sábado, 5 de diciembre de 2009

La última colonia

"En Smara vivía Malud, en unas condiciones duras, pero como todos los niños que llegan de vacaciones no viven de la miseria, ni están hambrientos, ni suelen estar enfermos, no son niños que vengan de familias desestructuradas, todo lo contrario, son numerosas que viven en comunidad dándoles apoyo y cariño. La electricidad la consiguen con paneles solares y el agua de una manguera; la dieta está basada en arroz, pasta y legumbres; su ganado cabras, camellos y caballos. Los españoles tienen una deuda moral y una responsabilidad histórica con ellos, un pueblo tan independiente como solidario; los campamentos son matriarcados en donde apenas se ven hombres porque trabajan fuera o en el ejército.



Rafael y Laura decidieron y se pusieron en contacto con la asociación creada en Córdoba, el día de su llegada fueron a recibirlo al aeropuerto de Sevilla y procedente de allí llegaron en el tren de alta velocidad. Los aviones le impresionaron pero el ferrocarril le fascinó, era el primero que veía y alternaba el examen exhaustivo al interior del vagón con el paisaje de Andalucía. Los primeros días lloraba como lo hace cualquier niño de ocho años, pero pronto se integró y tomó confianza con la familia, mucha culpa de esto la tuvo la complicidad de Carlos, con un año menor que Malud y que le hizo el acercamiento más fácil. La lavadora dando vueltas con el jabón le dejaba embobado y con los grifos se aseguraba que quedaran bien cerrados para que no se fuera ni una gota.



El español dejó apartada la consola de videojuegos y el Saharaui le enseñó otros nuevos recreos que compartieron, a los árboles les tocaba las hojas y miraba con sensibilidad los bosques; la piscina le causó asombro por la cantidad de agua, lo mismo que la ducha, no entendía tanto derroche acostumbrado a la escasez del líquido elemento. La reacción más sorprendente la tuvo en la playa cuando vio el mar de Málaga, se sentó de cuclillas con las manos en la cabeza y se quedó varios minutos en reflexión. Los dos meses que vivió en Córdoba no sólo le sirvieron Malud para disfrutar y conocer otros lugares y país, también comió frutos frescos que no acostumbra y les vino muy bien para su desarrollo, se bañó en la playa, le hicieron una revisión medica por si sufría alguna enfermedad y en el caso de que así hubiese sido y de largo tratamiento, siempre con un informe medico, se quedaría en España para su tratamiento.



A Carlos le valió de mucho la compañía del niño Saharaui para valorar tantísimas cosas que no le dan importancia, como el agua, de la que su amigo le enseñó por qué debía cuidarla.

-¿Sólo en una ocasión vino de vacaciones? –Siniestro se interesó preguntando a Malud y éste le respondió: –Ésta fue su primera visita, pero seguramente repetirá en otros años venideros siempre que apruebe el curso en la escuela, el gobierno Saharaui exige este requisito para poder ir de vacaciones. Otros muchos también realizan sus estudios universitarios en España.

Muchas familias de acogida terminan visitando los campamentos y conociendo a sus padres, hermanos y demás parientes, es algo maravilloso, el lazo que se tiende entre las dos culturas y lo hermoso que puede llegar a ser el encuentro.



Si yo fuera persona! –exclamó Siniestro –Haría lo que Rafael, acogería a un niño en vacaciones y le daría la oportunidad de ver la vida desde unas perspectivas reales.

Y Malud le contestó:

-¡Eso mismo dicen muchos humanos, pero del dicho al hecho hay un trecho! Yo no creo que todos los Españoles se hayan olvidado de ellos, ni tampoco los gobiernos sucesivos, todos utilizan a los Saharauis cuando están en la oposición, unos más descarados que otros, pero al llegar al poder aparcan la causa hacia un lado para no molestar a los vecinos, siendo más importantes los acuerdos con Marruecos. ¿Cómo se le debe llamar a una madre que abandona a sus hijos en manos de un colindante, que los ha expulsado quitándole sus tierras y lo permite por unos intereses creados?

-¡No sé si eso tendrá nombre! –dijo Diestro.

–¡Ni nombre ni apellido! –continuó el zurdo del camarero -El de la península y el del Sahara son dos pueblos apegados, hermanados y recíprocos en simpatía, tanto los de allí como los de aquí, siempre son bien recibidos y queridos. España tiene la posibilidad moral de recomponer lo destrozado, ayudando a sus hijos que durante un siglo lo fueron, no sólo para conseguir la independencia de la ex colonia Española, también para avanzar en su desarrollo y así devolverles todo de lo que se apropiaron durante cien años. Sería un ejemplo de justicia."



