viernes, 2 de octubre de 2009

Abusos impunes


Paradójicamente, uno que se cree vivir en libertad en los países desarrollados de hoy en día, resulta que no es tanto como suponemos, que somos esclavos de nuestras propias normas y leyes, las que rigen nuestros derechos a ser libres. La esclavitud que sufrimos en nuestras sociedades no es de grilletes y cadenas, al menos en algunos casos, aunque no estamos libres del todo de esa posibilidad. Los esclavistas, esclavizadores o abusadores de derechos, podemos ser todos, somos todos, víctimas y verdugos al mismo tiempo, aunque la mayoría nunca ejerzamos el papel de victimarios, porque está claro, las leyes son para todos, pero comparto aquello que alguien dijo alguna vez, que "las leyes están hechas por los ricos o poderosos, para que la cumplan los débiles o pobres". Y como quien hizo la ley hizo la trampa, los más avispados se aprovechan de ella para esclavizarnos o para abusar de nuestros derechos y quedar impunes, no hace falta incumplir la ley, sólo hay que buscar un resquicio que no esté penalizado y les permita aprovecharse de esa impunidad por vacío legal. Así que, los poderosos, las grandes compañías, a cuanto más grandes más esclavistas, más medios para esclavizarnos de una manera u otra y siempre discretamente, pero con unos beneficios enormes para sus arcas; y lo peor es que, aún con el libre mercado, ellos se unen y se saltan las reglas estipuladas, para monopolizar los mercados y abusar de los consumidores o usuarios, que tomen el camino que tomen siempre se dan con los abusos de fauces y sin remedio.

Un ejemplo de lo que expongo son las compañías telefónicas o de Internet, es un abuso constante contra el consumidor, y resulta tan complicado y trabajoso recuperar nuestros derechos que en la mayoría de las ocasiones lo olvidamos y damos por perdido ese derecho usurpado por lo trabado que se nos presenta. Mi experiencia más cercana finalizó con buen fin hace varios meses, aunque el abuso surgió un año antes, el tiempo que me costó de lucha constante. Supongo que la compañía en cuestión, de la que no daré nombre por evitar publicidad y porque realmente son todas y actúan igualmente, no pensaría que su cliente estafado no defendería sus derechos y, como muchos más, daría por perdido el cobro indebido. Pero claro, tengo que reconocer que soy terco como una mula y pegajoso y tenaz como una mosca vieja. Comenzó o coincidió cuando renové mi contrato con la compañía y solicité un nuevo terminal, los puntos acumulados me permitían elegir uno de los modelos más de moda y con más prestaciones, por lo que también más caro. Me negué en rotundo a abonar ni un solo euro y amenacé con cambiarme de compañía si no me lo proporcionaban gratis, y mis negociaciones dieron su fruto. Aún así, ellos tenían una jugada que supongo en muchas ocasiones le saldrá bien, pero conmigo no; en la primera factura domiciliada por el banco me cobran 220 euros por llamadas a un numero que nadie supo decirme a que pertenecía, el importe era prácticamente el mismo que el del terminal conseguido. En la factura detallaba cientos de llamadas continuas al mismo número en cuestión y durante una noche, diferenciadas por 2, 4, o 1 solo segundo entre unas y otras, pero con una duración de entre 14 o 15 segundos cada llamada, cosa imposible. Reclamé y la compañía me dijo que yo había realizado esas llamadas y que debía de pagarlas, ante la impotencia acudí a la oficina del consumidor de mi ciudad y después de hacer un escrito detallado y presentar pruebas, en este caso la factura, la compañía estafadora se negó a escuchar el reclamo pasados dos meses. El siguiente paso fue enviar la misma documentación a la oficina del consumidor del gobierno andaluz y ahí no pudo negarse a escuchar mi petición ni a alegar contra ello. Al año, la resolución me dio la razón y me devolvieron mi dinero, no así los intereses y las molestias que pudieron ocasionarme.

Siempre que escribo o hablo sobre el tema de las telefonías, me acuerdo de la iglesia católica, bueno, de la iglesia me acuerdo en muchas ocasiones y siempre para mal. Siempre me viene a la memoria el día que fui a apostatar al arzobispado de Córdoba y le dije al religioso funcionario que me atendió "que si lo de apostatar no sería como las compañías de teléfonos móviles, que uno se hace cliente pero no le permiten romper el contrato" a lo que obtuve un no visiblemente molesto por parte del funcionario, pero con toda su molestia aún no conseguí apostatar y mi nombre refleja en sus libros como un creyente desaforado más. Hubo un tiempo que las telefónicas ponían mil trabas para darte de baja en el contrato, hasta que ese vacío legal se llenó con una norma que liberalizaba al cliente, con penalización si lo exigía el acuerdo comercial, y en cuestión de religión católica estamos en lo mismo. Primero me dijo el funcionario que tenía que ir con un notario y varios testigos a la iglesia donde me bautizaron, para dar fe de esa negación y ante mi rebelde actitud me dieron la posibilidad de solicitar una partida de bautismo, acudir con dos testigos a una de las iglesias que estaban destinadas a tramitar dicha solicitud pero no sin antes llamar y solicitar día y hora. Nunca lo conseguí, siempre fueron negativas y barreras para no poder apostatar, primero preguntaban que cual era el motivo de mi solicitud y expuesta por mi parte recibía: "llame otro día, hoy no se encuentra el párroco encargado de estos menesteres". Nadie me preguntó si quería que me bautizaran cuando lo hicieron, no sé por qué tal negación a mis derechos, los de decidir si quiero o no pertenecer a la iglesia católica. Pero claro, uno se lo plantea y casi mejor dejar las cosas como están, porque si se consigue, ardua tarea ésta, no te borran ni eliminan de sus libros, si no que te marcan como apóstata, lo que le da a uno por pensar si estas malvadas conciencias con sotana cualquier día pueden utilizarlo en mi contra como cuando estalló la guerra civil española, que señalaban a los comunistas o socialistas para que los fusilaran.

