domingo, 17 de enero de 2010

Inmigración y esclavitud



Ante los recientes acontecimientos vividos en la ciudad italiana de Rosarno, Calabria, hace apenas un par de semanas, un amigo africano me decía que aunque parezca mentira el concepto de esclavitud sigue estando aún hoy muy latente, no es algo que hayamos superado la humanidad, si no que ha cambiado, evolucionado, para adaptarse a los nuevos tiempos, en los que las sociedades no toleran esa aberración humana, esa actitud deleznable que algunos seres de nuestra especie llevan a cabo contra otros de nosotros mismos, sólo que ahora ya no arriban barcos negreros a las costas africanas a secuestrar personas para luego enriquecerse vendiéndolos y traficando con ellos, hoy se ahorran esos gastos adicionales de entonces. Los países del primer mundo han robado todas las riquezas de los llamados del tercer mundo y los han dejado en la más cruda de las miserias, obligándolos a emigrar a los países desarrollados para sobrevivir. Los que consiguen llegar vivos a las costas del "paraíso", después de un penoso trayecto lleno de peligros y abusos por parte de las mafias que trafican con seres humanos, encuentran que no es tal, si no el propio infierno donde continúan enriqueciéndose a su costa. Por un lado los empresarios que los contratan, en su mayoría patrones sin escrúpulos que se aprovechan de su irregularidad, de su ilegalidad civil, para emplearlos por sueldos míseros en jornadas interminables de trabajo duro, por el otro, los que también se hacen de oro cobrándoles precios escandalosos por viviendas alquiladas que no reúnen las mínimas condiciones de habitabilidad, pisos patera donde mal viven apilados como bestias, sin derecho a ningún derecho, como debiera cualquier trabajador o ciudadano de un país democrático. Es la esclavitud del siglo XXI.

No es sólo xenofobia, no es sólo racismo, no se trata de una raza en concreto, se trata del abuso al irregular, al indefenso, al que no tiene nada con qué continuar ni con qué defenderse, es la imagen cruel de lo que realmente somos los seres humanos, alimañas insaciables que no nos para ni el más mínimo sentimiento de solidaridad ante nuestro desenfrenado impulso de avaricia. Algunos críticos achacan los acontecimientos anti-racistas, altercados de protesta, a la actual crisis económica y de empleo que vivimos, que trae consigo la inseguridad de los trabajadores y ciudadanos de los países donde suceden, como es el caso de Italia, pero yo no pienso que sólo sea ese condicionante, es un cúmulo de factores que envenenan la convivencia entre nativos y foráneos, entre los que incluyo los anteriormente mencionados. Los trabajos que realizan estas personas inmigrantes son los que nosotros dejamos de realizar hace ya mucho tiempo, por duros y mal remunerados, nosotros ya no aceptamos jornadas interminables de trabajo en el campo, de sol a sol, sin seguridad social y sueldos irrisorios, los inmigrantes que aceptan este tipo de empleos no nos hacen la competencia, al contrario, nos hacen un favor a la sociedad porque alguien tendría que realizarlos y un aporte económico a los desalmados patronos que los emplean por menos de la mitad que cualquier otro, a sabiendas que los irregulares no tienen otra alternativa ni tampoco les resultarán un problema denunciando su situación por la irregularidad que sufren y en la que viven.

El estallido de protesta que sucedió en Rosarno es calcado al que sucedió en España en el año 2000, en El Ejido, Almería. Entonces el detonante fue el asesinato de dos agricultores de la zona a manos de un inmigrante marroquí, los ciudadanos salieron a las calles en protesta en contra de los inmigrantes, con unos tintes xenófobos impresentables, tratando de diferenciar entre los que querían trabajar y los asesinos, aquel asesinato fue el fruto del abuso, se pudo comprobar cómo los inmigrantes vivían apilados a la intemperie, en campamentos infrahumanos y dependiendo de lo que los empleadores agricultores de la zona les satisfacía pagarles. En El Ejido no existía crisis por entonces, es uno de los municipios con la renta per cápita más alta de toda España, si no el que más. El estallido de violencia vino provocado por aquella indecencia de algunos abusadores, que después pretendieron hacer ver a todo el mundo que los inmigrantes que se aglutinaban en el municipio almeriense eran en su mayoría gente de baja calidad humana que no buscaban trabajo si no delinquir y vivir de lo ajeno.

En esta ciudad del sur de Italia lo que ha ocurrido ha sido tres cuartas partes de lo mismo, son miles de temporeros africanos rebelados por los disparos cometidos por dos vecinos locales, con pistola de aire comprimido, contra dos trabajadores y sin motivos aparentes, esta fue la mecha que encendió la rebelión contra el abuso de las mafias de Calabria. "Esclavos" que vivían en condiciones infrahumanas y que han estallado en protesta. Al día siguiente otros dos trabajadores inmigrantes fueron hospitalizados en el hospital de la zona con disparos en las piernas. Al igual que en El Ejido, la Piarna de Rosarno es una rica zona agrícola al norte de Reggio Calabria, dominada por empresas vinculadas a la 'Ndrangheta, la poderosa mafia local. Los aproximadamente 3.000 trabajadores mal viven de forma infrahumana en silos y fabricas abandonadas, sin camas ni baños, reclutados al arbitrio de los capataces de las bandas mafiosas que poseen la tierra. El reclutamiento lo realizan al amanecer como si un mercado de ganado se tratara, eligiendo a los más fuertes, para jornadas laborales de 12 a 14 horas a 20 euros diarios, además, los elegidos, deben de pagar un "pizzo", una comisión, de cinco euros a quienes les reclutan.

Sin embargo, esto no quiere decir que sólo en lugares donde se dan revueltas de este tipo existen los abusos, la "esclavitud de los inmigrantes sin papeles". En otros lugares, no sólo en España, también se dan políticas que van en esta misma dirección, la de la xenofobia, como es el caso de Vic, en la provincia de Barcelona, donde el equipo de gobierno del ayuntamiento pedirá el visado a los inmigrantes en situación irregular y en caso de que no los tengan le negarán el trámite de empadronamiento, medida que ha sido calificada de ilegal por parte de la vicepresidenta del gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, y el Ministro de Trabajo, José Corbacho. Aún así, otro municipio en la Comunidad de Madrid, Torrejón de Ardoz, se ha sumado al movimiento anti-inmigrante cambiando las normas de empadronamiento y endurecido las condiciones para que los inmigrantes pudieran registrarse en el padrón. Paradójicamente, casi siempre, detrás de estas medidas están las políticas conservadoras o capitalistas, que se oponen a que los inmigrantes puedan regularizar sus estancias y así no ser explotados por los patronos, los mismos que a la postre acaban por aprovecharse de la ilegalidad del trabajador y depositan en las urnas los votos conservadores.

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