Lo relatado anteriormente pertenece a un capítulo de mi primera novela "De Par en Par". En ella, un par de zapatitos coinciden con otros pares usados por distintos pies con historias vividas de diferente manera y, en este relato, los zapatos de un camarero cuentan una relación de amistad y convivencia entre una familia de mi ciudad, Córdoba, y un niño saharaui acogido en vacaciones. Estas experiencias de menores en vacaciones, no sólo en Córdoba si no también en toda la península española, pone en relieve el apego y el cariño existente entre el pueblo saharaui y los españoles, ciudadanos del mismo país hasta 1975, año en el que aprovechando el declive de la dictadura, moribundo Franco, el rey de Marruecos Hussein II anexoró dos tercios del territorio saharaui a Marruecos y el tercero quedó dentro de las fronteras mauritanas. Fue el fruto de la presión ejercida por un lado por el Frente Polisario para conseguir la independencia y por el otro por parte del régimen marroquí para adueñarse de un territorio que nunca le perteneció.



El Sahara Occidental es la última colonia africana en la actualidad. España se adueñó del territorio y su actitud durante ese siglo bajo dominio español no sólo fue lamentable si no vergonzoso, en todo ese tiempo sólo una persona acabó con estudios universitarios, es un ejemplo de cual fue el trato dado a este noble pueblo. Pero si lamentable fue la actitud recibida entonces, igual o peor es el trato recibido por parte de Marruecos, un régimen autoritario donde los derechos humanos no es más que una utopía. La ONU no reconoció ni a Marruecos ni a Mauritania como potencias administradoras del Sahara, fue el Frente Polisario el que proclamó su independencia en 1976 con el nombre de República Árabe Saharaui Democrática, lo que provocó una trágica guerra , y aunque Mauritania firmó unos acuerdos de paz con el Frente Polisario y renunció a unos territorios saharauis, Marruecos materializó la ocupación de la mayor parte de los territorios saharauis con el apoyo de Estados Unidos. Si todas las guerras son crueles, en ésta fueron los civiles las únicas víctimas al ser perseguidos por el desierto, bombardeándolos desde el aire con gases venenosos cuando buscaban refugio en Argelia, un vergonzoso y deleznable episodio del que España tiene su parte de culpa, por haber dejado la ex colonia a su suerte en manos de un régimen como el marroquí, al que la historia pone en los más bajos peldaños de la escalera de la nobleza y la dignidad. Ningún ciudadano marroquí debería de sentirse orgulloso de lo que sus gobernantes causaron y usurparon.



Y aunque todo esto es parte de la triste historia, la realidad no pinta con tonos diferentes, de nuevo los ciudadanos del Sahara vuelven a ser víctimas de los invasores de antaño, España y Marruecos. El episodio que vive la activista Aminetu Haidar en el aeropuerto de Lanzarote, Islas Canarias, no tiene calificativo. Marruecos sigue negándole el referéndum para la independencia que la ONU exige a Marruecos y este país vecino de España no sólo hace oídos sordos a la exigencia si no que se burla de la comunidad internacional en este asunto. Por otro lado, España, juega a la ambigüedad de permitir lo in permisible por mantener unos compromisos o acuerdos de buena vecindad con el régimen totalitario de Rabat.



Como ciudadano español siento impotencia, vergüenza, por cómo el gobierno de mi país se presta a este juego, donde el dictador reyezuelo descendiente de Mahoma utiliza, no sólo a su pueblo si no también a los saharauis, como peones de un juego donde la insolencia es su único sentido. Son muchos, somos la mayoría, los españoles que estamos con el pueblo saharaui, al que queremos y respetamos, como a otros pueblos hermanos que en otro tiempo fueron víctimas de la invasión colonialista española. Como ciudadano del mundo lo que siento es rabia, que se transforma en rechazo a todo lo que se mueve bajo la bandera marroquí aunque sé, y soy conciente de ello, que ninguna culpa tienen los ciudadanos de Marruecos por las "gamberradas de maleantes" que llevan a cabo sus gobernantes. Mi boicot es rotundo a todo lo que provenga de territorio marroquí, mientras que el insolente reyezuelo haga y deshaga a sus anchas contra los derechos de los ciudadanos, marroquíes o saharauis. En cambio, para Aminetu Haidar y el Sahara Occidental, mi más sincero apoyo para su causa, la de la liberación de las cadenas que los atenazan como pueblo.



















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