Pero claro, no todo el mal religioso recae sobre la iglesia católica, las demás religiones también tienen lo suyo, porque sin ir más lejos uno se encuentra casos de abusos contra los derechos del ser humano todos los días, y no sólo en cuestiones tan burocráticas como la relatada y vivida, en muchos casos las religiones son los verdugos de las sociedades, a cuanto más fundamentalistas y más poder religioso más salvaje impunidad en nombre de los dioses. Cada vez que visito la página de Amnistía Internacional encuentro varios casos de injusticias sociales, de abusos en nombre de los dioses que tienen que ver con vidas humanas. El caso de la iraní Afsaneh Nowrouzi es uno de tantos que se salvaron de las lapidaciones, bajo la cruel ley islámica, por el delito de adulterio. La suerte de Afsanneh es que pudo pagar a la víctima una compesasión económica y así recibir el indulto, después de pasar siete años en el corredor de la muerte de Irán. Otros u otras no tuvieron tal posibilidad y aunque bajo la presión internacional se suspendieron las lapidaciones, a finales del 2008 se han vuelto a reanudar, un castigo cruel, sanguinario y perverso, lleno de ira, de odio, de venganza y con los instintos asesinos más deleznables del ser humano puestos en escena. Desde diciembre del año pasado hasta marzo de este año han sido dos, los hombres lapidados secretamente en las cárceles de Irán, a los que le seguirán otros dos hombres y ocho mujeres expuestos a ser lapidados si la comunidad internacional no lo remedia presionando su prohibición. Y no solo el adulterio lleva a los iraníes a la lapidación, o a la horca, como sucedió con los menores ahorcados poco tiempo atrás por ser homosexuales. De igual modo que en Mauritania, Arabia Saudí, Sudán y Yemen, cinco países musulmanes donde ser homosexual está castigado con la muerte, a los que hay que sumar también el norte islamista de Nigeria y Somalia.

No obstante, no es necesaria la religión para actuar impune ante ese derecho que tenemos todos, la vida. Nadie tiene potestad para quitádnosla en nombre de ninguna ley o dioses, la pena de muerte siempre es un abuso contra el ser humano, una usurpación venga de donde venga y sea la víctima que sea. Junto a esta noticia de las lapidaciones, otro informe también relacionado con la pena de muerte llama la atención, el del japonés Hakamada Iwao, que tiene 73 años y que sus últimos 40 los ha pasado en el corredor de la muerte de Japón, por un delito que podría no haber cometido. La única prueba en su contra es su declaración, de la que se retractó más tarde, cuando acabó el interrogatorio policial de 20 días sin acceso a un abogado. Solo esa prueba, su confesión bajo presión. Después de muchos años recluido en soledad comenzó su enfermedad mental a dar síntomas de trastorno y en el 2006 un médico lo certificó. Kumamoto Norimichi fue uno de los tres jueces que lo juzgaron, y aún mostrándose en desacuerdo con sus otros dos compañeros no tuvo más remedio que condenarlo a la horca, aún sabiendo que podría no ser culpable. Esta decisión hizo que Kumamoto renunciara a su puesto poco tiempo después del veredicto, del que dice sentirse muy culpable de haber tenido que condenar a un inocente.








http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.5/es/

4 comentarios:

  1. Cuanta injusticia y barbarie hay en el mundo, querido paisano. Sobre la libertad, tienes razón. En los países "civilizados" nos creemos libres pero somos esclavos del consumismo, las religiones, la educación que hemos recibido (con toda la buena voluntad de nuestros padres), la falta de empatía, la discriminación, la falta de tolerancia. Gran trabajo el tuyo. Un saludo

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  2. sobre lo justo ...que es eso?...gracias por preocuparte por mi salud...sigo igual con episodios de mucho frio en la noche,fiebre,tos lo que despues de 3 meses,me ha cansado fisicamente
    vereun neumonologo...no queda otra
    brazosinmensos
    buen trabajo

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  3. Hola Antonio. Gracias por tus palabras, son un honor para mí.A propósito de los guanches, nada mejor que la opinión de una persona que viviendo allí se ha interesado y profundizado en esta civilización. Me han parecido muy interesantes tus palabras, y las tomaré en cuenta.Un abrazo

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