viernes, 18 de junio de 2010

Vivir en la calle o morir en ella


"Vivir en la calle o morir en ella, pero nunca regresar a casa". Estas son palabras de Ulises Eugarrios Cárcamo, un caso especial de cuantos niños de la calle que no terminan sus días de forma trágica, un mirlo blanco, un ejemplo de lucha por escapar de una vida llena de sin sabores, de malos tratos, de abandono y abusos por parte de su familia, de su entorno más inmediato. Son muchos, demasiados, los niños en América Latina que sufren estas consecuencias injustas, fruto de una sociedad subdesarrollada, sumida en la pobreza más absoluta y víctimas de la carencia de educación, de protección por parte de las autoridades y por la falta de responsabilidad de sus progenitores.

Hace unos días encontré una noticia en El Nuevo Diario de Nicaragua de las que reconfortan, levantan los ánimos y nos prepara para enfrentarnos con energía renovada a la nueva jornada que recién se despereza. Se agradece encontrar alguna noticia positiva que nos ayude a pensar que otro mundo es posible, aunque esto no deje de ser una utopía constante. La infancia no sólo es la etapa más importante del ser humano, durante la que se desarrolla y apuntala los cimientos del futuro, si no que también es la base humana y social de un país, por eso nada hay más importante que protegerla y preservarla de las garras de la injusticia que sembramos con nuestras actitudes, al permitir que ocurran situaciones que lleven o arrastren a los niños a vagabundear, a vivir y morir en la calle como si no formara parte de nuestras responsabilidades, como sociedad y como seres humanos.

Ulises es originario de la ciudad de Diriamba, cuna del Güegüense, la primera obra teatral desde la llegada de los españoles al continente y fruto de las dos culturas encontradas. Viene de una familia de doce hermanos de padres diferentes y desde niño sufrió las irresponsabilidades de una madre inestable que a cada año tenía nuevo compañero y un único aliciente en su vida, el guaro, el alcohol. Vendió su hogar para continuar con su adicción y desde entonces sus vidas nómadas se vieron vagabundeando de un lado para otro. Desde pequeño salía cada día con sus hermanos mayores a mendigar, para alimentarse toda la familia, y según cuenta, lo utilizaban a él por ser el más pequeño y el que más lastima daba. Recuerda cómo cada día acudían al mercado de Jinotepe a pedir verduras, hueso y otras cosas que la gente no vendía cuando cerraban los tramos, y a las comiderías a que les dieran alimentos.

Ulises narra que estuvieron en esas circunstancias hasta que su hermana mayor de 14 años se escapó para no saber nunca más nada de ella. Después fue otro hermano el que se marchó con su abuela y se quedó junto a su hermano Juan Carlos, quien acabaría suicidándose cuando tenía 23 años. Su madre continuaba con el guaro y teniendo hijos de sus nuevos padrastros, hasta que un día los dejó olvidados en Jinotepe. Les tomó el dinero que habían recogido y se fue a beber alcohol, ese fue el primer día que durmieron sin la compañía de ella.

Sin embargo, aquí, en Jinotepe, su suerte comenzó a cambiar, cuando un matrimonio estadounidense los acogió en su casa durante un tiempo, a él lo llevaron a Texas y hasta aprendió algo de inglés, luego tuvieron que regresar, y se reencontró con su hermano y su madre en Managua. A los siete años de nuevo comenzó su vida en la calle y a pedir dinero para alimentarse y para la madre, siempre amenazándolos y diciéndole que si se volvieran a marchar se mataría o regalaría a su nuevo hermanito.

En la nueva zona donde se fueron a vivir, en Managua, cerca del Estadio Nacional, era la menos idónea para desarrollar sus vidas, donde imperaba la prostitución, la delincuencia y el huele pega. Sus amigos hacían lo mismo que ellos, salir a pedir comida en los semáforos o en las casas, y cuando le preguntaban dónde estaba su madre y que llegara hasta ellos para darle trabajo no sabían que decir.
Los malos tratos por parte de su madre y sus padrastros eran continuados, aunque les llevaran dinero, castigándolos de manera cruel, poniéndolos de rodillas sobre arena o maíz, colocándoles adoquines en la cabeza y poniéndolos bajo el sol abrazador, hasta que finalmente decidieron que no volverían con su madre, que vivirían y morirían en la calle.

