoros por Dios y por la patria, por el abandono en el que tienen sumido a la ciudad de Melilla por parte del gobierno de Rodríguez Zapatero. Solucionada la crisis se acabaron las fotos y declaraciones oportunistas de Aznar, que hay que recordar que en sus 8 años de mandato no fue a visitar Melilla ni una sola vez.

Es evidente que cualquier asunto hubiera servido de liebre para hacerla saltar y correr tras ella. Son varias las versiones que corren como el germen que originó la escaramuza diplomática. Según la versión del otro lado, cuatro ciudadanos marroquíes, con pasaporte belga en un vehículo descapotable, trataron de pasar la frontera con una bandera de Marruecos, dos mujeres policías les instaron a retirarla y ante la negativa llamaron a los antidisturbios y les golpearon hasta que pudieron huir. Del lado español se sostiene que las agredidas fueron las agentes, que los cuatro se negaron a mostrarles la documentación requerida alegando que Melilla era marroquí. Una de las policías era musulmana y entendía varios dialectos de Marruecos, por lo que pudo entender los insultos y burlas hacia ellas, al subir el tono de los improperios fue cuando llamaron a los antidisturbios. Otra versión que corre de boca en boca y por las malas lenguas es que se trata de un asunto personal del rey Mohamed, quien pasaba unos días de descanso en su yate cerca de la guarnición militar española del peñón de Alhucemas. Se dice que el helicóptero que abastece a dicha guarnición pudo molestar al monarca por fotos echas desde dicho aparato militar, mientras disfrutaba de placeres mundanos rodeado de efebos en la cubierta de la embarcación.



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