viernes, 8 de abril de 2011

Mesoamérica: la aparición del hombre


Aquel año, 1492, tan significativo para las civilizaciones americanas, lo supuso también para las sociedades europeas, no solo para la española, que ya lo fue especialmente. Además del descubrimiento de las nuevas tierras, por aquellas fechas se ponía fin a tiempos de luchas encarnizadas por el control de la península ibérica. Ese mismo año acababa la reconquista y eran expulsados los últimos moriscos españoles, los musulmanes del reino nazarí de Granada. La religión católica se hacía fuerte en el viejo continente y las plazas se sembraban de barbarie, de empalamientos, descuartizamientos e incineraciones de personas vivas, todo en el nombre de Dios. Esa oleada religiosa que siniestramente sobrevolaba Europa también tuvo su influencia en América y ha durado hasta nuestros días. Tanto fue así que, hasta fueron ignoradas las culturas nativas, e incluso, en el siglo XVII, se llegó a confundir a los indígenas americanos con los descendientes de los israelitas, de las siete tribus perdidas de Israel, que según James Usseher y basándose en la Biblia, abandonaron las tierras en el año 721 a. C. Hoy nos puede resultar descabellada, ridícula, pero lo cierto es que esta teoría se fue sosteniendo en la cultura europea hasta comienzos del siglo XX, ignorando los conocimientos de las civilizaciones mesoamericanas y creyendo que América había sido poblada alrededor del año 500 a. C.

Sin embargo, y por suerte, una vez más la ciencia derrumba las teorías religiosas y pone a cada cosa en su lugar. Durante el siglo pasado se han ido revelando datos, hechos y evidencias arqueológicas de que América fue poblada mucho tiempo atrás. Hoy se extienden varias teorías sobre la procedencia de los primeros pobladores. El convencimiento de que los primeros habitantes humanos del continente americano venían de Asia y que cruzaron por el estrecho de Bering es una de ellas. Aquellos primeros hombres en llegar al continente americano lo hicieron entre 40.000 o 30.000 años atrás. Por aquella época la Tierra sufrió una serie de cambios en el clima llamados glaciaciones, formándose grandes capas de hielo en las zonas polares que provocaron el descenso del nivel de las aguas. Por estos datos se entiende que el nivel en el Estrecho de Bering bajó por entonces unos 50 metros aproximadamente, dejando una llanura al descubierto que unía a los dos continentes. La distancia actual entre el cabo Dezhnev, en Siberia, y el cabo Príncipe de Gales, en Alaska, es solo de 80 kilómetros y la profundidad de las aguas no llega a los 40 metros.

Otros especialistas en este tema estiman que lo que sucedió no fue que quedara al descubierto esta franja de tierra sino que lo que se formó fue un puente de hielo sólido que permitió ese paso, la migración de los primeros pobladores nómadas en busca de nuevas tierras y alimento. Otras teorías sostienen que los primeros pobladores americanos podrían haber llegado procedentes de Melanesia y Polinesia. Así lo asegura Paúl Rivet, quien puso de manifiesto la semejanza existente entre costumbres y objetos propios de las regiones malayaspolinésicas y sudamericanas, como la hamaca, la flauta, el átlatl o lanzadera, la cerbatana, la trompeta de concha y algunos vocablos de raíz común. Para mi punto de vista ambas teorías son compatibles si analizamos las culturas del Norte y las provenientes del Sur, y que acaban por encontrarse en la tierra intermedia centroamericana.

Es muy probable que aquellas primeras migraciones se dieran en pequeños grupos que caminaron abriendo nuevas y diversas rutas, a lo largo de la costa del Pacífico y por tierra adentro, que les llevaron hasta el Golfo de México y más tarde a Centroamérica. Se calcula que fue hace 22 mil años cuando llegaron los primeros grupos humanos a tierras mexicanas, quizás demasiado tiempo para algunos el dedicado en recorrer Norteamérica hasta llegar a la región mesoamericana, pero tendremos que tener en cuenta que estos grupos nómadas se desplazaban en función de la necesidad de alimento. No fue una aventura con el fin de conquistar el territorio como podríamos entenderlo hoy, sino que el fin que los movía era otro bien distinto, la supervivencia en un territorio inhóspito y lleno de peligros.


El establecimiento de sus campamentos se establecería por un tiempo determinado, el que les permitiera la obtención de alimento, la recolección de frutos silvestres y raíces, y la caza de animales. Un mundo prehistórico donde seguramente existía conocimiento del fuego, de otra manera no se entiende que sobrevivieran en las zonas árticas. Aquellos campamentos estarían situados donde existieran cuevas para guarecerse del frío y las fieras salvajes, o quizás fueran chozas, dependiendo de lo que les ofreciera el terreno y la climatología. Sus agrupaciones eran formadas por familias nucleares y la propiedad comunal, así como los animales cazados compartidos. El líder civil y religioso del grupo salía elegido de entre los más fuertes y practicaban el culto de enterrar a sus muertos. Esta forma de vivir de los primeros mesoamericanos, en la llamada etapa lítica, donde las armas que usaban en la cacería y los instrumentos utilizados para la vida diaria eran de piedra, hasta que posteriormente aparecieron otros de hueso, duró muchos años, así hasta el 2.500 a. C.

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