Sin embargo, la suerte les acechaba, especialmente a Ulises, que también cuenta en el artículo cómo conocieron a Zelinda Roccia, su ángel guardián y directora del centro de protección infantil Los Quinchos, en el hospital donde estaba internado su hermano. En la actualidad Ulises tiene 22 años, cursa el quinto año de secundaria y ya piensa en la carrera de Ingeniería Industrial o Sociología. Cursó computación, estudió teatro en Italia, es artesano y trabaja la carpintería y las manualidades, asiste entre 60 y 80 niños de La Chureca, el mayor vertedero de Latinoamérica, tratando de rescatarlos de la calle, de la pobreza y de los malos tratos, al igual que hicieron con él, ofreciéndoles una oportunidad para vivir dignamente.

Una historia con un final feliz, pero, como apuntaba al principio, se trata de un caso especial, la mayoría de los niños de la calle mueren prematuramente, faltos de cariño, atenciones primarias, y con todos los males de la sociedad como compañeros de viaje.
Según la Oficina Internacional Católica para la Infancia (BICE), unos 200.000 niños, niñas y adolescentes menores de 18 años están detenidos o presos en América Latina, es el resultado de una infancia marginal. Para estos niños pobres, abandonados o huérfanos no hay educación ni atención médica, son víctimas vulnerables sin protección y muchos de ellos son parte de las matanzas de niños y jóvenes marginados que se dan en algunos países, como Guatemala, Honduras, Colombia y Brasil, llevadas a cabo por los escuadrones de la muerte.

Fuentes del Ministerio de la Familia de Nicaragua informan que más de 830.000 niños y niñas están fuera del sistema escolar y 253.000 los menores que trabajan.
Estos datos son significativos, dicen mucho del futuro. En la mayor parte de los países latinoamericanos las nuevas generaciones de niños y niñas de hogares modestos no estarán capacitadas para enfrentarse al mercado de trabajo cuando lleguen a la mayoría de edad, no estarán formados, con bajos niveles educacionales e intelectuales. No es sólo el futuro de una generación lo que está en juego, ni de un país, ni siquiera de un continente, es el futuro de la sociedad del siglo XXI, el mismo mal que arrastramos generación tras generación.

7 comentarios:

  1. oh que pena que da que esto este pasando ,, mientras los presidentes de estos países junto con su gobierno y sus familias viven de lo mejor del dinero del pueblo y de la drogas.....

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  2. hola!
    he leido atentamente las letras de Antonio Torres. Estoy de acuerdo con sus palabaras, no obstante, me gustaria reflejar la ausencia, en cierto modo, la invisibilidad de "los padres" en el relato.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Estimad@ amig@ anónimo:
    La ausencia de los padres no está solamente en el relato, también son invisibles en la vida real. No tuvieron más protagonismo en las vidas de los niños que el necesario,el de procrear. Sobre el padre es muy probable que no se sepa ni quién es y sobre la madre no se puede decir mucho más de lo referente a su alcoholismo. Eso es lo relevante y especial de la historia, la ausencia de sus padres.
    Saludos cordiales.

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  5. me da pena que algunas madres son tan inrresponsables de hacerles trabajar o abandonar a sus hijos si los niños son bendiciòn de Dios

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  6. hola!! es lamentable la situación en la que viven esos niños, en lo personal sugiero una sola cosa...no buscar culpables, si no, más bien encontrar soluciones. Es bueno que exista gente que se preocupa por realizar este tipo de trabajo a ver si por fin nos damos cuenta lo afortunados que somos y le regresemos algo a los necesitados a manera de gratitud. Estoy por realizar un proyecto similar y me gustaría ( con todo respeto) saber si si cuenta con el nombre del fotografo, para respetar derechos de autor por favor. (Que aunque no realizare las mismas me dieron ideas). Mil gracias y felicidades por tu trabajo.

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    1. Estimado anónimo;
      Hace algo más de dos años que escribí este artículo y que tomé prestadas las fotos. Quiero recordar que proceden del Nuevo Diario de Nicaragua pero no estoy seguro del todo. En el texto encontrará datos suficientes para que le lleven a la noticia en ese diario de donde extraje la información para redactar el escrito.

      Gracias!!

      Reciba un fuerte abrazo amigo.

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